Tenía yo ganas de dejar un rato de escribir sobre Porsche, Ferrari y deportivos ochenteros -que es mi pasión declarada, todo hay que decirlo- para hacer un artículo sobre algún preguerra gordote con un enfoque diferente.
El fantástico Cadillac 355-D Coupé Convertible de un buen amigo podía servir para mis fines, que no son desde luego escribir exclusivamente sobre el trastejo en cuestión sino contar otra historia mucho más cercana e importante para los aficionados actuales como es la de como comprar un coche veterano y no morir en el intento.
Mi amigo llevaba años diciéndome que le atraía el tema de los preguerras, y yo con mi mejor voluntad le había dicho que comenzase por un Ford A y que poco a poco fuese introduciéndose en este cerrado mundillo, conociendo sus peculiaridades y por supuesto sus gentes.
Hace tres años, en la Feria de Essen vimos un flamante Chrysler Royal Custom Cabrio del 33 del que quedó prendado; tanto, que en aquella ocasión fuimos a la subasta con insanas intenciones por su parte, y azuzado por una de sus hijas. Dios quiso que las pujas pusieran el coche fuera del alcance de mi amigo, que no obstante no se privó de realizar alguna.
Después de aquello volvió calentito. Mejor dicho, volvimos. Lo malo de ir a Essen, a Sttutgart o a París es que cuando vuelves sin comprar llegas con el mono. Y además todo te parece barato, algo normal con los precios que sueles ver en esas ferias; yo lo llamo el Sindrome de Essen.
El caso es que se puso a mirar de manera compulsiva algún preguerra gordo que comprar, pero ninguno terminó de gustarle. Se calzó entonces un pagodita, para calmar el apetito producido por el sindrome. Él no quería un sencillo Ford A.
La compra
Las casualidades hicieron que a los pocos meses de aquello, ya con el tema de los preguerras aparentemente fuera de su cabezota, me enterara de que un miembro del Veteran Car Club de España vendía sus aparatos a mi entender a precios realmente interesantes. Así, sin querer en realidad, en el transcurso de una comida salió la conversación sobre estos autos que Ramón ya conocía y admiraba.
Aquella tarde, mientras conducía por la madrileña M-40 recibí una intrigante llamada…
[su_quote] “Antonio, es verdad lo que has dicho en la comida (…), ¿Y cuánto dices que pide? El precio es muy interesante, voy a llamarle a ver si admite alguna rebaja.» [/su_quote]
Ciertamente el precio era más que tentador, y la condición general del vehículo era y es verdaderamente imponente. Y no menos cierto es que a mí me satisfacía en extremo que mi amigo tuviera la suerte de poder hacerse con aquel coche espectacular; yo sabía que desde luego no era el preguerra ideal para iniciarse, pero también era consciente de que en esta ocasión hacía “acrobacias con red”: al comprar al 50% de los precios vistos en Internet, tampoco le iba a ser complicado vender sin perder demasiado dinero en caso de necesidad.
Y es que amigos, ahora expongo aquí algo de lo que todos tenemos que ser plenamente conscientes; máxime tratándose de ciertas cifras, es imprescindible plantearse qué ocurre si tienes la necesidad futura de vender; o aun peor, qué pasa si por desgracia faltas y tu familia tiene que hacerse cargo de un vehículo así. Piensen sobre ello.
La compra se formalizo en plena primavera tras una visita a Valencia a ver y sentir el Cadi, tras la cual no había ninguna duda, el coche era simplemente fantástico, un sueño. La siguiente visita la realizamos para llevárnoslo. Fuimos a Valencia con un furgón para traernos además una cantidad enorme de recambios -prácticamente otro coche-, material viejo y oxidado en su mayoría pero valioso por lo escaso de este modelo en España.
Todo aquel piecerío era y es en si mismo parte de la historia del vehículo. Según conversación mantenida con su mecánico, este llegó de USA junto con un hermano del 39, que luce matrícula correlativa y que es propiedad casualmente de otro amigo; y junto con los restos de otra unidad, que se utilizaron para reconstruir aquellas partes faltantes de las dos primeras. Finalmente, el primer propietario nacional optó por vender ambos.
