De unos años a esta parte, las redes sociales están incentivando dinámicas presentes en la propia definición del ser humano. Así las cosas, las interacciones virtuales tienden a crear grupos cada vez más compactos y, dicho sea de paso, polarizados. Una situación preocupante pues, no en vano, en pos de pertenecer a una banda, a una jauría, multitud de individuos ceden de forma acrítica ante modas y comportamientos colectivos donde el odio a un tercero ejerce como factor unificador.
En un ámbito cotidiano, esto resulta especialmente fácil de ver entre las pandillas de adolescentes. Todo un semillero de traumas y maltratos para quien, de una manera u otra, no encaje en la más virulenta del lugar. Asimismo, en política la historia nos ha dejado un reguero de sangre en relación a esta cuestión. Casi siempre, con identidades nacionales de por medio; necesariamente construidas mediante un proceso de oposición a diferentes pueblos, lenguas o etnias.
Dicho esto, lo triste es que, obviamente en un grado mucho menor, estos comportamientos altamente irracionales también se manifiestan en ámbitos tan prosaicos y prescindibles como el del automovilismo. Porque sí, aquí también hay modas, tópicos y lugares comunes con más forma que fondo; ese tipo de argumentos que, abiertos en canal sobre la mesa de análisis, no son capaces de aguantar siquiera un momento la frialdad de un análisis objetivo.
Con todo ello, la cantidad de críticas, mofas y garabatos recibidos por el Fiat Multipla de 1998 ha llegado a ser una de las costumbres más arraigadas entre los actuales aficionados al motor. Pero, qué hay de lógico en esto. ¿Realmente merece estas burlas el que, objetivamente, es un buen coche perfectamente adecuado a su propósito? A este lado del teclado creemos que no y, a través de unas breves líneas, intentaremos demostrar no sólo la inocencia del Fiat Multipla sino, incluso, sus virtudes.
FIAT MULTIPLA, EL RETO DE SER MONOVOLUMEN Y COMPACTO
Puestos a pensar en el concepto de monovolumen, lo más recurrente es poner el inicio del concepto en el despacho de Lee Iacocca allá por los años setenta. Siempre atento al mercado, este directivo intuyó entre las familias estadounidenses la necesidad de un vehículo más amplio, modular y accesible que cualquiera de las recurrentes berlinas. Sobre esta base, el pliego de condiciones dirigido al equipo de diseño derivó en la llamada plataforma S de 1983.
Base para el Chrysler Voyager y el Dodge Caravan, ésta fue el cimiento sobre el cual se asentó el actual concepto de monovolumen. Asimismo, aquellos éxitos comerciales tuvieron su eco en Europa gracias al Renault Espace de 1984; un aliado perfecto para familias numerosas y, a la postre, el abanderado continental de este segmento hasta nuestros días. De todos modos, y aunque la idea de Lee Iacocca era realmente revolucionaria, lo cierto es que adolecía de una longitud demasiado generosa.
Obviamente, esto no era un problema en los vecindarios residenciales de las afueras; tan recurrentes en el modelo urbanístico estadounidense así como obsesivamente copiados por los gestores de nuestro pelotazo inmobiliario. Sin embargo, sí lo era entre quienes tuvieran que moverse por los tortuosos cascos de ciudades históricas en Italia, Francia o incluso España. Con todo ello, el verdadero reto para quienes diseñasen monovolúmenes era el hacerlos sobre la plataforma de un vehículo compacto.
Llegados a este punto, y al menos en lo que se refiere a Europa -Japón siempre ha tenido una gran línea de trabajo a la hora de crear automóviles pequeños con una gran habitabilidad-, quizás la empresa que más experimentó con esto fue Renault. Es más, en 1991 presentó su Scenic Concept con soluciones capaces de poner lo accesible y modular del Espace sobre la base de un vehículo claramente más corto.
Sin embargo, aquello no sólo se quedó en fase de estudio sino que tampoco supo cómo solucionar el problema de incorporar al menos seis plazas reales sobre la base de un modelo compacto. Un pequeño fracaso que, irremediablemente, nos hace poner el foco sobre la otra empresa europea referencial en materia de automóviles urbanos: Fiat.
