La noche del 30 de septiembre de 1938 el Reino Unido y Francia doblaban la rodilla ante las aspiraciones de la Alemania nazi con la firma de los Acuerdos de Múnich. Un documento tejido entre el miedo, la cautela e incluso la complacencia de ciertos líderes aún ciegos ante el peligro expansionista representado por Hitler y sus acólitos. En sus líneas, las potencias vencedoras de la Primera Guerra Mundial aceptaban la anexión por parte de Alemania de la región de los Sudetes. Un primer asalto a la soberanía de Checoslovaquia, el cual no fue más que el prólogo a su invasión completa sólo un año más tarde.
Así las cosas, resultaba obvio que el poderío industrial de la Alemania nazi tenía como único fin desatar la guerra. Un hecho que algunos tardaron en ver, intentando contener a una bestia que aprovechaba el tiempo para armarse hasta los dientes. En ese sentido, el desarrollo de la ingeniería de guerra germana experimentó un crecimiento sólo comprensible en un país gobernado por la tiranía. Algo que fue especialmente visible en el campo de la aviación, con la Luftwaffe pretendiendo el dominio de los cielos en Europa. De esta forma, los aviones de la fuerza aérea nazi contaron con sorprendentes avances como la inyección de combustible.
Una mejora especialmente sensible a grandes alturas, la cual aumentaba el rendimiento del motor al mejorar su alimentación. Implantada con éxito en los Messerschmitt BF 109, su uso después de la contienda tuvo una aplicación masiva al automóvil empezando por los Gutbrod Superior y Goliath GP700. Utilitarios germanos de 1952 a los que siguió dos años después el radiante Mercedes 300SL. Modelo que popularizó definitivamente la inyección de combustible entre los automóviles de serie logrando un gran impacto en los fabricantes de vehículos prestacionales como GM con su Corvette.
ROCHESTER RAMJET. INYECCIÓN DE COMBUSTIBLE PARA GENERAL MOTORS
Al mismo tiempo que en Alemania dos pequeñas empresas aplicaban la inyección de combustible al automovilismo, en los Estados Unidos Ed Cole se convertía en el ingeniero jefe de General Motors. Proveniente de Cadillac, su historial tiene como principal logro el diseño de los míticos Small Block. Pero también su empeñó en aplicar la inyección de combustible al automovilismo americano. Particularmente a través de Chevrolet, la cual encajaba con sus potentes Corvette en la idea de mejorar el rendimiento gracias a una mejor combustión.
De esta forma, Ed Cole trabajó junto a John Zolda y Arkus-Duntov -máximo responsable del Corvette- en la inyección de combustible durante unos cinco años. El resultado fue el Rochester Ramjet. Un sistema puramente mecánico, basado en señales de vacío y presión para medir los flujos que se ofertó como opción en los modelos más prestacionales de GM a partir de 1957. Formado por un medidor de aire y otro de combustible, este sistema gestiona la inyección de combustible a través de señales de presión y vacío logrando más potencia y mejor respuesta.
De esta forma, el V8 Small Block en su versión de 4’6 litros montada en el primer rediseño del C1 subía hasta los 283CV. Menos de lo que podía dar en las pruebas de laboratorio, pero suficiente para mover los poco menos de 1300 kilos del modelo. Así, el Rochester Ramjet fue una opción en los Corvette hasta 1965, complementando también la gama de modelos como el Pontiac Boneville. Sin duda excelentes ejemplos de la deportividad en sentido norteamericano. Con motores potentes muy fuertes desde bajas vueltas montados en chasis pensados para rodar sobre rectas llanas.
CORVETTE SUPER SPORT SHOW CAR
Que los Estados Unidos son la meca del espectáculo no es nada nuevo. Por ello cada lanzamiento de un nuevo modelo se convierte en un acontecimiento mediático bien estudiado desde el ámbito de la publicidad. Hecho que en los últimos se ha atenuado debido al declive de la industria automotriz en aquel país, pero que en los dorados cincuenta contaba con exhibiciones como la GM Motorama. Una muestra promocional ambulante con la que el conglomerado industrial mostraba su gama junto a llamativas piezas únicas creadas para la llamar la atención de prensa y público.
De esta forma, el lanzamiento de la inyección de combustible Rochester Ramjet en 1957 se hizo a través de un Corvette C1 modificado. Un modelo al que el departamento de diseño de GM aplicó multitud de detalles futuristas en el estilo de la fiebre espacial del momento. Siendo el más llamativo la eliminación del parabrisas para la inclusión de dos pequeñas pantallas en plexiglás. Detalles realmente deportivos que posibilitaron la rápida venta de la unidad tras completar su gira de exhibición en el GM Motorama.
Momento en el cual es adquirido por un entusiasta del pilotaje, quien lo acaba estrellando contra un poste telefónico en el transcurso de una carrera en 1960. Tras el accidente, este Corvette C1 con inyección de combustible permaneció abandonado en un garaje hasta su rescate en 1997. Una feliz noticia, más aún al ir complementada con una minuciosa restauración que ha merecido el premio de la Asociación Nacional de Vehículos Históricos de los Estados Unidos. Además, también logró la máxima mención en el Amelia Island 2017 dentro de la categoría de preservación de automóviles significativos.
Una historia mucho más agradable y pacífica que la de los inicios de la inyección de combustible. Además, en este caso continuará con la subasta que Mecum organizará en el próximo enero con este Corvette como uno de los principales protagonistas.
Fotografías: Mecum