A finales de los cuarenta Porsche daba sus primeros pasos con una gama basada únicamente en el 356. Modelo que, gracias al instinto comercial del importador Max Hoffman, tuvo un llamativo éxito en los Estados Unidos. Y es que, en contra de la visión pesimista de Ferry Porsche, Hoffman intuyó que el mercado norteamericano recibiría muy bien al 356 precisamente por ser un coche diferente a los fabricados en Detroit. Y acertó. Porque mientras los alemanes pensaban importar al puerto de Nueva York tan sólo unos cinco Porsche 356 al año… El concesionario de Max Hoffman reclamaba cinco por semana a la fábrica de Stuttgart.
Así las cosas, lo cierto es que la fórmula de un ligero y exótico deportivo europeo funcionó estupendamente dentro de un mercado repleto de pesados convertibles con suspensiones de largo recorrido. Algo que, en términos de pilotaje, daba un prestigio evidente a los conductores de Porsche. Un hecho que se amplificó en 1954 con el espartano 356 Speedster. Demostrando que resulta más meritorio manejar en curvas un ligero y nervioso motor colgado tras el eje trasero que en rectas un enorme cubicaje de respuesta lenta como el de los vehículos de Detroit.
Sin embargo, lo cierto es que Porsche también ensayó la posibilidad de competir en un segmento de vehículos más prácticos. ¿Pero cómo? Ofreciendo un modelo de cuatro plazas. Una idea plasmada en 1951 con el proyecto Type 530, el cual consistió en un 356 con el chasis ligeramente alargado. A priori una idea interesante, pero que finalmente acabó sepultada por los malos augurios dados en los estudios de mercado. Curiosamente una historia parecida a la que General Motors experimentó con el 4-Place Vette. El prototipo con el que Chevrolet imaginó un Corvette de cuatro plazas.
PENSANDO EN UN CORVETTE DE CUATRO PLAZAS PARA LA SEGUNDA GENERACIÓN
En 1953 General Motors presentó la primera generación del Corvette. El modelo más significativo para la deportividad entendida en clave americana, el cual nació con una carrocería en fibra de vidrio de gran impacto entre muchos pequeños fabricantes europeos. Un elemento novedoso, en claro contraste con su anticuada suspensión de eje rígido y montaje casi artesanal. Características que, sin embargo, no fueron problema para que el Corvette C1 conquistara el mercado americano, pasando de 300 unidades en 1953 a 14.531 en 1962. Último año de producción antes de saltar a su segunda generación con el C2 Stingray.
Llegados a este punto, los directivos de General Motors con Ed Cole a la cabeza sabían que el C2 tenía que ser un coche de venta masiva. Y de hecho lo fue, vendiendo 117.964 unidades en tan sólo los cinco años que pasaron antes de ser sustituido por su tercera generación. Así las cosas, General Motors pensó en hacer un C2 de cuatro plazas para competir así con los amplios Ford Thunderbird “four seat” de 1958 ya que, para ello, tan sólo contaban con el Buick Ribiera que estaba por salir para mediados de 1965. Eso sí, lo interesante de todo esto es que la idea de un Corvette de cuatro plazas no se concibió con el C2 ya presentado.
Al contrario, ya que los primeros pasos del 4-Place Vette se dieron en 1961. Año en el que Larry Shinoda ya había ultimado la carrocería del C2 Stingray Split Window Coupé. Versión cerrada que fue utilizada como base para el Corvette de cuatro plazas cuyo diseño se asignó al departamento de proyectos especiales dirigido por el propio Shinoda. Un diseñador tan importante como maltratado por la industria norteamericana. Con Ford despidiéndolo para luego usar su diseño en el Mustang Boss y AMC apropiándose sin créditos del modelo en arcilla que llegaría a ser el Grand Cherokee.
4-PLACE VETTE. UN PROTOTIPO CÁIDO EN DESGRACIA
Bajo un secreto mayor que el guardado con las versiones Split Window Coupé y descapotable del Stringray, el 4-Place Vette se desarrolló sobre la base de uno de los C2 de preserie alargando 15 centímetros su distancia entre ejes. De esta forma, no sólo se abría el hueco posible para insertar dos asientos traseros. También se hacían más largas las puertas, aumentando la superficie acristalada para generar un habitáculo luminoso. Todo ello haciendo uso de la fibra de vidrio. Un material ligero que, aún así, no impidió que este Corvette de cuatro plazas ganase un peso extra mal visto por los gerentes de General Motors.
Además, aunque las plazas traseras se conseguían con unas butacas individuales aparentemente cómodas… Las pruebas confirmaron que el vehículo no se podría vender como un sedán con doble bancada como su competidor el Ford Thunderbird “four seat” de 1958.
Un coche menos deportivo que el Corvette, pero agraciado con dos enormes y acolchados asientos traseros. Además, la aparición en otras marcas de General Motors de modelos similares a lo que podría haber sido el Corvette de cuatro plazas hicieron que para 1963 se cancelase definitivamente el proyecto del 4-Place Vette.
Una pena, ya que lejos de ser una simple anécdota el Corvette de cuatro plazas pudo haber estado más cerca de la producción en serie de lo que pensamos. En primer lugar por haber surgido del todopoderoso Ed Cole. Pero también por desarrollarse en unas fechas que lo hubieran permitido salir con el resto de la gama C2 Stingray. No obstante, el 4-Place Vette quedó en una nota al pie en la amplia historia del Corvette. Más aún cuando, tras languidecer varios años en un almacén de Chevrolet, fue finalmente destruido.
Fotografías: General Motors / Ford