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Un demonio llamado Mefistofele

Quizás debió llamarse Leviatán, como sinónimo del gran monstruo de monstruos, pero Mefistofele tampoco le sienta nada mal. Y más teniendo en cuenta que ese nombre hace alusión a un enviado del Maligno para capturar almas; desde luego, las de muchos han sido ya cautivadas por su historia… Y las que quedan aun por caer en la tentación.

Hasta su conversión en demonio, el Mefistofele era un Fiat SB4. Su propietario fue Ernest Arthur Douglas Eldridge, un corredor británico que después de jugarse la vida buscando afanosamente récords de velocidad mediante la mezcla de distintos coches con motores aeronáuticos -además de ingeniero de automóviles, era piloto de aviones-, falleció prematuramente de neumonía a los 40 años de edad. Cosas del destino.

En 1922 empezó su carrera con un Isotta Fraschini que montaba un propulsor de aviación Maybach de 16.5 litros, seis cilindros y 250 CV. Vendido éste con el tiempo a un francés conocido con el sobrenombre de Le Champion, el cazarrecords se pasó entonces a Fiat.

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El motor del Mefistofele sería el de los bombarderos italianos de la terrible I Guerra Mundial
Vídeo credit: Andy Watling, desde Youtube

Su nueva máquina, aunque de menor cilindrada -«tan sólo» 10 litros-, le sirvió para ir consiguiendo pequeños éxitos hasta que, tras sucesivas transformaciones, fue convertida en el SB4 Eldridge o Mefistofele. Un monstruo indomable con el que el piloto británico finalmente consiguió batir el récord de velocidad a kilómetro lanzado el 12 de julio de 1924.

El circuito de velocidad de Arpajon, cerca de París, fue testigo de los 234,97 km/h que alcanzó el Fiat en pista donde, en aquella ocasión, los perdedores de la apuesta fueron René Thomas y su Delage V12 de 10,5 litros y 350 caballos. LLevada a cabo su hazaña, Eldridge vendió también el Mefistofele al enigmático Le Champion, en 1925; sus vidas dedicadas a traspasar los límites de la velocidad no volverían a cruzarse jamás.

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El Récord

Pero volvamos al proceso por el que se transformó un automóvil terrenal en uno del averno. El corredor inglés adquirió el SB4, un vetusto vehículo de competición de 1908 -Fiat compitió al más alto nivel hasta los primeros años 20-, y le cambió el motor original por uno aeronáutico FIAT de casi 22 litros y más de 300 CV que montaban, por ejemplo, los bombarderos italianos Caproni Ca 46.

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Pie de foto
Un SB4 magnificado, listo para batir efímeramente -como era habitual entonces- el récord de velocidad (Cedida por Fiat)

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Sin embargo, para instalar este propulsor era necesario un nuevo chasis de al menos 5,1 metros de largo, algo que solventó -según la leyenda- sustituyendo el primigenio por uno de un viejo autobús londinense capaz de soportar las 1,75 toneladas de la bestia. El coche adquirió entonces un aspecto equilibrado, si bien el comportamiento era brutal.

Aun así, el récord de velocidad no se consiguió a la primera: en un enfrentamiento previo entre Eldridge y René Thomas, este último puso una reclamación denunciando que el Mefistofele no disponía de marcha atrás, lo que era ilegal. Pese a haber vencido, fue entonces descalificado.

Seis días después, su propietario se las ingenió para que el coche contara con el mecanismo escatimado, por lo que el récord de Arpajon, realizado a último kilómetro lanzado, se homologó a su favor. Sin embargo, el cómo hizo la transformación en la caja de cambios sin sustituirla por otra sigue siendo hoy un misterio.

Según cuentan algunas fuentes, la caja desapareció súbitamente del vehículo y nunca se volvió a encontrar…

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Tras haberse vendido a Le Champion -en realidad Gary Le Massurier-, y aunque algunos aseguran tener pruebas de que corrió con el Mefistofele en Adelaida, Australia, es un hecho que la máquina infernal volvió a Inglaterra peobablemente a finales de la década de los 40. Allí fue comprada por Peter Wike y los hermanos Jonh y Charles Naylor.

