Situándonos en un dato concreto, la historia comercial del Porsche R69 Turbo arranca en 1985. Sin embargo, de cara a comprender el porqué de este tipo de cosas lo mejor será situarnos en la California de los años cuarenta. Allí una pequeña empresa llamada Glasspar se encontraba plenamente enfocada a la fabricación de embarcaciones recreativas. Acostumbrada por tanto al manejo de la fibra de vidrio, ésta pensó en la posibilidad de ofrecer su propio biplaza deportivo carrozado en dicho material. De esta forma, hacia 1949 aparecieron las primeras unidades del G2.
Así las cosas, este material hacía su aparición en el automovilismo. Un campo donde ejerció su influencia durante, al menos, cuatro décadas. No en vano, su ligereza resultaba especialmente interesante para los modelos deportivos. Especialmente aquellos que, por su escasa potencia, necesitaran rebajar todo lo posible el apartado del peso. Además, aunque la fibra de vidrio requiere de una técnica muy concreta, una vez dominada ésta es más sencilla que el trabajo artesanal sobre los paneles de aluminio.
De esta manera, este material caló muy bien en el Reino Unido. Lugar donde, gracias a su tradición automovilística pródiga en pequeños talleres deportivos con carácter artesanal, se utilizó como base para multitud de carrocerías aptas para coches de competición. Y es que, al fin y al cabo, gracias a la fibra de vidrio incluso una empresa con pocos medios podía permitirse realizar sus propios cuerpos. Algo que, a la larga, incentivó aún más la ya extensa industria británica de los coches kit listos para ser armados en el garaje de la casa cual si fuera un juguete.
Con todo ello, no cabe duda sobre la importancia de la fibra de vidrio en la evolución del diseño automovilístico. Eso sí, hay que reconocer cómo esto abrió la puerta a las personalizaciones. Con todas sus ventajas y, claro está, inconvenientes. Llegados a este punto, durante los años setenta floreció en Alemania lo que, tiempo después, se dio a llamar como “tuning”. Definido por la empresa Koenig Specials, éste sembró discordias desde el primer momento.
Es más, la propia Ferrari llegó a comunicar oficialmente su repudia a lo que aquella casa de transformaciones estaba haciendo sobre algunos 512 BB. Independientemente de su impacto visual, un verdadero destrozo de los volúmenes creados por Pininfarina en su recién estrenado túnel de viento. No obstante, aquello del “tuning” caló especialmente entre jóvenes y adinerados con ganas de llamar la atención sumándose a una nueva moda urbana. Igual que, en los Estados Unidos, hicieran no pocos pandilleros de la primera oleada rocker.
Bajo este contexto, las personalizaciones empezaron aparecieron en todos los segmentos del mercado. Desde los modelos populares hasta los más exclusivos nada parecía estar libre de ser absorbido por el “tuning”. De hecho, incluso algunas pequeñas empresas se sumaron al negocio ampliando su gama de servicios hacia las transformaciones con fibra de vidrio incluida. Algo de lo cual participó Rimspeed, tradicionalmente enfocada a la aplicación de techos corredizos en Suiza.
PORSCHE R69 TURBO RIMSPEED, UNA OPERACIÓN ESTÉTICA
Durante la década de los ochenta el mundo de los superdeportivos parecía estar echado al galope. Desde las prestaciones hasta la estética, todo en ellos se hacía cada vez más espectacular y llamativo. Es más, en 1984 Ferrari lanzo el Testarossa haciendo gala de un aspecto rotundo gracias a la anchura combinada con sus icónicas tomas de aire laterales. Gracias a ello, Pininfarina sentó escuela en lo que se refiere a crear iconos de la década, teniendo al momento no pocos imitadores en el polémico mundo del “tuning”.
De esta manera, tan sólo un año después Rimspeed decidió crear algo en este sentido. De hecho, ya tenía una cierta experiencia en materia de transformaciones, habiendo realizado incluso un VW Golf con las puertas en apertura vertical. Eso sí, ahora la base sería mucho más prestacional, escogiendo ni más ni menos que un Porsche 930.
Es decir, lo que desde 1975 venía siendo conocido como el 911 Turbo, siendo uno de los deportivos más radicales del momento gracias a la respuesta de su turbocompresor y, claro está, el seguir llevando el motor colgado por detrás del eje trasero. De hecho, un año antes de la aparición del R69 Turbo de Rimspeed las unidades de producción del 930 ya estaban en unos 330CV.
Cifra que también registraba esta transformación pues, al fin y al cabo, tan sólo presentó cambios visuales. Eso sí, muy espectaculares. Y es que, mientras en la delantera tomaba los faros escamoteables de un 944 luciendo un aspecto similar al del 91 “Flatnose”, en el lateral y la trasera adecuada su aspecto al de un inesperado tributo al recién presentado Testarosa. Todo ello rematado en un blanco perla -color bastante típico en ciertos descapotables de aquella época- para una tirada de tan sólo unas 12 unidades. Sin duda, puestos a ser original a través de lo visual, el Porsche R69 Turbo de Rimspeed lo consiguió.
Fotografías: Collecting Cars