La Llotja de Sils, la feria de vehículos de colección más antigua de nuestro país, tiene mayor impulso desde 2012. Ese año se mudó de la polvorienta estación ferroviaria a la urbanización Mallorquines, en cuyos 50.500 metros cuadrados hay espacio para todos.
Ya van 37 ediciones desde aquel ya lejano 1978. En aquel año, el abuelo Salvador Claret i Naspleda preparó, junto a un grupo de coleccionistas y amigos, un autojumble al aire libre, al estilo de las ferias que ya conocían en el sur de Francia.
De entrada gratuita, los aficionados ni siquiera tienen que pagar por aparcar. Y nadie puede quejarse de falta de espacio, ya que al lado hay un parking de 17.000 metros cuadrados.
En resumen, una feria amable y de mínimo gasto para visitantes y expositores. Y que además se puede acompañar de la visita a la siempre atractiva Colección de Automóviles Salvador Claret.
Ya en la tarde del viernes 6 de junio, había llegado la mayoría de los más de trescientos expositores. Y durante la tarde, se dedicaron a descargar y colocar el género, una labor bastante más trabajosa de lo que los entusiastas se creen.
Con nada menos que 2,8 kilómetros netos de stands, seguro que a muchos no les dio tiempo a recorrer todo el recinto ferial. A lo más, podrían descartar aquellos puestos que no tenían lo buscado.
Y es que, en la Llotja, además de piezas de repuesto para coches clásicos y para motor clásicas, también había en venta vehículos de los tipos más variados.
Desde un Seat 850 Especial Cuatro Puertas de 1971, por el que pedían 2.500 €, hasta cientos de motos clásicas, bicicletas añejas e incluso motores estacionarios y aperos de labranza.
En este sentido, es vital la cercanía a la frontera francesa. Gracias a ello, se propicia año tras año la asistencia de numerosos comerciantes del país vecino, que acuden con género poco habitual por estos lares.
De hecho, en la tarde del viernes hubo personas que se acercaron a la zona y pudimos ver cómo se vendía por 300 € un pequeño autobús de feria, a falta de parabrisas y necesitado de un repaso. ¡Quién fuera niño otra vez!
Variedad al aire libre
A las 9 de la mañana del sábado, se abría al público la Llotja, que una hora más tarde ya tenía el típico ambiente de la compraventa.
También había stands que vendían herramientas, así como antiguas revistas del motor o manuales de instrucciones veteranos. En resumen, que según se paseaba era posible encontrar los artículos más inesperados.
Igualmente, quien buscase una camiseta de su marca favorita iba a toparse con ella. Y lo mismo sucedía al que deseaba llevarse a casa la miniatura de sus clásicos preferidos.
De Francia habían llegado infinidad de ciclomotores, scooters y bicicletas, que permanecían acumulados en batería hasta que alguien se interesase por ellos.
Subido al remolque y junto a un tándem añejo, esperaba nuevo propietario un Peugeot 403 Familiale de 1958. Su dueño francés pedía por él 2.000 €.
Sin duda, un precio bajo para lo que estamos acostumbrados, aunque su pintura estaba mate, tenía algunas abolladuras y sea necesario efectuar la tramitación para matricularlo como vehículo histórico.
Más adelante, nos topamos con una hilera de youngtimers y clásicos en venta, tales como un Ford Capri 2.0 S (4.000 €), un Renault Fuego con 74.000 km (3.000 €) o un Opel 1900 GT (10.000 €).
En cambio, nos atrajo más por su buena restauración un Seat 600 Descapotable de 1960, pintado en un poco visto color salmón que era original en aquellos años. Por él pedían 11.000 €.
Con matrícula de Ciudad Real y un interior tapizado con absoluta fidelidad al suyo de serie, daba gusto contemplar un Seat 600 Normal sin añadidos estrafalarios.
Pioneros, veteranos y ¡tractores!
Otro modelo en venta bastante más antiguo era un Citroën 5 CV Cabriolet de 1924, matriculado en Tarragona y cuyo dueño desea recibir 18.000 € a cambio.
También era interesante un Peugeot 186 de 1929, con carrocería tipo Torpedo Comercial y que conservaba su pintura marrón. Necesitaba rehacer la capota y su carrocería precisaba una ligera restauración. Y su precio de 3.300 € era razonable.
De la misma manera, era llamativo el coche más antiguo en venta, por el que quería 22.000 €. Se trataba de un La Ponette francés de 1907, propulsado por un motor Ballot de un cilindro y acoplado a una caja de cambios de dos velocidades.
Argemí Delpuy, coleccionista de tractores antiguos, generaba ambiente con su añejo Lanz de 1952, fabricado en Mannheim (Alemania). Dotado de un motor dos tiempos diesel de un único cilindro, se acumulaba el público cuando lo ponía en marcha.
Otro imán de curiosos y cámaras de móviles era un Seat 1400 Furgoneta de 1958, en venta sin precio a la vista. Con visibles muestras de óxido, carecía de motor, cambio y eje delantero, que su dueño ya había restaurado y guardado.
Y avanzada la mañana, apetecía reponer fuerzas en cualquiera de los dos bares. Para ello, la organización contactó con la peña local del Barça, que tenía precios económicos. Por ejemplo, un café 1 €, una caña de cerveza 1,5 € y un bocadillo 3,5 €.
Reanudando el paseo, nuevos stands de repuestos, que eran los más visitados por los aficionados. Hasta encontranos con tres populares en venta: un Fiat 500, un Renault 4/4 y un Renault Dauphine, los tres con placas francesas.
De ellos, el Dauphine de 1961 destacaba por su estado de conservación, sin haberse restaurado jamás. Con sólo 31.000 km recorridos, pronto se vendió por 4.500 €.
Finalmente, señalar que la organización propició una colecta voluntaria a favor de Cáritas, que logró entre los asistentes una suma de 1.515 € para ayudar a las personas más necesitadas.