No sé si será el pensamiento generalizado de la afición, pero a mí ese tipo de lugares siempre me han parecido algo imposible de encontrar en nuestro país… Hasta que un día apareció el que hoy traemos a estas líneas: un cementerio de coches clásicos en España.
Es cierto que no se cumple lo del paisaje desértico, ni lo de las enormes cantidades de «chatarra» -allí había “solo” unos 25 coches-. Eso sí, es un cementerio de máquinas con medio siglo o más de antigüedad y todas ellas con sus matrículas originales españolas. Para mí, eso le da un extra de encanto.
PÁSIÓN POR EL ÓXIDO
Sin embargo, para dar con este lugar anclado en el pasado no hubo más remedio que recurrir a la informática. Y tengo que reconocer que no soy demasiado adepto a eso de las nuevas tecnologías, pero en este caso han sido fundamentales.
Si no fuera porque uno hace de vez en cuando el “friky” por las redes sociales, este reportaje no habría sido posible. La cosa comenzó cuando un amigo de Cataluña puso en su perfil una foto muy interesante. Ésta, de baja calidad y hecha con un teléfono móvil, mostraba unos cuantos coches anteriores a 1940 amontonados en un descampado y con un aspecto más bien malo.
Por simple curiosidad y por ese interés que tenemos casi todos los aficionados hacia el óxido, pregunté por más detalles sobre aquel misterioso sitio. La primera información recibida fue que “estaban por mi zona”. Acto seguido me fue proporcionado el teléfono de quién le había pasado la foto a él. La cosa se ponía interesante.
Echándole algo de morro, llamé a aquel número de teléfono y me dispuse a preguntar por más información. Me atendió al instante un hombre llamado Antonio, que no solo no se molestó por mi llamada sino que con suma amabilidad me invitó a visitar el lugar. Iba a ser desmantelado justo unos días después, por lo que no tenía demasiado margen de tiempo.
«¿Cómo es eso?», pregunté yo alarmado. “No te preocupes, que los coches van a un lugar mejor” me contestó mi interlocutor. La explicación era sencilla: estaba hablando con Antonio Crespo, un conocido aficionado de la zona de Jaén que regenta un taller de restauración de clásicos en la pequeña localidad de Caleruela.
Según me dijo, el solar estaba ubicado a las afueras de Albacete capital. Él mismo había adquirido el lote y se disponía a recogerlo a finales de aquella misma semana. “¿Te quieres venir a hacerle unas fotos al sitio antes de que desaparezca? Creo que merece la pena”.
Como es evidente, pensé que no se podía desaprovechar la oportunidad. Un lugar así ya no es fácil de encontrar -más bien imposible- y a este en concreto le quedaban horas contadas después de largos años de abandono.
AFICIÓN EN EXCESO
Como en todo, la existencia de este sitio a día de hoy también tiene su explicación. No se trata de una chatarrería que lleva abandonada desde los años 60, aunque lo parezca. Lo que vemos son los “restos” de una gran colección de automóviles clásicos de un aficionado albaceteño.
Como les pasa a muchos coleccionistas, comenzó a reunir una gran cantidad de autos hasta que estos sobrepasaron sus posibilidades de almacenamiento. De este modo, una pequeña parte de la colección vino a parar a este descampado, cuando incluso en algunos casos ya se habían comenzado los trabajos de restauración.
Esto explica la rica variedad cromática que puede verse en las fotos. Se debe en algunos casos a que varias de las capas de pintura de los coches ya habían sido sometidas a un proceso de lijado como primer paso de la reparación.
El grupo de automóviles que fue “condenado” a la intemperie durante tantos años -cerca de 30- fueron los considerados menos valiosos o comunes de la colección. Aunque si nos fijamos bien, hay algunas piezas interesantes.
UN CITROËN DE PRIMERÍSIMA SERIE
Lo más antiguo que encontramos es un chasis semienterrado en la maleza correspondiente a un Citroën B-10 de principios de los años 20. Está ya prácticamente inservible más que como adorno decorativo.
