Hoy en día, el Porsche 911 Turbo es una leyenda dentro de la leyenda, y no sólo en su primera generación, si no en cualquiera de ellas. Tal y como sucede con el Volkswagen Golf GTI, la versión más prestacional ha cobrado una relevancia propia. Pero centrémonos en 930 Turbo protagonista de nuestra historia, un automóvil presentado en 1974 en el Salón de París. De esta forma, se convertía en uno de los primeros automóviles turboalimentados fabricados en serie, una tecnología por la que la marca alemana apostó desde el principio.
Aquel primer Porsche 930 Turbo conservaba la mecánica bóxer de 6 cilindros y 3 litros de cilindrada (código interno 930/50), aderezada con un turbo que llevaba la potencia hasta los 260 CV a 5.500 vueltas. La estética también se transformó a fondo, con un ensanchamiento y un alerón que recordaban a las versiones RSR de competición. De inmediato se convirtió en uno de los deportivos más deseados del momento.
En 1978, llegó la primera evolución, con un propulsor de 3,3 litros (930/60) en el que la cifra de potencia crecía un 15 % y alcanzaba los 300 CV al mismo régimen. El turbo soplaba a 0,9 bares y no entraba en funcionamiento de forma tan brusca, pero el comportamiento seguía siendo delicado. La caja de cambios continuó siendo la de cuatro relaciones, la única capaz de aguantar la enorme cifra de par de 412 Nm a 4.000 vueltas. La de cinco velocidades G50 no llegaría hasta 1989, ya en el final de su vida comercial.
PORSCHE 930 TURBO: UN COCHE QUE EXIGÍA MANOS
Desde el principio, al más poderoso de los nueve once le acompañó su fama de coche complicado de conducir. No es que tuviera problemas de comportamiento, sino que para llevarlo rápido había que ser muy consciente de lo que se tenía entre manos. A los conocidos problemas de aquellos primigenios coches turbo, en los que éste entraba de sopetón, el 911 añadía los suyos propios.
En este caso, la distribución mecánica “todo atrás” del Porsche 930 Turbo aligeraba la dirección en exceso en aceleración, algo a lo que había que acostumbrarse. Además, era endiabladamente rápido. Por supuesto, en aquella época no había ayudas electrónicas que acudieran al rescate del conductor. Éste sólo contaba con su propia pericia al volante para domar a la fiera. Y es que la patada de aquel turbo sigue sorprendiendo hoy en día, para que nos hagamos una idea de lo que era.
Nada de eso frenó las ventas de un modelo, más bien al contrario, pues Porsche despachó 21.589 unidades de aquella primera versión turbo. De ellas, 2.819 correspondieron al modelo de 3.0 (1975-1977) y 18.770 al 3.3 (1978-1989). Además, la marca alemana hizo gala de una habilidad especial para aprovechar incluso el delicado comportamiento para promocionar la versión Turbo.
UNA MUJER INFIEL Y UN AMANTE TORPE
Conocidos son los anuncios del 911 en los que Porsche hacía gala de un particular ingenio. “Si insistes en el aire acondicionado, siempre puedes abrir la ventana a 160 mph -257 km/h-”, rezaba uno de ellos. “Un viaje y entenderás por qué la mayoría de los científicos de cohetes son alemanes”, decía en otra publicidad, aludiendo a la participación clave de Wernher von Braun y su equipo en el desarrollo del Saturn V, el cohete que llevó al hombre a la Luna.
Menos conocida es la historia de cómo Porsche consiguió convertir una infidelidad en una campaña de marketing. Al parecer, una señora estadounidense tuvo la idea de dejar el Porsche 930 Turbo de su marido a su amante. La cosa no acabó bien, pues el coche acabó estrellado y la infidelidad al descubierto, lo que desembocó en el consiguiente divorcio. Uno puede perdonar una infidelidad, pero no que le estampen su flamante Porsche Turbo…
La ya exesposa se vio en la calle, por lo que no tuvo mejor ocurrencia que denunciar ¡a Porsche! debido al comportamiento de su 930 Turbo que había provocado su divorcio. Cabe entender que la señora vio menguado su ritmo de vida y, como solución, decidió que fuera la marca alemana quien le pagara una suculenta indemnización para compensar. No sería la primera vez que en EE. UU. se gana un juicio de este estilo.
EL PELIGRO, LA MEJOR CAMPAÑA DE PUBLICIDAD
El juez encargado del coche hizo su trabajo, es decir, consultó a toda una serie de expertos para que le dieran su opinión al respecto del comportamiento del Porsche 930 Turbo. La conclusión fue que ciertamente el coche tenía unas maneras muy bruscas, por lo que la esposa infiel consiguió su ansiada indemnización. Además, el juez sentenció que la marca debía advertir que “El Porsche 911 Turbo debe ser conducido por manos expertas”.
Evidentemente, la firma de Stuttgart hizo de la necesidad virtud, ya que consiguió que el nueve once más potente fuese visto como un coche casi para pilotos. Es decir, sus compradores ya no eran simples conductores, sino que eran expertos, lo que consiguió disparar las ventas. Quizá la mujer protagonista involuntaria de esta historia mereció más una comisión que la indemnización que obtuvo. Lo que desconocemos es qué fue del amante, quien, a buen seguro, condujo con más prudencia desde el accidente relatado.
La fama de los Porsche 911 Turbo se ha mantenido desde entonces, aunque no la relativa a su “peligrosidad”, que fue disminuyendo conforme mejoraba la tecnología. No obstante, ponerse a los manos de aquellas primera versiones sigue siendo una experiencia que desafía toda la lógica, incluso hoy en día, 50 años después de su presentación.