Lancia siempre ha tenido dos señas de identidad. La primera es la innovación. Algo que viene desde modelos como el Lambda, el cual descubrió al mundo el chasis monocasco en 1922. Y la segunda es la elegancia. De hecho, junto con Maserati ésta es la marca italiana que más y mejor ha sabido unificar potencia y acabados refinados. Una seña de identidad que en el caso de Lancia es más notoria que en el de la empresa del tridente, ya que ésta la ha llevado a segmentos populares alejados del cliente medio del Quattroporte.
Y no, no estamos hablando tanto de berlinas como el Thema sino de compactos como el Y10. Un pequeño coche urbano que, tal cual haría el Fiat Cinquecento seis años después, nació para servir en el día a día de las caóticas ciudades italianas. Eso sí, con un plus de estilo. Y es que, a pesar de lo modesto de su planteamiento, el Lancia Y10 no renunciaba a versiones con tapicerías de alcántara, maderas nobles y refinados detalles en el exterior. Así nacía un nuevo concepto; el del urbano de lujo. Un vehículo con el que gozar del equipamiento de una berlina de representación dentro del escueto habitáculo de un compacto.
Pensados como segundo coche para familias con posibles, estos vehículos encontraron en el Lancia Y10 una inspiración para otras marcas. De hecho, hoy tenemos como protagonista a uno de los que mejor entendieron esta idea de refinamiento cotidiano. Hablamos del Renault Clio Baccara. Una de las versiones más interesantes del popular modelo francés, la cual cumple justo 30 años este 2021. Un momento perfecto para recordar su historia, así como para reflexionar sobre algunos automóviles de los noventa que ya empiezan a entrar dentro de la categoría de clásicos.
RENAULT CLIO BACCARA. EL MÁS REFINADO DE LA GAMA
1990 fue un año importante en la historia de Renault. Acostumbrada a clasificar sus modelos con nomenclaturas a base de números, a partir de ese momento los empezó a bautizar con nombres diversos. Una decisión promovida por la estrategía de comunicación, la cual buscaba abrir una nueva época alejada de los antiguos modelos de los setenta y ochenta. Algo nada fácil, ya que el éxito de modelos como el R5 extendía una pesada responsabilidad sobre sus sucesores. En esta situación Renault presentó el Clio para inaugurar la década.
Bendecido por un éxito fulgurante, al año de su presentación logró ser coche del año en Europa. Un logro que auguraba buenos datos de ventas ratificados con las más de 13 millones de unidades vendidas hasta hoy. Algo en lo que ha influido lo versátil de su gama, en la cual podemos encontrar diversos tipos de motorización y carrocería, pero también versiones para públicos muy concretos. Una de ellas es el Clio 16v, destinado a cubrir el hueco que tan bien habían cubierto modelos como el Supercinco GT Turbo. Un coche bastante enérgico de por sí, el cual contó con el Clio Williams para aquellos que buscasen sensaciones aún más fuertes.
No obstante, lo interesante de las versiones específicas del Renault Clio es que no sólo prestaron atención a las ramificaciones deportivas. Reconocible por sus llantas de aire antiguo y presidido por la idea de comodidad, una versión con acabados de lujo vio la luz en 1991: el Clio Baccara. Destinado a ser segundo coche de familias acomodadas -o único de jóvenes profesionales con más gusto por lo exquisito que por lo deportivo-, el Clio Baccara es el inicio de los acabados Initiale. Precisamente los que hoy en día agrupan las equipaciones más lujosas de los diferentes modelos en la gama Renault.
DISTINCIÓN CON VERSIONES AUTOMÁTICA Y MANUAL
Rondando los 900 kilos, tanto la versión automática como la manual del Clio Baccara iban sobradas de potencia para mover un vehículo pensado, principalmente, para el ámbito urbano. Mientras la versión automática montaba un motor de 1’4 litros, la manual contaba con uno de cubicaje aumentado hasta los 1’7 litros capaz de rendir 92CV. Un conjunto frenado por discos ventilados en las ruedas delanteras y de tambor en las traseras, mientras que la dirección contaba con servoasistencia. Datos interesantes que encontraron, quizás como única pega principal, un consumo urbano algo alto al irse por encima de los diez litros.
Un problema por otra parte no muy importante para sus conductores, los cuales pagaban casi dos millones de las antiguas pesetas por acceder al Clio Baccara. Una versión en la que la diferencia no se marcaba por la mecánica sino por los acabados, dotados de asientos de piel, madera de nogal y detalles cromados. Elementos que hacían del Clio Baccara una especie de berlina en miniatura, logrando una personalidad propia que ahora, 30 años después, lo asienta como una de las opciones más interesantes para todos aquellos que ya vean en el Clio un joven clásico para coleccionar.
Fotografías: Renault / Artcurial