Siguiendo con la marca francesa, lo que más llamaba la atención a primera vista eran las dos furgonetas modelo “H” de los años 50, ambas en un estado muy deficiente. El furgón cerrado portaba una matrícula “PMM” que indica origen ministerial. La otra unidad estaba carrozada como grúa y en su día debía ser preciosa. Aún se podían leer las ajadas letras de color amarillo que indican “servicio Citroën” en sus laterales.
En nuestro particular cementerio de coches clásicos, también había tres Citroën Traction. Un ex taxi de Madrid del que sólo quedaba el chasis y uno con la carrocería desnuda y retorcida. El tercero, bastante completo, probablemente se merece una restauración. Y decimos esto a pesar de su mal estado porque este ejemplar, matriculado en Málaga en octubre de 1934, no es un Traction “normal”.
A simple vista vemos que se trata de una unidad de las primeras series por detalles como el capó o las llantas… Si tenemos en cuenta que este mítico modelo se presentó al público el 18 de abril de 1934, quizá sea este el ejemplar más antiguo que se conserva matriculado en España.
LOS VIEJOS FORD
Siguiendo con el resto de coches presentes en nuestro cementerio de coches clásicos, hay que destacar el número de Ford, con 5 unidades. El primero que se veía al entrar era un modelo A, en este caso un sedán “6 ventanas” de 1928. Prácticamente no le quedaba nada aprovechable, salvo el chasis y su preciosa matrícula trasera de Barcelona.
Por orden cronológico, el siguiente era un Ford Y de 1934 de los fabricados en grandes cantidades en Barcelona por Ford Motor Ibérica, muy incompleto. El resto eran todos correspondientes al modelo C presentado en 1935. Era conocido en la época como “Ford Cuba” por sus modernas formas redondeadas.
Curiosamente en el descampado se podían ver dos de las tres carrocerías que ofertaba en su día el catálogo original, pues había un sedán de dos puertas y otro de cuatro. Además encontramos un simpático Pick-Up descapotable que no se fabricaba en la factoría barcelonesa. Debió de ser creado por algún carrocero artesano con bastante buen gusto.
Entre todos estos Citroën y Ford se encontraban un Fiat 508 “Balilla” de 1931 muy modificado. También un Plymouth de 1934 enorme y muy incompleto y un Peugeot 203 de los 50 prácticamente inservible. Por último, un Goggomobil T400 bastante completo pero con la chapa en muy mal estado.
LA EXHUMACIÓN EN EL CENMENTERIO DE COCHES CLÁSICOS
Tras hacer a toda prisa unas cuantas fotos del lugar aún intacto, comenzó su desmantelamiento. Antonio contaba en principio con la colaboración de Luis Tomás y un amigo suyo, dos simpáticos aficionados albaceteños que con la ayuda de una ya antigua Chrysler Voyager fueron sacando de allí los primeros coches.
Varios de los que aún rodaban con cierta facilidad fueron movidos sin demasiados problemas por la furgoneta americana, aun a pesar de sus escasas dotes como grúa todoterreno. Hasta que tirando de los restos del Ford A del 28 el embrague dijo basta.
No hubo mayor problema, pues justo entonces llegaron como refuerzos José y Pedro, cuñado y padre de Antonio. Además venían pertrechados con un Opel Frontera que facilitó mucho la tarea de sacar de allí algunos coches que carecían de neumáticos o de dirección operativa.
La escena era de lo más entretenida y, al poco tiempo, congregó allí a no menos de una decena de personas entre ayudantes y curiosos. Ruedas que se negaban a girar, piezas que se quedaban por el camino, polvareda y suciedad levantada por el arrastre de los veteranos autos… todo un espectáculo. “¿Pero qué marcha me lleváis?” espetaban algunos paisanos al percatarse de tan atípico acontecimiento.
Al final de la mañana, no menos de 11 herrumbrosos automóviles habían abandonado el descampado. Iban siendo aparcados en el desierto parking de un antiguo hotel de carretera abandonado, esperando a ser cargados en los trailers que les llevarían de camino a Jaén.
En aquel momento yo no dejaba de maldecirme por no saber utilizar mejor mi cámara fotográfica, pues en persona les puedo asegurar que aquella especie de “concentración fantasma a la hora del café” era merecedora de la mejor inmortalización.
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