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Crónica de un viaje Granada – París en un Citroën GS

Con el fin de llegar a París en un Citroën GS de 1975, tres amigos salieron de Granada armados de valor y paciencia en uno de los muchos viajes en clásico que ya han realizado juntos.

Casi 1.700 kilómetros es la distancia que separa Granada de la capital francesa, cifra que puede llegar a asustar hasta a los conductores que dicen enfrentarse a la carretera con todas las comodidades de un coche modernos. Pero no es el caso para Javi, Laura y un servidor, que, habiendo toreado en plazas peores, pero pasándolo siempre en grande salimos a la aventura el 22 de octubre con un Citroën GS como medio de transporte.

El primer trayecto era cubrir Granada – Madrid a ser posible en una mañana, una primera etapa que yo tuve que hacer en mi relativamente moderno Fiat Panda de 2004. Cuando apenas llevábamos un centenar de kilómetros recorridos podía ver que algo raro pasaba con el GS, ya que sus ocupantes llevaban un buen rato dando unos botecitos extraños, aunque el coche desde fuera parecía ir bien.

No tardamos pues en parar pocos metros después de cruzar la frontera con Andalucía. La suspensión delantera del GS se había quedado abajo y no reaccionaba, de ahí los saltitos en el habitáculo. Por un momento parecía todo perdido y que el viaje no iba a poder continuar, pues nuestros conocimientos de hidroneumática eran prácticamente nulos.

Por esa razón hicimos una ronda rápida de contactos de amigos dueños o conocedores de estos Citroën, y aunque nos dimos cuenta de que conocemos a menos de los que pensábamos dimos con el adecuado. Javier Pérez Carrasco de Badajoz y entusiasta de la marca nos dio la clave para continuar la marcha, un pequeño purgador de aire en la esfera central hizo que la suspensión regresase a su sitio.Citroën Gs burgos

Inmediatamente después continuamos hasta Madrid, con una breve parada para comer, para ya al anochecer estar en el municipio burgalés de Lerma, donde ya hicimos una parada en nuestro viaje al norte de España con el Mercedes W115 el año pasado. A la mañana siguiente paramos a desayunar en el castillo de Landa y continuamos por la antigua carretera de Francia.

EL GS LLEGA A FRANCIA

Tras toda una mañana conduciendo y atravesando los maravillosos paisajes de País Vasco llegamos al paso fronterizo con Irún, pero antes de adentrarnos en el país vecino una larga cola de coches con matrícula francesa echando gasolina en una estación de servicio próxima a la frontera nos hizo pensar que probablemente fuese una buena idea repostar una última vez con precios españoles.

Una vez en Francia la primera parada fue una playa de San Juan de Luz donde improvisamos un picnic y continuamos hasta Biarritz para comprar algo en un supermercado. Después nos adentramos en autopista, pero tras tres peajes consecutivos en apenas unos kilómetros decidimos continuar el trayecto solo por nacionales.

Javier Romagosa ya nos había informado de que el camino hacia París sería largo y un tanto aburrido, pero un alto a mitad de camino para pasar la primera noche en Francia vino bien para reponer fuerzas, y en esta ocasión nos alojamos en Burdeos, donde el coche fue el centro de muchas miradas, a la vez que un residente de la ciudad nos vaticinó un éxito tremendo en nuestro viaje ya que hace años que no se ven GS por las calles.

UN HIDRONEUMÁTICO EN PARÍS

A la mañana siguiente continuó la ruta por carretera nacional con destino París. El camino era largo y no hubo grandes sobresaltos, más allá de la ya típica parada con picnic improvisado para comer y los turnos equitativos entre los tres conductores. Ya anocheció cuando el campo se convirtió en ciudad, y muestra de ello era que estábamos inmersos en el primer atasco desde que habíamos pisado Francia.

Un tanto desesperados por las largas horas que habíamos pasado en el coche aquel día en mitad de la autovía urbana un haz de luz nos sorprendió; la Torre Eiffel saludaba en la distancia al Citroën nacido en Vigo. Tras la llegada al hotel dejamos el coche en un parking en el que el GS pudo conocer a unos parientes parisinos, un Citroën BX y un AX que yacían inertes en una polvorienta esquina.

