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Detroit Electric Model 99. Un eléctrico de lujo en 1937

FOTOGRAFÍAS DETROIT ELECTRIC MODEL 99: HYMAN LTD

Si algo caracteriza al actual panorama automovilístico es el reto de la transición a lo eléctrico. Un paso de gigante en el que viviremos una revolución mecánica bajo el capó. Obviamente, son muchas las voces que ven esto con escepticismo, aportando multitud de argumentos para mantener la combustión por encima de la electricidad. Uno de ellos es el que recurre al pasado, diciendo que la electrificación es algo totalmente nuevo, desconocido y sin raigambre dentro del automovilismo. Ahí se equivocan. Y de plano, porque hace casi un siglo ya existían vehículos como los Detroit Electric.

De hecho, si exploramos los inicios del vehículo a motor encontraremos pistas que nos invitan a repensar la combustión como el camino más natural. Algo que podemos comprender examinando el contexto histórico. Y es que, aunque los eléctricos de comienzos del XX compartieran con los de hoy el problema de la autonomía… Lo cierto es que no se siguió investigando en cómo dar mejor rendimiento a los baterías. ¿Por qué? Bien, quizá las presiones de la boyante industria petrolera texana tengan algo que decir. Posible explicación del fracaso último de Detroit Electric.

Teorías aparte, lo cierto es que los primeros eléctricos contaban con un buen mercado dentro del ámbito urbano. Con facilidad para la recarga en uso diario por trayectos en ciudad, marcas como Detroit Electric eran apreciadas por su facilidad al arrancar, silencio y limpieza frente a los humeantes motores de combustión con encendido a manivela. Así las cosas, la que es marca emblema de los primeros eléctricos estuvo en activo desde 1907 hasta 1939. Un período nada desdeñable, en el que llegó a producir automóviles tan interesantes como el Detroit Electric Model 99. Una verdadera alfombra mágica para la época.

DETROIT ELECTRIC MODEL 99. EL CANTO DE CISNE DE LA EMPRESA

En 1908, tan sólo un año después de la fundación de Detroit Electric, Ford presentó su Model T. El vehículo que puso el automóvil al alcance de las masas, inaugurando la idea de producción en serie tan necesaria para rebasar al caballo o la bicicleta como medios de transporte más extendidos. Debido al empuje de la industria petrolera y la mayor autonomía presentada por los vehículos de combustión, los primeros eléctricos fueron quedando relegados a un segundo plano. No obstante, Detroit Electric llegó a vender hasta 5.000 unidades al año en sus mejores momentos. Unos vehículos de lo más común entre la clase alta de Chicago o Nueva York.

Y es que, cubierto el espectro de la gran masa por Ford, Detroit Electric se centró en cubrir las necesidades de movilidad urbana presentadas por la élite del momento. Ahí tenemos el primer problema comercial: lo escaso de su clientela. Un mercado escueto donde la única forma de competencia consistía en ofrecer calidad exclusiva como símbolo de estatus. Y ojo, porque eso obviamente no es nuevo entre marcas de alto segmento. Sin embargo, ¿estaba dispuesta esta clientela a comprar un Detroit Electric por encima de un Duesenberg o un Packard? ¿Más aún cuando en materia de representación de estatus estos últimos son mucho más visibles que un escueto y racional eléctrico por buenos acabados que éste tenga?

La respuesta es no. De tal que, poco a poco, Detroit Electric fue pasando de ser una marca de pequeños eléctricos de lujo a otra bien distinta centrada en automóviles industriales de reparto. No obstante, siguió produciendo turismos hasta el final de sus días. Eso sí, por encargo, ya que este Model 99 no entraba en cadena de producción sino tenía ya adjudicado un comprador. Es por ello que unidades como ésta son de lo más raro y codiciado. Más aún si tenemos en cuenta el excelente estado de conservación de la misma. Muestra de los excelentes acabados de este coche que, a pesar de su aspecto sencillo, esconde un interior tan cómodo como una alfombra voladora.

DETROIT ELECTRIC MODEL 99 DE 1937. CONDUCIENDO UNA ALFOMBRA VOLADORA

Si pensamos en los vehículos más afinados de comienzos de siglo enseguida nos viene a la cabeza Rolls & Royce. De hecho, en ellos el concepto de comodidad se sublimaba de tal manera que siquiera tenías que conducir. La propia Rolls gestionaba una academia de conductores-mayordomos de la que salía personal de lo más cualificado en conducción de paseo y buenos modales. Un asistente que te llevaba a la campiña en tu Rolls para, acto seguido, montar el picnic diligentemente. Sin embargo, sus motores de combustión vibraban y hacían más ruido que el de un Detroit Electric. Y es que, a nivel de comodidad, lo de este antiguo eléctrico es increíble.

Lo primero que debemos reseñar es la carrocería. Para los años 30, los anticuados diseños de Detroit Electric se sustituyeron gracias a la firma de un contrato con el carrocero Willyes-Overland. Así, los turismos de la marca dejaban la estética de carruaje para incorporarse a una modernidad en la que comparten líneas con los Dodge del momento. Hasta el punto de que el morro conserva la parrilla y ranuras de ventilación a pesar de no necesitarlas en absoluto debido a su mecánica eléctrica. No obstante, lo más interesante de este Model 99 está en el interior. Tapizado con mimo, sigue conservando la disposición en salón de los primeros eléctricos.

¿Qué quiere decir esto? Pues que el habitáculo está completamente despejado, situando los asientos delanteros y traseros enfrentados entre sí. De esta forma, el conductor va sentado en los traseros tranquilamente estirado mientras maneja el vehículo no con un volante, sino con un timón de dirección. Si a este le sumamos la facilidad de mantenimiento al ahorrarse muchos de los mecanismos de refrigeración requeridos por un motor de combustión, tenemos al Detroit Electric Model 99 como uno de los automóviles más cómodos y sencillos del momento. Un alarde tecnológico que, desgraciadamente, desapareció sepultado por el auge del petróleo.

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Escrito por Miguel Sánchez

A través de las noticias de La Escudería, viajaremos por las sinuosas carreteras de Maranello escuchando el rugido de los V12 italianos; recorreremos la Ruta66 en busca de la potencia de los grandes motores americanos; nos perderemos por las estrechas sendas inglesas rastreando la elegancia de sus deportivos; apuraremos la frenada en las curvas del Rally de Montecarlo e, incluso, nos llenaremos de polvo en algún garaje rescatando joyas perdidas.

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