Hoy os acercamos uno de estos coches, quizás el más curioso y escaso de todos, porque existió un BMW M7, aunque nunca se llamó así. Y es que BMW siempre se ha negado a poner su apellido M a cualquier carrocería de Serie 7 hasta la actualidad. Está claro que un motor de “altas revoluciones” no es lo ideal para estos vehículos. El conductor de un Serie 7 busca suavidad, silencio, confort, es decir, lo contrario a un M. En 1984, eso pudo cambiar, gracias a su filial sudafricana, que lanzó para su mercado interno esta versión muy especial del E23, con genes Motorsport.
BMW lanzo al mercado su primer Serie 7 (carrocería E23) en 1977, la berlina “de representación” de la marca. En su época, supuso toda una revolución, tanto en diseño, como en equipamiento: sistema de “Check Control”, climatizador, ABS, ordenador de a bordo, y toda clase de elementos de lujo. Un puñetazo encima de la mesa por parte de BMW, para plantar cara a las grandes berlinas de Mercedes-Benz. El modelo tope de aquella gama era el BMW 745i, que salió al mercado en 1979. Al contrario de lo que indicar su nomenclatura, no se trata de un motor 4,5 litros. El 745i equipaba un 6 cilindros de 3,2 litros turbo. ¡Sí, turbo!
En la fase de desarrollo, se hicieron pruebas con un motor V8 e incluso un nuevo V12, pero estas opciones de desecharon, tal vez por el peso final, tal vez por consumo. No hay mucha información al respecto. Finalmente, se optó por el conocido bloque de 6 cilindros en línea M30, de 3.2 litros, animado por un turbocompresor, basándose en la experiencia adquirida por la marca con modelos como el 2002 Turbo, y por diversos motores de competición con esa tecnología. Resultado final: 252 CV, lo equivalente a un 4,5 litros atmosférico. De ahí su nombre. Un bloque con un altísimo par a bajas vueltas. Lo ideal para el cliente tipo de estos coches.
UN PROBLEMA, UNA SOLUCIÓN
Por aquel entonces, la filial BMW Sudáfrica llevaba años fabricando múltiples modelos con especificaciones de volante a la derecha en su factoría de Rosslyn. Entre ellos, el E23, que tuvo gran acogida entre las clases adineradas del país, e incluso un BMW 333i que era un M3 camuflado. Los Serie 7 eran enviados desde Alemania en kits de montaje y se ensamblaban en Sudáfrica. A la hora de ensamblar los 745i, surgió el problema: por la colocación del turbo y los colectores específicos, era imposible montar una unidad con volante a la derecha. Tan sencillo como que la barra de dirección no entraba al estar ubicado ahí el turbocompresor. Parece de chiste, pero así ocurrió.
La filial sudafricana no aceptó la idea de BMW de vender los 745i con volante a la izquierda en su mercado. Así pues, crearon su propia versión para el mercado interno. Y encontraron el motor ideal para esas unidades, uno que permitía alojar la barra de dirección en el lado derecho en un bloque de origen Motorsport, el M88/3. Exacto, el mismo propulsor del BMW M1 y del BMW M5 E28. Un 6 cilindros en línea de 3,5 litros que entregaba 286 CV con las últimas modificaciones en el sistema de inyección.
De esta manera nació el 745i exclusivo del mercado sudafricano, siendo más potente que su homólogo para el resto de los mercados y, además, con un enfoque mucho más deportivo. Había nacido un verdadero BMW M7, porque, como veremos, hay muchos más detalles que un simple motor “gordo”.
EL BMW M7 DE SUDÁFRICA
Técnicamente, las 209 unidades de BMW M7 sudafricano tienen muchas diferencias con los 745i fabricados en Alemania. En primer lugar, la suspensión autonivelante del eje trasero (de serie en los 745i) se suprime y se monta un tarado de suspensión más firme. El sistema de frenos se cambia, optando por el mismo equipo que montaban los M5 E28, con discos ventilados de 300 milímetros delante y 285 detrás, con ABS. La caja de cambios es una ZF automática de cuatro velocidades, pero con un desarrollo más corto. Incluso se instaló una caja de cambios manual Getrag, con la 1ª hacia atrás, como buen M, en tan sólo 17 unidades (los 745i alemanes no tenían ni en opción el cambio manual). Y todos ellos, disponían de diferencial autoblocante.
En el exterior, el coche carece de cualquier diferencia con sus hermanos de carrocería. Tan solo las llantas, unas BBS Mahle de 16 pulgadas, son exclusivas de este modelo, con el logo BMW Motorsport en el tapón central de las mismas. A tal punto llega la discreción estética que, en las primeras unidades, se cambia la tapa de balancines del motor, para que no aparezca la inscripción “M Power”. Por lo demás, nada nos puede hacer pensar en que el coche tiene algo tan especial bajo el capó.
UN INTERIOR DIFERENCIAL
En los acabados interiores del BMW M7 sudafricano es donde más se notan las diferencias con el 745i “normal”. Todo el habitáculo de las versiones “SA” está tapizado en cuero Nappa: asientos, techo, paneles de puertas, salpicadero, etcétera. Este nivel de acabado (“Highline” interior) no se equipó en los E23 europeos hasta 1986.
Además, el logotipo de la “M” está presente en el cuadro de instrumentos, tanto en el tacómetro, como en el velocímetro (en este caso, únicamente en los primeros ejemplares). Como curiosidad, las unidades automáticas no poseen ninguna indicación del esquema del cambio -PRND123-. Por supuesto, el equipamiento era impresionante e incluía asientos eléctricos delanteros y traseros, techo solar, control de crucero, retrovisores eléctricos, cortina trasera…
Con todo esto, el resultado fue una gran berlina de 4,86 metros de largo y 1.718 kilos, cargada de lujos, pero con unas prestaciones dignas de un producto BMW Motorsport. El BMW 745i SA tenía una velocidad punta de 241 km/h y realizaba el 0 a 100 km/h en tan solo 7 segundos, cifras que corresponde al modelo con caja de cambios manual. Su contemporáneo M5 E28 sólo superaba esas cifras levemente, incluso pesando 300 kg menos: 255 km/h de punta y 6,4 s para el 0 a 100 km/h.
EL BMW M7 SUDAFRICANO EN COMPETICIÓN
Para rematar la jugada y darle mayor valor a esta rareza, el BMW 745i SA tiene palmares en competición. Sí, un BMW Serie 7 en competición, aunque suene estrafalario. En 1985, y para aprovechar el brutal potencial del motor M88/3, se homologó una unidad para competir en el campeonato africano de turismos.
Ante el estupor de la mayoría de los equipos locales, y con apoyo oficial de la marca, el coche fue competitivo desde los comienzos. La potencia se elevó hasta 450 CV y el peso se redujo hasta los 1.500 kilogramos. Tales fueron las virtudes de la versión de competición que, en el año 1987, se alzó con el triunfo en el campeonato.
Prestaciones, lujo, tecnología, exclusividad, éxitos deportivos, en definitiva, cualidades de cualquier producto BMW Motorsport, pero en una carrocería poco habitual para encontrarlas. Con sus escasas 209 unidades fabricadas, todas con volante a la derecha, es el BMW M más exclusivo jamás fabricado. Aunque la marca nunca permitió que llevase el nombre de BMW M7.
NOTA: Especial agradecimiento al Sr. Fernando Moñux, gurú de los E23 en nuestro país.
Imágenes de BMW.