SOBRE RUEDAS, O CASI
Con la furgoneta ya cargada iniciamos el viaje a Madrid. Me daba bastante miedo que lo llevase Ramón, y a pesar de mis temores y su insistencia, decliné ser el primero en moverlo. Siempre es un riesgo coger un coche que no conoces, que no es tuyo y tiene esas dimensiones en ciudad. Al cabo de media hora ya estábamos cerca de Requena, a magnifico ritmo y sin problemas de ningún tipo. El coche cuenta con overdrive, lo que le permite cruceros por encima de los 100-110 Km/h sin castigar la mecánica.
Los primeros kilómetros fuimos en constante comunicación Ramón y yo, no quería que se llevase un calentón el chiquitín. Con el furgón abriendo camino y permitiéndole espacio para que se familiarizase con las frenadas de estos pre, la verdad es que el Cadi iba magnifico, andaba mucho más de lo esperado sin el más mínimo quejido. Al llegar a Motilla del Palancar paramos en “El Seto”, restaurante de referencia de la localidad, donde disfrutamos de una fantástica comida.
A la salida me tocaba catarlo, mmmm, contacto, arranque y a la primera, un ronroneo casi inaudible procedente del soberbio V8 de válvulas laterales. Sus mas de 7.000 cc. empujan al aparato con una determinación sorprendente. El cambio es muy preciso y cómodo, de solo tres relaciones, con una primera que sirve para poco y una tercera que puedes engranar a partir de 15 Km/h sin escuchar ningún quejido. Y de fondo ese rumor gutural del escape y el sonido del aire, disfrutando de los paisajes de campos verdes de cereales a cielo abierto. Algo con lo que hay que deleitarse al menos una vez en la vida.
Llegan curvas y el tonelaje de 2.000 Kg se deja sentír en forma de inercias y balanceos de la carrocería. Evidentemente no estamos ante un deportivo, sino en un coche con clase que servía en su época para transportar a las estrellas de Hollywood al campo de golf. Por eso cuenta con “golfera” para acceder a la zona oculta del tercer asiento y que era y es del tamaño justo de una bolsa de golf.
Como un gentelman tomo las curvas, con suavidad y precisión, frenando con una inusitada soltura gracias a los cuatro enormes tambores que en caso de emergencia y si no están fatigados llegan a bloquear las ruedas. Las suspensiones con ballestas y amortiguadores de bieleta de aceite simplemente cumplen.
Ya en la NIII y con la capota puesta, admiro el salpicadero de acero pintado imitando a madera. A fe que da el pego, hasta que no lo acaricié pensaba que era de madera. Comienzo a toquetear los pulsadores y a escudriñar los relojes; descubro que el overdrive (montado con posterioridad) cuenta con un discreto led que indica su activación.
Veo igualmente que el amperímetro original marca en descarga muy leve. Unos golpecitos en el cristal y sigue igual. Pongo las luces desde el mando central del volante y ohhhh, en descarga, así que las quito. No sé si marca mal o la dinamo no funciona. Dos horas después llegamos a mi nave en Mejorada del Campo.
Allí nos esperan los amigos, que quedan simplemente extasiados ante la estampa. Por mi parte, nada más llegar cojo el polímetro y compruebo que el amperímetro no marca porque la dinamo no funciona. Eso sí, el coche solo con la batería nos ha traído 350 Km y llevará a Ramón 55 Km más.
Manteniendo el Cadillac con dolores de cabeza
Al llegar a destino se fija como premisa dejar el coche perfecto, sin fallos, de tal manera que lo pueda disfrutar con tranquilidad. Lo único con lo que no está conforme del coche es con el problema de la dinamo y con un sonido que emite el motor que aparentemente debe de ser de holgura en algún taque.
Estos primeros meses Ramón y su familia disfrutan del coche en 4 ó 5 salidas de no más de 50 Km, con la precaución de cargar la batería la noche anterior y sin el más mínimo contratiempo. El Cadi va fantástico, no consume agua ni aceite. Va finísimo, y arranca a la primera, si bien con los calores madrileños la aguja de la temperatura pasa de la mitad, nada alarmante para los que bregamos con frecuencia con estos veteranos, pero algo que a él sin duda le intranquilizaba en sus salidas.
