Cuando en 1953 Chevrolet comenzó a fabricar el Corvette, éste era su primer modelo deportivo. Aunque en un primer momento estuvo de fracasar, rápidamente se convirtió en uno de los coches más emblemáticos de la historia; un automóvil de leyenda desarrollado a través de siete generaciones y decenas de preparaciones.
Este antecesor de los muscle car ha sido fabricado bajo multitud de apariencias, algunas de ellas no sólo basadas en un simple restyling de la carrocería; desde ensayar con elegantes formas futuristas como en el caso del XP-87 “Stingray Racer” hasta el imponente ZL-1, la saga Corvette cuenta con no pocas rarezas de ensueño.
Y de todas ellas… Hoy vamos a enseñaros dos que cuentan una historia truncada: La de como, aún siendo uno de los deportivos más icónicos del motor americano, las unidades específicamente diseñadas para competición no tuvieron éxito en los circuitos. Dos Corvette de carreras que, no por constituir material defectuoso, dejan de ser realmente espectaculares: Se trata del SS 1957 y el Grand Sport 1963, ambos reunidos en la exposición Duntov’s Stealth Fighters, en el Revs Institute de Florida.
ZORA ARKUS-DUNTOV Y SUS CORVETTE DE CARRERAS
Zora Arkus-Duntov es un nombre conocido para los seguidores del motor americano. Al fin y al cabo, muchos lo conocen como ‘el padre del Corvette’; un título que, aunque sea compartido con otros responsables de la General Motors como Harley Earl, reconoce los méritos de este intrépido ingeniero y piloto que consiguió escapar de los nazis en una Europa en guerra.
Una vez lanzado el Corvette en 1953, Duntov estaba enfrascado en la tarea de adaptar unidades de serie a la competición. Por lo que parece la idea no le entusiasmaba demasiado, siendo más bien proclive a construir coches pensados para las carreras desde cero pero… Ya se sabe que dónde hay patrón, no manda marinero, y los ejecutivos de la GM no estaban realmente interesados en la inversión.
Harley Earl compartía con Duntov la misma idea, pero sabía que éste no se atrevería a enfrentarse públicamente con la dirección de la empresa. Así que… Le tendió una curiosa trampa, basada en explotar uno de los peores demonios que albergamos dentro: El orgullo. ¿Cómo? Pues poniendo en medio del estudio de diseño un radiante Jaguar D-Type, retando a Duntov a hacer un deportivo aún mejor que el ya de por sí perfecto felino británico.
Como si de un adolescente impulsivo se tratase, Duntov cayó en la estrategia de Earl y empeazó a diseñar y construir un coche de carreras a espaldas de una General Motors que, cuando lo descubrió, ya no pudo más que aceptar la bendita creación de una de sus grandes firmas. Y bueno, aunque el proyecto no nació de la manera más ortodoxa, lo cierto es que Duntov puso un gran ímpetu en el mismo ya que, como declaró en varias ocasiones, su objetivo eran las 24 Horas de Le Mans.
CORVETTE SS: UN EXTRAÑO HÍBRIDO FALLIDO
Así las cosas, se empezó a desarrollar una futurista carrocería fabricada en aleación ligera con formas que estaban a medio camino entre las del D-Type y las del Corvette. Un logro de ligereza y personalidad que fue montado sobre un chasis tubular que Duntov copió con descaro del que equipaba el Mercedes 300-SL.
Y para motorizar semejante bólido… Una propulsor evolucionado a partir del V8 de 4’6 litros que montaban la mayor parte de los Corvette de primera generación, modificado en este caso para ofrecer 310CV y una velocidad máxima de entre 230 y 251 km/h. Como ves, GM alumbró un primer prototipo que no apuntaba malas maneras para poder ser un digno competidor en Le Mans. Sin embargo… Las cosas no eran tan fáciles.
