Cuando hablamos de la figura de Eduardo Barreiros lo hacemos de uno de los industriales más importantes de la historia de nuestro país. Además, muy al estilo estadounidense, se trató de un “hombre hecho a sí mismo”, pues capaz de levantar desde cero un conglomerado empresarial que fue llegó a seducir a la mismísima Chrysler, una de las tres grandes de Detroit.
Casi suena milagroso que un orensano de la pequeña aldea de Gundiás se convirtiera en uno de los empresarios españoles clave en los años del desarrollismo. Además, lo hizo sin grandes conocimientos de gestión, pues se trataba básicamente de un mecánico, aunque contaba con cualidades como su inteligencia natural, perseverancia, claridad de ideas, iniciativa y capacidad de mando.
De esta forma, desde su pequeño taller de Orense, fue capaz de poner en pie un gigante como Barreiros Diésel. Contó con la ayuda inestimable de sus hermanos Valeriano, Graciliano y Celso, además de un excelente y fiel grupo de colaboradores. Desde sus inicios se guio por el conocido decálogo de Eduardo Barreiros, un código de conducta al que siempre fue fiel.
Los más fieles barreiristas lo conocen de sobra, pero vamos a repasarlo para aquellos que nunca han oído hablar de él, básicamente porque sigue plenamente vigente y debería estudiarse en las facultades de empresariales.
EL DECÁLOGO DE EDUARDO BARREIROS
El código de conducta de don Eduardo Barreiros es básicamente una oda al sentido común y buen hacer en la vida y en los negocios. Quizá por ello es tan válido en pleno 2024 como en los años 50. Hemos añadido una pequeña explicación a cada artículo del decálogo, aunque parte de su éxito es precisamente que se entiende a la primera.
- Hacer siempre honor a los compromisos. Más claro el agua, si te comprometes con algo, tienes que cumplirlo. Sólo así te tomarán en serio más adelante y volverán a confiar en ti.
- No mirar a nadie por encima del hombro. Nunca es buena idea creerse mejor que el resto, y no sólo porque genera mal ambiente, sino porque nadie es el mejor en todo.
- Ser muy tenaz. Cualquier emprendedor puede explicar la cantidad de esfuerzo que hay detrás de un negocio. Nunca hay que tirar la toalla ante las dificultades.
- Rodearse siempre de buenos colaboradores y amigos. Alfredo Di Stéfano lo explicó con un símil futbolístico: “Ningún jugador es tan bueno como todos juntos”.
- Convivir al máximo con los que trabajan con uno. Tanto para conocer sus problemas y preocupaciones y que se sientan cuidados, como para saber de primera mano cómo funciona todo en el corazón de la empresa.
- Estimularlos en la mayor medida. Un trabajador motivado tiene un valor incalculable para la empresa, pues aportará todo su talento e ideas a ésta de forma natural.
- No querer ganar para sí la última peseta. Dicho de otra forma: la avaricia rompe el saco. Hay ejemplos a patadas de empresas arruinadas por la avaricia de sus dirigente, quizá el más reciente sea el de Boeing.
- Trabajar con intensidad. Las cosas no se pueden hacer a medias, así que cuando hay que poner toda la carne en el asador. Un consejo que sirve para cualquier ámbito de la vida.
- Escuchar las sugerencias, aunque procedan de gente modesta. Cualquiera puede tener una buena idea, así que hay que escuchar a todo el mundo. Además, desde dentro, es más sencillo que un trabajador encuentre una forma de mejorar un proceso, por ejemplo.
- Tener vocación y fe. Cuando uno cree en lo que hace y siente pasión por su trabajo todo es más sencillo.
PARA TODA LA VIDA
El propio Eduardo Barreiros explicó en más de una ocasión que su “decálogo del buen empresario” fue un código de conducta al que siempre permaneció fiel. Y desde luego le fue bien siguiéndolo, pues con 44 años estaba al frente de una empresa que contaba con una fuerza laboral de 25.000 personas.
En una época como la actual, donde en ocasiones priman sólo los beneficios inmediatos o se llegan a despreciar la relaciones personales, bien estaría tener más en cuenta el decálogo de Eduardo Barreiros.
Imágenes de la Fundación Eduardo Barreiros.