Paseando por el centro de ciertas ciudades se puede ver, generalmente en los bajos de algún edificio con regusto a Plan Haussmann, alguna que otra oficina discreta con el cartel de “banca privada”. Pensadas para tratar con patrimonios superiores al medio millón de euros, éstas vienen a ser una especie de oficina especial rendida a clientes adinerados. En suma, algo en las antípodas de una máquina de actualización de cartillas con su recurrente cola de jubilados.
Dicho esto, cuando uno se para a pensar en el sueño de adquirir un V12 lamenta conocer esas oficinas tan sólo de vista; únicamente por sus paseos matutinos de ronda, periódico y café. Sin embargo, y aunque pueda resultar asombroso e incluso algo arriesgado, lo cierto es que muchos aficionados a los clásicos sí pueden poseer un vehículo con semejante mecánica en condiciones más que realistas.
Prueba de ello son las cotizaciones inherentes al Daimler Double Six en cualquiera de sus tres generaciones. De hecho, consultado la página de subastas Glenmarch nos encontramos un animado mercado en torno a este modelo fabricado entre comienzos de los años setenta y 1996. Es más, tras revisar cifras de venta -algunas amparadas por casas tan respetables como RM Sotheby’s- vemos como éstas se mueven, generalmente y a excepción de picos por arriba y abajo, entre los 8.000 y 23.000 euros.
Obviamente convirtiendo desde libras pues, a nadie se la escapa, el mercado hegemónico para este Jaguar resulta ser el británico. Claro está, el estado de conservación de cada unidad puede ser el protagonista de un sueño o una pesadilla según corresponda; más aún si tenemos en cuenta la complejidad inherente a un motor V12 que, siendo en la aplastante mayor parte de sus unidades alimentado por inyección, cuenta con alguna que otra versión por carburación.
De todos modos, esta advertencia respecto al estado del motor es válida incluso para un sencillo R5 de la FASA. Además, si entramos en ciertos jardines también hemos de aceptar con naturalidad la posibilidad de acabar pinchándonos. Dicho esto, alguien podría aducir cómo la horquilla de precios señalada tampoco es que sea especialmente popular.
Y sí, tendría razón. Tanta como que estamos hablando de un V12 que, para la mayor parte de la afición, resulta erróneamente inasumible. No obstante, sí es cierto que las visitas a la gasolinera podrían dejarle a uno tiritando. Tanto como observar el escaparate de un concesionario con gamas actuales; tan carentes de gracia y encanto como provistas de precios muy superiores al de uno de estos Daimler Double Six.
Porque, no nos engañemos; hoy en día resulta bastante común gastar más de 30.000 euros en un conjunto híbrido. Uno de esos a los cuales sólo le puede sacar elogios quien vea a los coches como un cerdo ve a un cuchillo. De hecho, para un amigo cercano el hacer adquisición de uno en nombre de su estabilidad familiar lo llevó a una terrible crisis existencial, planteándose hasta qué punto tiene sentido trabajar diez horas diarias a fin de pagar las letras de semejante engendro.
En fin, en estos momentos hay modelos SUV plenos de informática culpables de haber roto familias e incluso orientaciones sexuales nunca antes cuestionadas. Piense también en esto, porque aunque un Daimler Double Six le pueda romper la cartera -e incluso el corazón en su último viaje al desguace- lo que nunca le romperá será la ilusión de vivir, la sensación de querer ir un paso más allá.
DAIMLER DOUBLE SIX, UN V12 REALISTA
Llegados a este punto, vamos a refugiarnos en la historia del automovilismo británico con el propósito de contextualizar la sugerencia -quitémonos ya las máscaras- de sopesar el adquirir este V12. Para ello, hemos de situarnos en los años cincuenta. Una época gloriosa para Jaguar, la cual llegó a conquistar hasta en cuatro ocasiones las 24 Horas de Le Mans, tres de ellas de forma consecutiva gracias al D-Type.
Un automóvil soberbio para el cual, curiosamente, se desarrolló en 1954 un motor con 12 cilindros finalmente desechado por el más ligero seis en línea con el cual acabaría firmando su leyenda. De todos modos, aquel proyecto dejó un ruido de fondo entre los ingenieros, quienes recuperaron la idea del V12 a mediados de la década siguiente como propulsor escogido para el XJ13.
Uno de los Jaguar más interesantes de todos los tiempos, del cual sólo se produjo una unidad experimental que, a la hora de la verdad, no pudo tomar la salida en Le Mans debido a la imposibilidad manifiesta de haber batido a los GT40. Eso sí, su sola fase experimental afinó de nuevo la mecánica V12, poniendo más fácil su llegada a serie en 1971 bajo el capó del E-Type.
De hecho, en base era el mismo motor aunque obviamente con ajustes muy diferentes. Para empezar, la cilindrada se aumentó hasta los 5,3 litros al tiempo que se reducía el número de árboles de levas. Todo ello con la vista puesta en sacrificar las máximas prestaciones a altas revoluciones priorizando la entrega de fuerza a ritmos bajos y medios. Cualidades sumadas a un funcionamiento silencioso y progresivo como habría de esperarse en una automóvil de lujo ya fuera GT o berlina.
Además, en 1975 se aplicó un sistema de inyección Bosch dejando atrás los cuatro carburadores montados en muchas de las primeras unidades de aquel motor también destinado, desde 1972, al Jaguar XJ12. Paso previo a su introducción al año siguiente, esta vez sí, en la gama del Daimler Double Six. Una nueva frontera para el ámbito de las berlinas inglesas con toque prestacional, siendo capaz de aproximarse a los 290 CV según ajustes. Sin duda, un digno sucesor de las antiguas Jaguar MKII.
A partir de aquí, el motor V12 de la casa británica se fue acoplando a distintos modelos contando con múltiples evoluciones hasta su descontinuación en 1997. Una larga historia en la que destaca -tenga esto en cuenta el posible comprador- el motor High-Efficiency presentado en 1981 con un alto grado de compresión pero, al mismo tiempo, consumos de casi la mitad aun manteniendo la misma potencia brindada por la versión anterior.
Dicho esto, sobre otros aspectos del Daimler Double Six comentaremos más bien poco pues, en verdad, el centro neurálgico de su interés reside en el motor aunque, claro está, al haber tenido tres generaciones desde 1973 hasta 1996 estamos hablando más que de un coche, de una saga. Una saga capaz de seducir con sus evidentes encantos británicos a cualquier coleccionista que, con menos dinero del cual se pueda llevar un vehículo nuevo normal y corriente, esté dispuesto a aceptar el reto de mantener un V12.
No es un camino fácil. En absoluto. Pero recuerden, es posible. Para todo lo demás, les puedo proporcionar el teléfono de cierto amigo que, en este momento, se encuentra algo desbocado. Decidan ustedes.
Imágenes: RM Sotheby’s