Antes de empezar un debate, merece la pena acudir a las fuentes de referencia en relación a la materia tratada. Así las cosas, consultando los requisitos exigidos por la DGT a fin de registrar a un vehículo como histórico nos encontramos lo siguiente: “no puede haber sufrido cambios en sus características o componentes principales como son motor, frenos, dirección, suspensión o carrocería”.
Es decir, nos guste o no, el modelo en cuestión ha de haber permanecido en un estado equiparable al de fábrica. Y es que, al fin y al cabo, estamos hablando de una pieza histórica, con “carácter representativo”.
Dicho esto, el mero hecho de plantear la posibilidad de electrificar a un automóvil con más de treinta años lo aleja irremediablemente de ser declarado vehículo histórico. Sin embargo, debemos reconocer cómo esto abre, al mismo tiempo, una serie de interesantes posibilidades siempre y cuando no confundamos los términos de la polémica.
No en vano, debe quedar estrictamente claro cómo cambiar el motor de combustión por uno eléctrico desarraiga -sin paliativos- la definición original del vehículo. En suma, aunque desde fuera veamos la silueta de un Jaguar E-Type o un Bentley Continental, en verdad sólo lo son en apariencia pues, a estricto nivel mecánico, estaríamos hablando de diseños actuales y no históricos.
Sin embargo, también es justo reconocer cómo constantemente estamos contemplando “restomod” en los cuales no sólo se altera el estado de serie; sino que esto se hace, además, con piezas no coetáneas entre sí.
Creaciones, artilugios particulares, injertos -si se nos permite un arranque botánico- que, curiosamente, gozan de un favor tan intenso como son las críticas a la posible electrificación de un automóvil señero.
Porque sí, en este segundo caso evidentemente estamos hablando de algo muy alejado de los vehículos históricos. Pero, con esto claro y superado, resulta difícil negar las nuevas oportunidades de uso abiertas por la electrificación. Para empezar, aún con sus olores y costumbres el petróleo no es el principio y final del automovilismo. Siquiera para el automovilismo deportivo.
Es más, yendo al tránsito entre los siglos XIX y XX no resulta difícil comprender lo cerca que estuvo de caer en la electrificación todo lo relacionado con la movilidad personal.
Resumiendo: lo eléctrico es parte de la historia del automovilismo y no sólo en calidad de nota al pie, sino más bien como un capítulo inicial que ahora, un siglo más tarde, se va a reanudar para cerrar la obra a través de una estructura circular.
CLÁSICOS ELECTRIFICADOS, UNA NUEVA OPORTUNIDAD
Así en la tecnología como en la vida, conviene no moverse en posiciones maximalistas incapaces de adaptarse a nuevas realidades. Llegados a este punto, y teniendo en cuenta dónde se está publicando este artículo, huelga decir que la opinión del aquí firmante va unida a mantener los vehículos en estado de serie si es que se quiere lograr no ya la categoría de histórico, sino incluso la de clásico. Cuestiones éstas parecidas, pero en absoluto equivalentes.
Precisado esto, guste o no lo cierto es que multitud de vehículos antiguos permanecen postergados en garajes y almacenes esperando un rescate que nunca llega y, en el peor de los casos, acaba con una llamada al desguace. Un contexto donde la electrificación se alza como una opción interesante pues, aún alterando incuestionablemente el carácter del vehículo, da alas a una recuperación capaz de darle nuevos usos. Usos que, muy importante, van unidos al día a día.
Y es que, puestos a moverse por la ciudad con un vehículo eléctrico, el hacerlo con un clásico electrificado se nos antoja una opción de lo más apetecible. En primer lugar porque, haciendo gala de un adecuado sentido práctico, se está dando una segunda vida a una serie de piezas que, de otra manera, podrían haber acabado sin remedio como criadero de ratones.
Asimismo, la mecánica original puede quedar bien guardada y, llegado el caso en un futuro, realizarse su instalación a fin de regresar al estado de fábrica. Es más, este tipo de cuestiones ya las han tenido en cuenta los británicos, quienes no sólo ofrecen el servicio de electrificación en empresas como Lunaz, sino incluso en el departamento de clásicos de la propia Jaguar.
Una opción tan polémica como útil e interesante, de la cual se han hecho eco en la Península Ibérica iniciativas como SDKmotors. Fundada en Barcelona, ésta ha logrado homologar una versión eléctrica de la Impala Comando recreando así en una nueva clave las sensaciones del modelo a combustión.
Por cierto, con una autonomía de 80 kilómetros y una velocidad punta de 80 kilómetros por hora. Datos que nos invitan a superar usos y costumbres, elementos de identidad en torno a la gasolina, de cara a contemplar la electrificación como una opción creíble a fin de seguir manteniendo la memoria -y el uso- de los vehículos más longevos.
Imágenes: Lunaz