Cuando en 1934 Mercedes presentó sus dos principales novedades en la Feria de Berlín, el público encontró un importante contraste. Y es que, mientras por un lado se mostraba el 500 K Autobahn, por otro se desvelaban las formas del 130 W23. Así las cosas, la casa de la estrella intentaba abarcar simultáneamente dos segmentos de mercado bien distintos. Por una parte el más exclusivo y prestacional. Satisfecho con el ocho cilindros en línea del Autbahn rematado con unas líneas aristocráticas pensadas por y para la velocidad. Y por otro, aquel en el que se encontraban los pujantes profesionales a sueldo de la industria o el sector servicios. Necesitados de vehículos prácticos para el día a día justo un paso por delante de los ofrecidos por otras marcas más populares.
No obstante, lo interesante del segundo caso es cómo Mercedes decidió hacer lo corriente de una forma excepcional. Y es que, sí. Cuando centramos nuestro análisis en el 130 W23 no resulta difícil percatarse de la extrema originalidad del mismo. Llegados a este punto, lo mejor será situarnos a comienzos de los años veinte. Momento en el que la marca se sintió especialmente interesada en el prototipo del Tropfenwagen. Dotado con un diseño aerodinámico en forma de gota de agua, en este vehículo tan futurista el motor se colocó en posición central-trasera. Una verdadera novedad para la época, adelantada en casi unos treinta años a a la popularización de este diseño en la F1.
Además, justo en los albores de los años treinta se estaba produciendo una verdadera revolución en el automovilismo. Una revolución marcada por la reducción de tamaños. No sólo en las cilindradas -priorizando otros aspectos como la alimentación o el índice de compresión- sino también en la extensión de las propias carrocerías. De esta manera, incluso la imponente Mercedes empezó a cobrar conciencia sobre la importancia de contar con motores más eficientes y chasis mejor diseñados. Así las cosas, al fin se concretaban con ínfulas de llegar a serie no pocas de las innovaciones ensayadas con el Benz RH-Wagen de 1923.
Un monoplaza de competición con motores de cuatro cilindros y en torno a dos litros de cilindrada colocados en posición central-trasera. Muy problemático desde el punto de vista del agarre y las suspensiones aunque, a decir verdad, especialmente prometedor en otros aspectos. Llegados a este punto, los ingenieros de Mercedes vieron además en el motor trasero otras ventajas relacionadas con el mundo de los familiares. Para empezar, al no necesitar de transmisión el peso del vehículo se reducía ostensiblemente. Además, este mismo hecho facilitaba la creación de un habitáculo amplio y diáfano con el suelo plano.
Todo ello rematado con una sustancial mejora en la entrega de potencia. Ya que la carencia de transmisión anulaba las eventuales pérdidas de la misma producidas entre el motor y las ruedas. Y bueno, por si todo esto fuera poco el centro de gravedad bajaba y, por tanto, también lo hacía la posibilidad de sufrir un vuelco. Algo muy a tener en cuenta con sólo repasar en detalle los accidentes de la época. Otra de las muchas ventajas contenidas en el 130 W23. Un diseño que, por cierto, fue ejecutado por Mercedes cuando aún se encontraba trabajando en ella Ferdinand Porsche. Quien, a buen seguro, tomó lecciones para su posterior KdF Wagen de 1938.
MERCEDES 130 W23, UNA DELICIOSA RAREZA
Más allá de la inteligencia plasmada en la mecánica, lo cierto es que cualquier automóvil también ha de entrar por los ojos. De esta manera, cuando observamos a no pocos iconos de la automoción solemos resaltar la firma de sus líneas o la concepción de sus volúmenes. Sin embargo, hablando del 130 W23 lo más seductor a la vista se encuentra al dejar el chasis desnudo. Y es que ahí se revela la génesis de su diseño. Basada en un pilar central al que, por detrás del eje trasero, se le añade un subchasis de cara a albergar la mecánica con cuatro cilindros en línea, 1,3 litros y 26 CV a 3.400 revoluciones por minuto.
Además, para mejorar el reparto de pesos -ya que el motor caía escrupulosamente en la trasera- la transmisión de cuatro velocidades se albergaba justo por delante del eje trasero. Ahora, como en todo producto innovador también hubo que pagarse un precio en materia de ajustes no del todo afinados, no del todo probados. De esta manera, el principal dato negativo del 130 W23 vino, precisamente, por su reparto de pesos. Con un 35 % del mismo al eje delantero mientras que el 65 % restante iba de plomo al trasero. Obviamente, esto planteaba no pocos quebraderos de cabeza en los conductores. Para nada familiarizados con las consecuencias de algo así.
Con todo ello, el 130 W23 adquirió fama de ser altamente complejo de llevar. Y bueno, aunque en las primeras generaciones del 911 esto dio valor añadido y encanto al coche, lo cierto es que en un vehículo práctico para el día a día los usuarios no le veían encanto alguno. Es más, rápidamente las ventas empezaron a picar hacia la baja. Hecho que, tan sólo un año después a la presentación de este Mercedes, obligó a un profundo rediseño del mismo. Gracias a ello, los resortes de los amortiguadores recibieron una necesaria revisión. Además, la dirección se hizo menos impulsiva e incluso se modificó la inclinación de las ruedas traseras.
No obstante, desgraciadamente el coche ya se había hecho una mala fama. Bueno, no mala puesto que estamos hablando de un más que interesante modelo de la casa alemana. Pero sí, al menos, complicada para alguien que sólo quisiera un vehículo de cierta calidad para ir del punto A al punto B. De todos modos, en 1936 llegó el 170H W28 a fin de sustituir a nuestro protagonista. A priori claramente similar aunque, a decir verdad, bastante distanciado tanto en materia de motor como, especialmente, de chasis.
No obstante, dado su diseño con el motor colgado por detrás del eje trasero, el carácter sobrevirador seguía existiendo. Algo que a un buen “porschista” le podría encantar. Haciendo ángulos en vez de curvas con su 911 pero que, a un médico o burócrata de los años treinta, no le complacía en absoluto. Con todo ello, la vía de trabajo marcada por el 130 W23 fue languideciendo en silencio aún dando interesantes unidades de competición. Todo ello para, hoy en día, ser uno de los Mercedes más exóticos e interesantes en su diseño. Precedente del KdF Wagen y, por tanto, de los 356, 912 y 911.
Fotografías: RM Sotheby’s / Mercedes Classic