Antes de empezar, voy a explicar el título de “abogado del diablo” bajo el que enmarco esta serie de artículos. Se refiere a la denominación que da la Iglesia en los procesos de canonización al encargado de aportar datos negativos sobre la persona que puede ser elevada a la santidad. Del mismo modo, hay otra persona que resalta sus virtudes, siendo la Iglesia la que finalmente decide si procede o no la citada santificación.
En definitiva, se trata del equivalente a un juicio con un fiscal que acusa -el abogado del diablo-, un abogado que defiende y, finalmente, un juez que sentencia. En este y en los artículos que seguirán, el quien escribe estas líneas actuará como fiscal o abogado del diablo en torno al mundo del automóvil. Y es que, con cierta frecuencia, se dan como verdades determinados hechos que, cuando menos, merecen la intervención de un fiscal, así que, de alguna manera, me toca ser el malo de la película.
Y vamos ya con el primer artículo de la serie que versará sobre la rivalidad entre Hispano-Suiza y Rolls-Royce que algunos dan por cierta y que, siendo real, resulta sumamente incompleta.
LA RIVALIDAD ENTRE HISPANO-SUIZA Y ROLLS-ROYCE
Es habitual oír y leer en nuestro país, y sólo en él, que la marca española era la gran rival de la firma británica. Esto se dice con la intención de elevar a los cielos a Hispano-Suiza, cosa innecesaria e incorrecta por cuanto existían diferencias entre los modelos de ambas marcas. Una de ellas es que Hispano-Suiza, sobre todo desde la aparición del H6 en 1921, era un coche de alto nivel pero que, a diferencia de Rolls-Royce, tenía una vocación más deportiva que los modelos británicos. O como se dice ahora, el Hispano-Suiza era más “prestacional”, frente a la también poderosa pero tranquila y sosegada mecánica de los Rolls-Royce y otros rivales.
Tampoco hay que olvidar que Hispano-Suiza fue muy brillante en competición con los Copa Catalunya y con su derivado el Tipo 45 más conocido como Alfonso XIII, que es considerado por muchos historiadores como el primer automóvil de sport concebido como tal y, ya en los años veinte, con modelos especiales muy deportivos como el denominado Boulogne derivado del H6.
En definitiva, se trataba de dos marcas magníficas, de alta gama, pero con una concepción y vocación algo diferentes. Digamos, de una manera algo simple, que el propietario de un Hispano deseaba ponerse tras el volante, mientras que el del Rolls-Royce iba con frecuencia en el asiento trasero siendo su chófer el que conducía. En todo caso, como ocurre con todas las generalizaciones, hay mil excepciones acerca de lo que acabo de escribir.
LOS OLVIDADOS
Ocurría también, y esto sí es un olvido grave, que en esos años y hasta la II Guerra Mundial, además de Hispano-Suiza y Rolls-Royce, había en el mercado otros automóviles de alta gama. Hablamos de los extraordinarios Duesenberg, Packard, Cadillac, Lincoln, Pierce Arrow, Isotta Fraschini, Delage, Mercedes, Maybach, Perlees y, si se me apura, hasta los Fiat V12. Por supuesto, no me quiero olvidar a los efímeros Bugatti Royale, Marmon V16 y algunos Stutz.
Por lo tanto, hablar de la rivalidad entre Hispano-Suiza y Rolls-Royce ignorando a todas las marcas citadas y tal vez alguna más, demuestra que quienes hacen esta afirmación desconocen en gran medida la historia del automóvil, al menos la de esos años. Y esto no empequeñece ni a Hispano ni a Rolls, antes, al contrario, por cuanto debían desenvolverse en un mercado mucho más competitivo y sin duda lo lograron.
NOTA: Pablo Gimeno Valledor es miembro de la Comisión de Cultura de la FEVA.