Sin duda una de las pruebas más duras del automovilismo mundial es el Rallye Safari. Y no sólo para los pilotos que se enfrentan al reto de encontrarse obstáculos imposibles en Europa. Sino también para los copilotos -enfrentados al reto de una navegación muy compleja- y los equipos -obligados a una logística más parecida a la de una exploración que a la de un evento deportivo-. Por todo ello, los resultados siempre son tan imprevistos como necesaria la preparación de unos coches que pueden encontrar lodazales, baches y polvo en suspensión.
Una serie de elementos que criba a los mejores, haciendo que no sólo importe la potencia sino también una robustez a prueba de balas. Razón por la cual el Rallye Safari no tiene entre sus ganadores a mitos como los Alpine A110, Lancia Stratos o Audi Quattro. De hecho, durante sus dos primeras décadas y hasta la llegada del Datsun 240Z con el equipo oficial Nissan el palmarés está dominado por los VW Beetle y Peugeot 404. Sobrios modelos de mecánica sencilla donde incluso se llega a colar un Volvo PV544 en 1965.
Una época de valientes donde pequeños equipos con aguante y maña mecánica eran capaces de retar con éxito a marcas imbatibles en la mucho más profesionalizada Europa. No obstante, durante los ochenta esta tendencia se revirtió completamente con la llegada de los Opel, Datsun/Nissan y Toyota. Un terreno donde Lancia quiso reinar con sus Lancia Delta. No sólo demostrando que este era su coche de rallyes más versátil y definitivo, sino también quitándose la espina de no haber podido ganar nunca el Safari con sus Fulvia.
LANCIA DELTA SAFARI HF INTEGRALE GRUPO A SAFARI. VICTORIA AL FIN
Hasta la llegada de los japoneses, si hubo una empresa automovilística ligada a los rallyes ésa fue Lancia. Alejada de las competiciones sobre asfalto desde que en 1955 la venta de la empresa clausurase Scuderia Lancia, el terreno natural de sus coches de competición fueron las pistas de tierra gracias a modelos como el Fulvia. Un sobresaliente deportivo gracias a su excelente peso y comportamiento, tras el cual llegó una época de alta precisión inaugurada por el Stratos. Posiblemente el primer coche de rallye no adaptado para los mismos, sino pensado desde cero para ganar el Campeonato Mundial.
Así las cosas, hubo unidades del Lancia Fulvia intentando ganar el durísimo Rallye Safari. De hecho, sólo con el equipo oficial se intentó diez veces. Eso sí, echadas atrás por los Peugeot 404. Los cuales sacaban en los desiertos un inesperado rendimiento gracias a lo sencillo de su mecánica para el día a día. Una especie de “mundo al revés”, en el que Lancia llegó a obcecarse tanto que incluso en 1974 lanzó una serie especial del Fulvia demominada Safari. Limitada a 900 unidades, éstas eliminaban los parachoques y remataban diversas partes en negro mate. Detalles que otorgaban un aspecto más duro, pero insuficiente para ganar la prueba.
Más aún cuando desembarcan los más modernos Nissan/Datsun y Ford, reyes de este rallye mientras Lancia iba rumiando su sacudida final. Ésta llegó con la segunda evolución del Lancia Delta Grupo A. La Integrale de 1988, mejorada respecto a la HF 4WD con suspensiones reforzadas de mayor recorrido y una nueva transmisión de seis velocidades. Una máquina perfecta para la época, logrando tanto el título de constructores como el de pilotos. Situación aprovechada por los pilotos Miki Biason y Tiziano Siviero para, al fin, dar a Lancia la victoria en el Safari.
PREPARADO PARA EL RALLYE. UNO DE LOS 17 LANCIA DELTA GRUPO A DE 1988
Obviamente cada carrera necesita de unos reglajes distintos. Un hecho que en el caso del Rallye Safari va más allá, precisando de importantes modificaciones en al menos dos elementos. Por un lado, la carrocería necesita protecciones y refuerzos para los tramos de naturaleza salvaje. Tramos donde puedes atropellar a una cebra, como pasó en este caso y aún queda patente en la zona delantera izquierda. Además, y para aprovechar a fondo la potencia en las rectas, las relaciones de cambio se han de ajustar para generar marchas con un recorrido más largo. Trabajos realizados sobre el Lancia Delta Safari HF integrale de Miki Biason. El número seis de los diecisiete preparados para la temporada de 1988 por Lancia Racing Team.
Con esta preparación, al fin se tomó la salida desde Nairobi el 31 de marzo. Por delante quedaban más de 4.000 kilómetros y 82 puestos de control configurando la que sería una de las ediciones más duras del Safari. Tanto que, de cincuenta y cuatro automóviles inscritos, cuarenta abandonaron por el camino. Algo que nos permite hacernos una idea de la dureza del Rallye Safari. Carácter que le ha dado no poco problemas a la hora de poder ser homologado por la FIA dentro del Campeonato Mundial de Rallyes, del cual ha estado fuera casi la mitad de sus ediciones.
No obstante, Lancia pareció aprender bien las lecciones, repitiendo éxito en 1989 y 1991 antes de ser víctima del impulso de los Toyota Celica Turbo 4WD. Protagonistas de cuatro victorias consecutivas antes de la presencia arrolladora de los Mitsubishi Lancer. Los mayores dominadores del Rallye Safari con 14 victorias. Meritorias al máximo, pero sin duda con unos medios mucho más elaborados que aquellos usados por los pilotos de los Peugeot 404. Un juego de contrastes donde el Lancia Delta Safari HF Integrale aparece como la conquista de la prueba por parte de la marca tras diez intentos con sus Fulvia.
Fotografías: FCA Heritage