Y es que, no en vano, ésta ya había hechos sus pinitos con la fórmula de un monovolumen compacto allá por 1956. Año en el que presentó, sobre la base del popular 600, la primera versión del Multipla.
Todo un prodigio en materia de habitabilidad al ser capaz de albergar hasta seis pasajeros repartidos en tres filas de asientos bajo una carrocería con tan sólo tres metros y medio de largo. Justo lo requerido por multitud de familias y taxistas que, hasta bien entrados los sesenta, hicieron de aquel primer Multipla un elemento común en los cascos históricos de Italia.
CAMINO DE UN NUEVO MULTIPLA
De todos modos, aquel diseño supervisado por Dante Giacosa apenas pudo sobrevivir al tiempo debido a la posición de su motor. Además, ni la escasa seguridad brindada a su primera fila de asientos -totalmente expuesta ante un eventual choque- ni el tener que renunciar a la tercera fila de asientos si se quería llevar equipaje ayudaban a mantenerlo en el mercado. Eso sí, de una manera u otra la semilla del monovolumen compacto ya estaba sembrada en Fiat.
Gracias a ello, en 1998 fue presentado el nuevo Multipla bajo una estética realmente llamativa. Primer punto a favor del mismo pues, en en este ámbito cada vez más homogéneo y conservador, este Fiat se atrevió a romper moldes aún bajo el riesgo de ser escasamente aceptado. Además, si nos vamos de la forma a la pura función hemos de reparar en la línea lateral; la cual parte de su polémico escalón frontal para no sólo conseguir una evidente armonía visual, sino también una amplísima superficie acristalada.
Pero, dónde se sitúa la brillantez de este familiar. Bueno, como hemos comentado anteriormente parecía imposible incorporar al menos seis plazas reales dentro de la extensión de un compacto. Sin embargo, el nuevo Multipla lo consiguió ensanchando su habitáculo hasta poder introducir dos filas con tres asientos cada una. Una disposición bastante original que, de hecho, sólo podemos encontrar en otros modelos tan concretos como el Honda FR-V de 2004.
SOBRE LA BASE DE LOS FIAT BRAVO Y BRAVA
Una de las cuestiones más importantes en todo modelo masivo es su necesaria rentabilidad. Para ello los gastos relativos al desarrollo han de ser más bien escuetos, maximizando todo lo posible el uso de piezas ya preexistentes en la empresa. Algo en lo que Fiat es experta, siendo en ella una práctica común la presentación de modelos claramente diferenciados a pesar de estar basados en una misma plataforma.
Así las cosas, la C1 había demostrado su valía desde 1995 gracias a los Bravo, Brava y Marea. Base desde la cual el diseñador Roberto Giolito -actual jefe de diseño en Fiat- ideó al Multipla como un monovolumen compacto con 3.994 milímetros de largo junto a una anchura de 187 centímetros. Además, en un completo alarde de habitabilidad la capacidad del maletero era de 430 litros; ampliados hasta los 1.300 en caso de abatir los asientos.
En suma, sin necesidad de irse más allá del tamaño de un automóvil del segmento C, el Multipla lograba seis plazas reales con un gran espacio de carga y una comodidad evidente. ¿No es esto suficiente para considerar a éste un más que buen diseño?
Asimismo, la primera oferta de motores -un gasolina atmosférico de 1.6 litros con 103 CV y un turbodiésel con 105 CV- arrojaba un brío inesperado en un modelo de estas características. Todo ello complementado con un excelente aplomo gracias a sus suspensiones así como a la propia anchura de los ejes; razones para entender una conducción más enérgica de lo que se pudiera esperar.
Y es que visto a través de su rendimiento, su habitabilidad e incluso, por qué no, su llamativo diseño el Fiat Multipla es un automóvil perfectamente adecuado a sus propósitos. Si a eso le añadimos el ser una especie de monovolumen compacto muy ingenioso, tenemos a un modelo no sólo bueno, sino también digno de aparecer en los anales del automovilismo como un diseño innovador al que tener muy en cuenta. Más allá de modas con olor a jauría, un coche excelente en muchos sentidos.
Imágenes: Renault / Fiat