Con ella seguirían participando en carreras hasta que dejó de ser competitiva y fue relegada al olvido. En 1962 sería adquirida por Fiat aún en estado de funcionamiento y presentada de nuevo en sociedad ocho años después, en el Salón del Automóvil de Turín.

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Un engendro de culto

En la actualidad, el vehículo se encuentra expuesto en el Centro Storico Fiat, museo que la marca mantiene en Turín emplazado concretamente en lo que fueron los primeros talleres del grupo. Paradójicamente, el Mefistofele ocupa el salón central, encontrándose exactamente en el mismo lugar donde años atrás se ubicara el taller en el que eran preparados los automóviles de competición, incluidos los SB4.

Pie de foto
Tras una vida dedicada a las carreras, Fiat supo ver que era un vehículo único, perfecto para su museo (Cedida por Fiat)

En junio de 2011, el vehículo salió a la pista de pruebas propiedad de Fiat situada en la localidad piamontesa de Balocco, con motivo de una presentación a la prensa de otro coche de la marca. Desde 1996 había sido arrancado tan sólo en tres ocasiones y, desde la última, se sometió a una minuciosa restauración llevada a cabo por su responsable mecánico, el italiano Gianfranco Dazia. El proceso duró cinco años.

Un mes después de la exhibición de Balocco, el bólido viajó a Inglaterra, donde participó en el Goodwood Festival of Speed. La última vez que el Mefistofele ha sido visto en público fue durante los pasados 2 y 4 de agosto, en el Schloss Dyck Classic Days 2013, festival que es considerado por algunos aficionados como la réplica alemana al inglés que acabamos de mencionar.

Tan sólo le falta asistir a alguno de los concursos de elegancia que se celebran anualmente América, como el de Pebble Beach o el de Amelia Island, para que este demonio haya dejado su huella en los cinco continentes…

Pie de foto
Este biplaza -los mono solo llegarían a partir de los años 30- sale cada vez más (Cedida por Fiat)

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Los ángeles guardianes de Mefistofele

Dos personas son las encargadas del mantenimiento y conducción del engendro: su mecánico, Gianfranco Dazia, y su piloto, Michele Lucente. Ambos son el tándem perfecto y autorizado por Fiat para reanimar este vehículo único.

El arranque del Mefistofele es por manivela, y Dazia suele tardar unos 10 minutos de constantes intentos para conseguir poner en marcha el imponente motor alimentado por cuatro carburadores y 24 bujías encendidas por magnetos.

«Se tarda más en arrancar este coche que un transbordador espacial», afirma el mecánico. Todo ello precedido de un proceso de meticuloso engrase manual de válvulas y demás elementos mecánicos que a un conductor moderno también le parecería que dura una eternidad.

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Michele Lucente es quien se encarga de conducirlo habitualmente. Reconoce que el Mefistofele es tan rápido como un coche de carreras de categorías intermedias, y que no hay razones para dudar de él pese a su transmisión por cadena y a que carece de frenos delanteros.

En la actualidad, lanzarse a 170 km/h con él por una pista de pruebas no es lo mismo que hacerlo en 1924 a 234,97 km/h por un circuito de la época, aunque nos puede dar una ligera idea de lo que Eldridge «padecía» cuando lo pilotaba. Según palabras de Lucente, «cuando salgo del coche, mis manos siguen moviéndose como si tuviera el baile de San Vito». No hace falta decir más.

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Escrito por Alberto Ferreras

Alberto Ferreras (Madrid, 1968) desarrolló su trayectoria profesional en el diario El País desde 1988, donde trabajó como editor gráfico y redactor del suplemento Motor hasta enero de 2011. Titulado en Fotografía, fue finalista del Premio Ortega y Gasset de... Ver más

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