Durante la primera mitad del siglo XX el estado de Indiana fue un gran bastión de la industria del automóvil americana junto a Detroit. En esta del país se fabricaban los prestigiosos Auburn, Cord y Duesenberg, marcas que formaban parte de un mismo grupo y que eran algunas de las más prestigiosas a nivel mundial.
Nos detenemos hoy en Duesenberg, compañía fundada por dos inmigrantes alemanes con grandes conocimientos en ingeniería; los hermanos Fred y August Duesenberg. Su apellido se hizo legendario en los circuitos, y fue sinónimo de lujo y modernidad una vez comenzaron a producir coches en serie, una aventura en la que colaboró el empresario E.L Cord, que compró la empresa en 1926.
MALOS TIEMPOS PARA EL LUJO
En 1928 la marca lanzó el que para muchos es el mejor coche americano de todos los tiempos; el Duesenberg Model J. Este automóvil montaba un motor de ocho cilindros en línea de 6,9 litros y doble árbol de levas en cabeza, que desarrollaba 265 CV en el modelo básico, 320 CV con compresos y 400 CV en el modelo SSJ, cifras que no se volverían a ver hasta casi veinte años después.
Esto convirtió a los Duesenberg en el coche preferido de las estrellas de la época, como Clark Gable, Al Capone y hasta el monarca Alfonso XIII. El coche estaba al alcance de muy pocos, pues la marca vendía solamente el motor y el chasis por 9.500 dólares de la época, el equivalente a más de 173.000 dólares de hoy, a lo que hay que sumar el coste adicional de una carrocería. Para comparar el precio de un Chevrolet o Ford en la misma época era de 600 dólares.
Pero en octubre de 1929 acabaron los felices años veinte, con el inicio de la crisis económica que provocó la Gran Depresión, algo que impidió que Duesenberg vendiese 500 coches por año como tenían planeado. Durante esos años mucha gente pudiente evitaba sacar sus Duesenberg a la calle, pues pasear en un coche tan ostentoso en una época de penuria provocaba malas reacciones por parte de la gente.
1934-1935: UNA LECCIÓN EN PUBLICIDAD
Duesenberg no solo hizo historia en los circuitos y en los avances tecnológicos que introdujo en la historia, también marcaron un antes y un después en la manera de hacer anuncios. La marca vendía los Model J con cuentagotas, pero el público sabía que seguían siendo grandes coches.
La compañía publicó entre 1934 y 1935 una serie de anuncios en revistas que mostraban ilustraciones de gente muy bien vestidas en prestigiosos escenarios. Lo que realmente hizo revolucionaria a esta campaña de publicidad era que en ningún momento se mostraba la imagen de los Duesenberg, el modo de vida de sus clientes decía ya bastante sobre este prestigioso fabricante.
Los eslóganes eran de “Él conduce un Duesenberg” o “Ella conduce un Duesenberg”, y este segundo es especialmente importante, pues en los años treinta la publicidad de coches apenas estaba dirigida al público femenino, pero Duesenberg fue una marca moderna incluso a nivel social y desde sus inicios contrataron a mujeres en sus fábricas. Por desgracia los Duesy desaparecieron en 1937, antes de que terminase la Gran Depresión, pero su leyenda sigue viva, ya que son unos de los coches de preguerra más preciados y que han dejado huella hasta en el mundo del marketing.