[su_quote] “Antonio, dónde puedo llevar el coche para hacerle un par de cosillas…” [/su_quote]
Fue la pregunta que me hizo mi amigo aquella mañana de Septiembre. Mi problema es que nosotros mantenemos en casa todos nuestros trastejos, le dije yo, después de lo cual le di los nombres y números de teléfono de los tres sitios capacitados para preguerras que hay en Madrid. Ramón ya conocía uno de ellos de alguna aventura anterior, con un vehículo más moderno, lo que le hizo decantarse por otro que además y sin dudarlo es para mí punto de referencia en cuanto al mantenimiento de estas mecánicas. Y es que son muchos los veteranos que pasan por allí.
Finalmente, tras un primer contacto y visita, Ramón llevo el 355-D a este afamado mecánico madrileño para limpiarle el radiador, montarle y desmontarle la dinamo y ya de paso intentar solucionar el supuesto ruido del taqué.
Al mes más o menos de aquello, mi amigo me llama para que le acompañe a ver el coche que está casi terminado. Durante el recorrido hasta el taller me doy cuenta que está bastante preocupado,
[su_quote] «Me dicen que (el ruido) no es de los taqués, que si hay que desmontar el motor y ver. Pero bueno, a ver qué opinas tú.» [/su_quote]
EL MECÁNICO, ESENCIAL
Al llegar allí el mecánico me explica su teoría, que parece verosímil, todo basado además en que esos taques eran presuntamente hidráulicos. El caso es que Ramón decide no hacer más trabajos de momento ya que el coche anda correctamente, y a juicio de todos así puede seguir unos cuantos miles de kilómetros más. A los dos días acude a por el coche y le dicen que son cerca de 3.000 euros que mi amigo paga sin rechistar.
Con el puñal en la espalda viene a lamerse las heridas,
[su_quote] – “Me han cobrado 3.000 euros por limpiarme el radiador y montarme la dinamo que yo reparé, Antonio”
– “Pero qué presupuesto te pasó”, le pregunto yo.
– “No, lo hicieron sin darme presupuesto, me dijeron que era complicado de valorar.» [/su_quote]
En la nota que le habían dado figuraban desglosados los trabajos y los tiempos, y ciertamente era esa cifra. No valoraré yo si es caro o barato, pero si saco una lección que tenéis que aprender TODOS, dueños de talleres y usuarios: No se pueden realizar trabajos sin decir, al menos orientativamente, lo que van a costar.
Lo cierto es que Ramón se mosqueó (coloquialmente hablando) con el mecánico, con el cual también tengo amistad, y yo en medio que era lo peor. Sé que el mecánico en cuestión no lo hizo con mala fe, y que ciertamente para quitar y limpiar el radiador de estos coches hay que desmontar hasta las aletas y es un trabajo complicado y pesado, por no hablar del cambio de la dinamo que va conectada directamente a la cadena de la distribución y que por su ubicación obliga a vaciar de agua el coche. Pero entregar una nota con el texto “Carga de Batería: 10 Euros” me parece de broma, máxime cuando la factura suma el importe que relato.
Aquel episodio hizo que Ramón se replantease totalmente el tema de los preguerras. Sobre todo, no sabía a dónde acudir si realmente tenía un problema mecánico. “Es que solo hay tres sitios en Madrid, y los tres son unos piratas…” Yo no sabía qué decirle, pues no le faltaba razón y es además uno de los motivos por los que la gente no se acerca a estos autos. “¿Donde voy a que me lo miren sin que me asesinen?”
Ese otoño el coche fue usado con regularidad, y la confianza de Ramón en su Cadillac aumentó. Un día decidimos salir a Mombeltrán, localidad serrana ubicada en Gredos. Nos fuimos, él y una de sus hijas con el 355, y yo y mis circunstancias con un Packard 120. Caray como iban ambos trastejos, qué disfrute, qué estampa, los 150 Km los recorrimos en un par de horas, todo por carreteras convencionales. Eso sí, yo mucho más cómodo que el, jjjj, a 5º la increíble calefacción del Packard se agradece.