Su estreno se planificó para las 12 Horas de Sebring de 1957; tan sólo dos días antes no se sabía si el coche iba a poder correr, y aunque los mismísimos Fangio y Stirling Moss lo probaron con no malos resultados… Lo cierto es que en la propia carrera un primer piloto sólo pudo completar 22 vueltas antes de entrar a boxes declarando que aquel coche era inconducible. Lo relevó otra unidad que sólo pudo dar una vuelta más hasta que Ed Cole -jefazo de GM presente en el circuito- ordenó retirar el automóvil.
El enorme calentamiento del habitáculo y del motor, los constantes problemas de frenos y el comportamiento inestable e impredecible del bastidor hicieron que la historia del Corvette SS, lejos de llegar hasta Le Mans, se quedara en un recorrido de 23 vueltas por el circuito americano antes de ser donado al Indianapolis Speedway Museum. Eso sí, pocos coches pueden decir que con tan breve historia han sido conducidos por manos tan capaces.
DUNTOV NO SE RINDE: EL CORVETTE GRAND SPORT
A pesar del rotundo fracaso, Duntov era uno de esos personajes exiliados de una Europa en guerra que aterrizaron en los EE.UU ávidos de protagonizar su propia ‘epopeya del Nuevo Mundo’. Vamos, un tipo resolutivo y con más moral que el alcoyano incapaz de tirar la toalla. Es por ello que cuando en 1962 los Shelby Cobra empezaron a derrotar en las pistas a los Corvettes preparados por Duntov… El orgullo le volvió a picar en el ánimo.
Aunque la General Motors no quería ni oír hablar de invertir en competición más que lo necesario para hacer algunas modificaciones sobre los autos de serie, a Duntov le comía la moral ver cómo los ligeros bólidos de Carroll Shelby se llevaban todos los laureles. Así que, convencido de que podía crear un Corvette 450 kilos más ligero que el de serie, se lanzó a construir las 125 unidades necesarias para su homologación.
Obviamente, y como si fuera un chiquillo desobediente, volvió a hacer esto a espaldas de la General Motors y dentro de sus propias instalaciones. ¿Qué ocurrió? Pues que como si se tratara de un profesor descubriendo a un alumno haciendo gamberradas en los baños del colegio, a Duntov lo pilló con las manos en la masa el ejecutivo jefe Frederic G. Donner cuando aún estaba por la 5ª unidad.
Obviamente el proceso quedó paralizado y los coches repartidos entre equipos de marcas filiales a la General Motors y un concesionario de Chicago que no sabemos qué haría con un coche no homologado para la circulación. No obstante, Duntov no se rindió del todo y siguió empeñado en que el Corvette Grand Sport intentara vencer a los infalibles Shelby Cobra.
Para ello se alió con un magnate del petróleo bajo el amparo de una General Motors que -inexplicablemente- le permitía toda suerte de proyectos personales. Se volvieron a juntar bajo el mismo techo tres de las cinco unidades -una de ellas simplemente en el chasis- que fueron equipadas con motores V8 de unos ¡6 litros y 485CV! Una locura que hacía sentir incómoda a una GM que veía como Shelby protestaba por la presencia de estos vehículos ilegales en la carrera de Nassau de 1963.
Allí dos de los Corvette Grand Sport quedaron en segundo y tercer lugar respectivamente, y sin embargo… A Duntov se le había permitido ir demasiado lejos en su pasión por la competición. Ni General Motors había cambiado de idea ni la forma en la que habían salido las cosas era una buena campaña de imagen para la empresa.
El proyecto del Grand Sport se cerró y con él la segunda intentona de Duntov por hacer las cosas a su manera dentro de una estructura en realidad tan planificada y compartimentada como es la de uno de los mayores fabricantes de automóviles del mundo. Todo un carácter el de este ingeniero belga de orígenes judíos rusos, emigrado a los EE.UU cuando los nazis casi le echaban el guante en el sur de Francia pero que representa, a la perfección, el espíritu indómito e individualista de la aventura americana.