En 1969 nació una sigla que, aún a día de hoy, sigue siendo toda una referencia en materia de conducción deportiva. Hablamos de RS. Una de las denominaciones más laureadas y exitosas de entre todas las producidas por Ford, estableciendo una importante lista de victorias en el Mundial de Rallyes. Además, estas versiones lograron conectar la competición con la carretera. Siendo un incuestionable éxito de ventas especialmente en el Reino Unido. De hecho, gracias a la saga RS podemos hablar de Ford Europa como una de las grandes referencias en materia de compactos deportivos. Primero con el Escort y ahora con el Focus.
No obstante, todo lo ocurrido con las variante RS viene de antes. Concretamente desde principios de los años sesenta. Época en la que el gigante estadounidense empezó a analizar el panorama europeo en busca de ciertas adquisiciones. No en vano, gracias a sus potentes estudios de mercado Ford conocía el valor dado en el Viejo Continente a los logros deportivos. Es decir, aquella consolidada idea sobre los compradores siguiendo a la bandera a cuadros. El mismo pensamiento que en España tuvieran Derbi o Bultaco al hablar de motociclismo
Así las cosas, Ford contaba con una inmensa capacidad logística pero muy poca experiencia en los circuitos europeos. De esta manera, se lanzó chequera en mano a la adquisición de ciertas empresas con halo deportivo. Una estrategia que en Italia no salió bien a pesar de estar a punto de comprar Ferrari e incluso Lancia. Todo ello frenado en 1969 gracias a la intermediación del gobierno, empujando a FIAT a ponerlas bajo el refugio de su poderío empresarial. No obstante, en el Reino Unido Ford supo ser más habilidosa gracias al respeto. Y es que, lejos de ir con la osadía del dinero por delante, buscó colaborar de igual a igual con ciertas marcas tan minoritarias como prestigiosas.
En este sentido, una de ellas fue Lotus. Dirigida de forma plenipotenciaria por Colin Chapman quien, hacia 1962, estaba inmerso en el desarrollo de un motor propio partiendo del bloque Ford Kent. A partir de aquí, la filial de Ford en el Reino Unido empezó a estar muy atenta sobre las evoluciones de Lotus con aquella mecánica. Además, éstas no tardaron en llegar. De hecho, la primera aparición de este motor en los circuitos se produjo en los 1.000 Kilómetros de Nürburgring de 1962. Instalado en un Lotus 23 pilotado por Jim Clark para la Essex Racing Stable.
Es más, en la pista hubo otros varios Lotus 23 con el motor Ford Kent. Pero siempre con una cilindrada inferior a los 1,5 litros, ya que ésta sólo la disfrutaba la unidad pilotada por el escocés. Desgraciadamente, Clark no pudo acabar aquella carrera debido a un accidente. Sin embargo, aquella mecánica empezó a dar unos resultados tan prometedores que en Lotus se atrevieron a aumentar aún más la cilindrada. Concretamente hasta los 1.557 centímetros cúbicos. Y ahí sí. El Twin Cam modificado rendía 105CV y además lo hacía con fiabilidad y alegría al subir de vueltas. De hecho, estaba tan afinado que se incorporó directamente a los primeros Elan 1600. Y eso por no hablar de su uso en carreras. Perfecto para la clase por debajo de los 1,6 litros.
Puestos en esta tesitura, resultaba obvia la necesaria complicidad entre Ford y Lotus. Al fin y al cabo, aunque la puesta a punto era mérito del fabricante deportivo, al generalista le seguía correspondiendo la autoría del bloque. Gracias a ello hubo un rápido entendimiento cuando la Ford del Reino Unido le propuso a Chapman montar su motor en el Cortina. Todo ello con visos de crear un modelo de calle homologable para participar en el Campeonato Británico de Turismos. Es decir, un pacto perfecto para ambas partes. Y es que, mientras Ford al fin conseguía entrar en el mundo de las carreras de turismos, Lotus se embolsaría una buena cantidad de dinero por el encargo. Con todo ello, en 1963 nacía el Lotus Cortina.
LOTUS CORTINA, UNA LEYENDA DE LOS CIRCUITOS BRITÁNICOS
La situación financiera de Lotus nunca ha sido una balsa de aceite. Lejos de ello, ésta siempre ha representado una turbulencia constante para la marca. Por ello, cuando se presentó la posibilidad de fabricar el Lotus Cortina la respuesta de Chapman fue un sí inmediato. Y eso a pesar de que, para empezar, la primera serie sería de al menos mil unidades. Un ritmo de producción al que Lotus no estaba en absoluto acostumbrada, contando con la necesaria complicidad de J.A.P y Villiers en todo lo referido a la construcción de motores. Dos empresas que, por cierto, le traerán referencias evidentes a cualquier seguidor del motociclismo británico.
Respecto a los chasis, éstos eran obviamente suministrados por Ford. No obstante, a partir de aquí Lotus debía lanzarse a la instalación de unas suspensiones del todo diferentes a los demás Cortina. Con un esquema mucho más rígido al que, además, acompañaban unas nuevas llantas en acero e incluso una redistribución de los pesos gracias a desplazar elementos como la batería. Asimismo, la caja de cambios incorporada al Lotus Cortina era la misma que la instalada en el Elan. Con relaciones cortas, muy deportiva.
Con estas características, obviamente se estaba ante un vehículo muy diferente a los familiares y masivos Ford Cortina. Tan comunes entre las familias de la clase media inglesa. Aquello era algo más allá. De hecho, era algo bastante más allá pero, al tiempo, evidentemente conectado al resto de unidades Cortina. De esta manera, Ford había logrado justo lo que deseaba. Ofreciendo en su gama un modelo con el cual generar un halo deportivo y prestacional a su más extendido modelo de calle en el Reino Unido. Es más, la distribución comercial del Ford Lotus Cortina no la hacía Lotus, sino Ford. Ahora, ¿todo aquello tendría refrendo en los circuitos?
Pues sí. Gracias a Jim Clark lo tuvo. Uno de los pilotos más sensacionales de todos los tiempos. El cual, además, venía de ganar el Campeonato Mundial de F1 en 1963 a lomos de un Lotus 25. De esta manera, en el Campeonato de Turismos Británico de 1964 sencillamente firmó una actuación sensacional. Es más, ya que aquella edición está muy bien documentada a nivel gráfico -si no ilustramos el artículo en este sentido es debido a las licencias de uso- resulta vibrante ver cómo Clark tomaba algunas curvas levantando una de las ruedas. Un tipo de apoyo en giro que llegó a convertirse en su firma particular durante aquel año con el Lotus Cortina.
De esta manera, finalmente se hizo con la victoria en el Campeonato tras ocho victorias de clase y tres absolutas. Una actuación magnífica que, además, reportó unos excelentes resultados publicitarios para Ford con el Cortina superando a modelos más prestacionales. Todo ello para interpretar una de las páginas más recordadas en las carreras de turismos británicos, alzando al Lotus Cortina al nivel de los modelos deportivos básicos para las carreras en aquel país. Sin duda, uno de esos elementos en los que se unen a la perfección el pilotaje, la ingeniería y la gestión empresarial.
Fotografías de Fiskens.