La venta
El año nuevo trajo a mi amigo nuevos horizontes y un enfoque diferente de la vida; la dinamo del Cadi había vuelto a fallar, y continuaba sin tener un taller de confianza donde pudieran verificar lo del ruidito de marras. A pesar de ello, el coche continuaba marchando sin el menor problema.
Un buen día me dijo “Estoy muy desencantado con los clásicos, los voy a poner todos en venta menos uno (de los más modernos). ¿Dónde Anuncio el Cadi?” De inmediato sabia la respuesta, pero me hice el remolón un par de semanas hasta que vi que su decisión era en firme y meditada. Tengo la suerte de contar con un amigo y compañero de líneas de «La Escudería» que además es colaborador de www.prewarcar.com Finalmente le puse en contacto con dicha web, y un par de meses después publicó el anuncio.
Para coches de este valor no hay sitio en España hoy, no hay compradores con la cartera suficientemente abultada. Todos buscamos la ganga, el chollo, y ojo que digo TODOS. Pero cuando se trata de un coche cuyo valor internacional supera el centenar de miles de euros, la cosa hay que pensársela.
Lo que está claro es que un alemán o un suizo no van a venir aquí a por un coche de 30.000,00.-€ que se vende por 25.000,00.-€, la rebaja no justifica el desplazamiento y el papeleo. Pero sí que vendrán como abejas a la miel si un coche de 75 lo vendes por 50, o uno de 300 por 230. Hagan ustedes los cálculos, como si fuera suyo.
Esos cálculos hizo nuestro amigo, y el resultado es que una semana después tuvo aquí a su comprador extranjero. Como buen coleccionista no acudió a ver el coche en persona, sino que envió a un mecánico experto en Cadillac 355 quien confirmó a Ramón que el problema no era de los taques -que no son hidráulicos, por cierto- sino de holgura en el árbol de levas, y que era algo frecuente y para lo que existían recambios. El cobraba 2.000 euros por la reparación.
Tras evaluarlo en conciencia y conducirlo un rato, el mecánico negoció directamente la compra con un tanto del cinco por ciento de descuento sobre el precio del anuncio, algo totalmente asumible. Apretón de manos, «señalización» del vehículo y tres semanas después, con el tema económico solucionado, el mismo mecánico acudió con un remolque carenado a por el coche.
Sea como fuere, el 355 rueda ya por tierras centroeuropeas y Ramón, como había hecho bien los deberes el día de la compra, ha sobrevivido a la aventura. No se ha hecho de oro, desde luego, pero tampoco ha perdido dinero; y sin duda ha disfrutado por unos años de este espectacular tesoro.
Conclusiones
Ramón hizo muchas cosas bien a la hora de adquirir su primer preguerra, las cuales paso a enumerar para que queden claras:
[su_quote] ♦ Adquirir una unidad en buen estado.
♦ Comprar a muy buen precio.
♦ Contar con alguien que le pudiera asesorar en mantener y usar su coche.
♦ No impacientarse en la compra, ni obcecarse en un modelo.
♦ Informarse previamente sobre la originalidad y exclusividad de lo que compraba. [/su_quote]
También tuvo algunos fallos graves:
[su_quote] ♦ No conseguir los manuales mecánicos del coche.
♦ Comprar un coche demasiado exclusivo para empezar. Me explico: Esto motiva que no lo conduzcas con suficiente soltura, que te sorprendas cuando se calienta un poco, etc.
♦ Comprar un preguerra por imagen, no por comportamiento. Si compras un preguerra has de asumir que no vas a ser el que primero en llegar, que el coche en ciertos momentos manda y tendrás que parar a que descanse. Seguramente entrará agua por algún punto si llueve, sus limpiaparabrisas te desesperarán, etc.
♦ Realizar reparaciones sin presupuesto. [/su_quote]
Mi amigo disfrutó unos años de un coche hiperexclusivo, y desde luego lejos de perder dinero le dio hasta para invitarnos a una cena cuando lo vendió. Todo gracias a que hizo más cosas bien que mal. Finalmente, vio que los preguerra no están hechos para él, y creo que tardará mucho en repetir la experiencia, por no decir que no volverá a tenerla. A pesar de todo, considero que es un magnífico ejemplo de cómo comprarse un preguerra y no morir en el intento.
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