A la mañana siguiente decidimos recorrer la ciudad en el Citroën GS, aprovechando el radiante día con el que amanecimos y que las previsiones del tiempo dijeron que iba a estropearse. Recorrimos los Campos Elíseos y rodeamos el Arco del Triunfo para finalmente llegar a la Torre Eiffel, esa misma que se iluminó por primera vez con el apellido Citroën y que hoy traía una de sus creaciones a sus pies llegada desde Granada.

El coche llamó mucho la atención a su paso por la capital, algo que no es de extrañar ya que apenas vimos ningún otro coche clásico en funcionamiento en ningún otro lugar de Francia durante nuestro viaje, con la excepción de algún 2CV que realizaba tours, pero ni rastro de otros coches de época que en su momento adornaban las calles de la ciudad del amor. Achacaremos esta ausencia a que era un día entre semana.

REGRESO A ESPAÑA

Tras una noche más en París en la que el coche pudo descansar, emprendimos nuestro regreso a España, recorriendo gran parte de la ruta ya hecha, pero a la inversa, hasta desviarnos con dirección Lérida. Nos dirigíamos al pueblo devastado por la II Guerra Mundial de Oradour-sur-Glane cuando nos encontramos con unos chicos jóvenes que circulaban en un R4 al que no le funcionaban los intermitentes y que nos obligaron a parar a hablar con ellos como bien pudimos.

Poco tiempo después el Citroën GS comenzó a hacer un ruido bastante extraño al pasar por los baches, y a partir de ahí empezó a agravarse un problema que tenía con la dirección desde hacía kilómetros; al girar mucho a la derecha el coche tendía a desestabilizarse inclinándose de manera brusca hacia un lado, para luego hacerlo hacia el otro cuando se corregía la trayectoria.

Por esta razón no quedaba otra que tomar precauciones y aminorar la marcha, especialmente teniendo en cuenta que estaba lloviendo. Pasamos una última noche en Francia y a la mañana siguiente nos dirigimos hasta Carcasona, pero ya habían cambiado la hora y con tal de conducir de noche lo menos posible la parada allí fue un visto y no visto.

Conducía yo entonces atravesando los Pirineos en una carretera que hacía que toda mi concentración estuviese centrada en la conducción, y que en cualquier otra situación hubiese disfrutado mucho. Tras una larga ruta que parecía interminable llegamos a la frontera en Puigcerdá donde no pudimos evitar contener la emoción y darnos un abrazo por la hazaña lograda.

Llegamos al alojamiento el Lérida y valoramos daños; el coche iba a peor y había dejado lisa una de las ruedas, por lo que a la mañana siguiente decidimos cambiarlas de lado y encomendarnos a San Cristóbal. Pese a que nos llovió bastante, el GS logró finalmente llegar a Madrid despacio y con buena letra, pero continuar los cuatrocientos kilómetros que quedaban hasta Granada era un acto temerario, ya que la holgura no había hecho más que empeorar. Así pues, tras casi 3.000 kilómetros recorridos el heroico GS se subió a una grúa en Madrid esperando la merecida reparación, mientras que estos tres mosqueteros de las cuatro ruedas piensas a qué coche le toca después.

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Escrito por Javillac

Esto de los coches le viene a uno desde niño. Cuando otros críos preferían la bicicleta o el balón yo me quedaba con los cochecitos de juguete.
Recuerdo aún como si fuese ayer un día en el que nos adelantó un 1500 negro por la A2, o la primera vez que vi un Citroën DS aparcado en la calle, los paragolpes cromados siempre me han gustado.

En general me gustan las cosas anteriores a la época en la que yo nací (hay quien dice que estoy reencarnado), y en el top de esa lista están los coches, que junto a la música, hacen la combinación ideal para un rato perfecto: conducción y una banda sonora acorde al coche correspondiente.

En cuanto automóviles me gustan los clásicos de cualquier nacionalidad y época, pero como mi debilidad están los coches americanos de los 50, con sus exageradas formas y dimensiones, razón por la que mucha gente me conoce como "Javillac".

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