Hoy en día son cada vez más las marcas que cuidan de su pasado. De hecho, algunas de ellas han visto en la reivindicación del mismo una forma de mejorar su imagen. De esta manera, desde Peugeot con el e-Legend hasta Renault con su nuevo R5 eléctrico vemos cada vez más ejemplos sobre cómo mirar décadas atrás puede resultar estimulante para las ventas del presente. Algo a lo cual, en verdad, estamos acostumbrados desde hace años gracias a los renovados Mini, Beetle y 500. No obstante, lo cierto es que esto no era en absoluto común allá por los años sesenta. Y es que, al fin y al cabo, incluso las marcas más históricas no contaban más que con algunas décadas en su haber.
Por ello no deja de ser sorprendente la aparición del Alfa Romeo Gran Sport Quattroroute en 1965. Un modelo realizado a imagen y semejanza de los 6C 1750 carrozados por Zagato entre 1929 y 1933, reivindicando así una de las mejores páginas deportivas de la marca tras tan sólo tres décadas después de su aparición. Además, de primeras se podría pensar que estamos ante una réplica no oficial. Algo ideado por la mente de algún taller con visos de hacer negocio satisfaciendo mitomanías. Pues bien, nada más lejos de la realidad puesto que el Alfa Romeo Gran Sport Quattroroute es una creación de la propia marca. No en vano, fue ésta quien produjo los 92 chasis que luego serían vestidos por Zagato ocultando la mecánica de una Giulia TI contemporánea.
Es más, aunque la inspiración vino por un artículo de la revista Quattroute esta réplica se vendió en los concesionarios de Alfa Romeo como parte de su oferta entre 1965 y 1967. De todos modos, más allá de la simple apariencia visual este modelo garantizaba un interesante desempeño deportivo. Obviamente, no estamos hablando del que entregara el 6C original con su motor de seis en línea. Pero sí de uno más vibrante que el ofrecido por la Giulia TI de 1962. No en vano, éste es un vehículo con tan sólo 748 kilos. Más de doscientos menos que los marcados por las versiones menos pesadas de aquella berlina compacta. Si a esto le sumamos la conducción a cielo abierto, tenemos sensaciones fuertes aseguradas.
ALFA ROMEO 6C 1750, FRUTO DE UN NUEVO PARADIGMA
Durante los años veinte se dio uno de los mayores cambios de paradigma en la historia del automovilismo deportivo. Y es que, espoleados por el deseo de ir cada vez más rápido, los motores aumentaron la cilindrada sin un horizonte final. Es decir, en las parrillas de los primitivos grandes premios abundaban peligrosamente las mecánicas grandes y pesadas. Un verdadero problema. Pues aunque el caballaje era positivo, todo lo relacionado con el peso, las inercias y el parar a repostar podía convertirse en un quebradero de cabeza sin solución.
Así las cosas, cuando a comienzos de los años veinte recibió el encargo de remplazar a los Alfa Romeo RL y RM, Vittorio Jano decidió apostar por algo nuevo. Ni más ni menos que un diseño ligero y eficiente basado en el revolucionario P2. Uno de los mejores bólidos de carreras en su época, compartiendo planteamiento con el Bugatti Type 35. Eso sí, en vez de incorporar un motor sobrealimentado con ocho cilindros en línea, Jano dispuso en el 6C un bloque de seis escrupulosamente atmosférico con litro y medio de cilindrada.
No obstante, el 6C se desarrolló a través de una amplia saga a la que, en 1929, llegó el 6C 1750. Dotado de un chasis capaz de flexionarse y absorber mejor las irregularidades del terreno, en este modelo se llegó a un cierto compromiso entre la deportividad – hablamos de un coche que ganó la Mille Miglia el mismo año de su estreno – y el cubrir grandes viajes. Eso sí, en este sentido la última palabra venía dada por la carrocería. Y es que, como era común en aquellos años, el chasis se entregaba desnudo junto a la mecánica.
Llegados a este punto, resulta sencillo comprender porqué el Alfa Romeo 6C 1750 se nos puede aparecer bajo líneas tan variopintas. Sin embargo, lo cierto es que los Gran Sport vestidos por Zagato posiblemente representen la visión más canónica de este 6C. Aquella en la que con más asiduidad se inscribieron en los grandes premios del momento. Configurando el capítulo más exitoso en la historia de este modelo que, desde 1931, vivió a la sombra del imponente 8C. Así las cosas, resulta sencillo entender cómo aún más de tres décadas después no pocos alfistas estaban dispuestos a adquirir una réplica de aquel icónico 6C 1750 Zagato.
ALFA ROMEO GRAN SPORT QUATTROROUTE, NUEVOS MOTORES PARA VIEJOS PELAJES
Echando un primer vistazo al Alfa Romeo Gran Sport Quattroroute hay algo que se confirma al consultar la documentación. No se trata de una réplica exacta. Algo que viene condicionado por el chasis. Tubular y muy diferente en sus dimensiones al de largueros montado en el 6C de los años treinta. Y es que, en este modelo retro de 1965 no se quiso hacer tanto un duplicado como un fiel homenaje. Además, bajo la carrocería encargada por Alfa Romeo a Zagato, se debía alojar la mecánica de una Giulia TI.
Lanzada en 1962, esta berlina compacta claramente deportiva -las siglas Turismo Internazionale dan pistas muy claras- donó al Quattroroute su bloque su Twin Cam Bialbero con cuatro cilindros en línea y 1.570 centímetros cúbicos. Todo ello para alcanzar 92CV que, con ciertos ajustes, podían subir hasta los 106CV. Además, las suspensiones, la transmisión e incluso la dirección también se tomaron de la Giulia TI. Respecto a los frenos, debido a una mayor pureza estética en el Alfa Romeo Gran Sport Quattroroute se dispusieron de tambor en vez de disco. Los cuales, para 1965, ya montaba la Giulia a diferencia de las unidades lanzadas durante el primer año y medio de producción.
Con todo ello, la verdad es que los directivos de la estatal Alfa Romeo confiaron en una mejor cifra de ventas. Más aún al comercializarse en la amplia red de concesionarios de la marca. Sin embargo, lo cierto es que la demanda no fue especialmente notoria. Algo en lo que seguramente interfirió su precio. Un dato que, a cierre de texto, no podemos confirmar de forma exacta aunque imaginamos alto ya que el Alfa Romeo Gran Sport Quattroroute requirió de un chasis propio y una labor cuasi artesanal en los talleres de Zagato. No obstante, ahora que han pasado casi sesenta años desde su presentación estamos ante un clásico más que interesante.
Fotografías: RM Sotheby’s