En el mundo del diseño saber vender cuenta. Y mucho. De esta manera, incluso una banalidad como el propio apellido del creador puede llegar a influir más de lo esperado. Por ello, mientras Giugiaro, Michelotti o Pininfarina suenan atractivos desde su misma pronunciación, el nombre de William Towns cuenta con menos virtudes publicitarias. De hecho, esto mismo ocurre en otros elementos de la industria automovilística.
Como ejemplo ahí el está el término Vetroresina. Utilizado por Ferrari para nombrar a su primer -y único- modelo de serie carrozado en fibra de vidrio. Sin duda, un término mucho más sonoro y atractivo que el anglosajón “fiberglass kit”. No obstante, yendo a la puridad de sus creaciones lo cierto es que Willian Towns bien merece un lugar especial en el diseño industrial del siglo XX.
Para empezar, tan sólo su intervención en Aston Martin sigue siendo una de las más decisivas en el rumbo estilístico de cualquier marca. De hecho, gracias a diseños como el del DBS o el Lagonda la casa británica entró en un periodo donde adaptó sus carrocerías a los requerimientos de una nueva época. Además, este diseñador inglés también firmó algunos de los diseños conceptuales más atrevidos en relación a la movilidad urbana.
En este sentido, llama especialmente la atención el Minissima de 1973. Concebido como posible -y futurista- sustituto del Mini tal y como confirma la compra de sus derechos por parte de British Leyland. De hecho, tres años más tarde su apuesta se redobló con la aparición del Microdot. Un diseño que bien se podría relacionar con el Vettura Urbana de Michelotti y que, además, contaba con una mecánica híbrida. Personalmente, el más interesante y rupturista en toda la carrera de William Towns.
Y vaya, hablando de ello lo mejor será situarnos en los inicios de la misma. Así las cosas hemos de irnos a 1964. Año en el que, con unos veintisiete años, se encontraba trabajando en Rover bajo la supervisión de David Bache. Aquí intervino en aspectos del 2000 TC como su parrilla o faros delanteros pero, especialmente, destacó con su diseño para el tercer cuerpo del BRM-Rover Turbina.
Presentado en Le Mans 1965, éste fue el último paso de aquella aventura de tres años intentando implantar los motores con turbina en las carreras de resistencia. De hecho, bajo el aspecto concebido por William Towns -en la línea de los Sport Prototipo, mucho más depurado que la primera versión con carrocería abierta- el BRM-Rover logró el doceavo puesto en la clasificación absoluta así como el segundo en la clase de dos litros.
Llegados a este punto, en 1966 pasó a trabajar para Aston Martin. Algo que no pudo hacer en mejor momento. No en vano, justo en aquel año la casa británica se estaba replanteado su relación con la milanesa Touring. Y es que, al fin y al cabo, aunque el aspecto del DB5 Superleggera resultaba magnífico, éste no era más que la última evolución del ya clásico diseño de los DB. En suma, Aston Martin necesitaba renovar completamente a su GT estrella de cara a la siguiente década.
WILLIAM TOWN, LA AUDACIA DE LA JUVENTUD
Aunque el diseño del BRM-Rover para Le Mans 1965 había sido ampliamente comentado, lo cierto es que William Towns aún no era un diseñador consagrado. De hecho, con tan sólo unos treinta años aún era bastante joven para ello. Sin embargo, quizás por eso mismo contaba con la audacia exhibida por quien ha de hacerse un hueco en el mundo. Gracias a ello, a las pocas semanas de entrar en Aston Martin presentó a la dirección de la marca su propia propuesta para un nuevo GT.
Ciertamente, aquello tuvo que ser llamativo. No en vano, nadie se lo había pedido y, además, ni corto ni perezoso presentó sus esbozos aún en una fase inicial. Es más, tan sólo eran unos breves bocetos. No obstante, aquello impresionó gratamente a sus superiores. Tanto así que Aston Martin dejó a un lado el trabajo con Touring para moldear por sí sola las líneas del que, en 1969, habría de ser conocido como el DBS.
Clásico pero actualizado, en él se reconocían detalles de estilo propios de la marca desde el primer vistazo. Además, su presencia ancha y musculosa proyectaba a la perfección la potencia mostrada por su versión V8. Con todo ello, William Town había conseguido el objetivo de la casa británica al catapultar la imagen de la misma hacia una nueva época. Superando sin demasiados problemas la responsabilidad de tener a los exquisitos DB como predecesores.
Ya consagrado por el diseño del DBS, justo en 1969 William Towns toma una de las decisiones más aventuradas de su vida. Dejar la estabilidad que había logrado en Aston Martin por establecer su propio estudio de diseño. No obstante, en verdad hay que decir que aquello estaba mucho más calculado de lo que parecía pues, no en vano, seguía trabajando para la casa inglesa en calidad de externo.
Asimismo, desde aquel momento empezó a firmar todo tipo de diseños para Rootes Group, Jensen o Rover. Es más, incluso diseñó muebles al tiempo que presentaba modelos conceptuales como los ya nombrados Minissima o Microdot. Así las cosas, su siguiente gran hito para con Aston Martin habría de llegar a mediados de los años setenta. De hecho, justo en 1975 la casa británica experimentó otro de sus recurrentes cambios de propietario. Debido a ello, la nueva directiva pensó en la idoneidad de una berlina con la cual relanzar las ventas tal y como Maserati lo hacía con sus Quattroporte.
Una ocasión excelente para recurrir de nuevo a William Towns, quien en tan sólo nueve meses creó la carrocería del Lagonda presentado en el Salón de Londres 1976. Tan rupturista como logrado, sus líneas rectas acabadas en ángulos rectos sedujeron desde el primer momento por su mezcla de contrarios. Y es que, en muy pocos vehículos más, se da esta mezcla de apariencia robusta y afilada. Es más, la baja altura del capó trajo de cabeza a los ingenieros. Preocupados por cómo acomodar ahí el potente V8 con más de cinco litros exhibido por el Lagonda.
Finalmente, la nueva berlina fue todo un éxito para Aston Martin. La cual evidenciaba cómo, a pesar de su clasicismo, no tenía reparo en situarse de pleno a la vanguardia del futurismo. De hecho, aquella inyección de confianza hizo que la nueva dirección de la marca urdiera el proyecto de un superdeportivo con motor central-trasero. Es decir, un diseño con el cual poder mirarse de tú a tú con Lamborghini y su apuesta con el Countach.
Llegados a este punto, Willian Towns empezó a esbozar las líneas del que sería el Bulldog de 1980. Uno de los mayores hitos en la historia de Aston Martin a pesar de no haber llegado a serie. Con puertas de apertura vertical y unas líneas geométricas que, sin duda, reflejan el paroxismo de este estilo en la carrera del diseñador británico. Su último gran diseño, calificado en la época como algo “no bello, pero sí extremo”. Una afirmación extrapolable a toda la carrera de William Town. Quien quizá nunca destacó por el clasicismo pero sí por lo experimental. A fin de cuentas, uno de los temperamentos con los que la industria automovilística es capaz de cuestionarse y avanzar.
Fotografías: Rover / RM Sotheby’s / Aston Martin