Ahora que se ha demostrado imposible la sustitución de la movilidad convencional mediante la movilidad eléctrica, nos llega una solución que, de manera inmediata, nos resuelve el dilema. Una solución que pondría fin a las dichosas pegatinas de la DGT y las Zonas de Bajas Emisiones, nada menos.
Empecemos por decir que el automóvil, y como origen el motor de explosión en todas sus variantes, es el elemento que más ha hecho progresar a la humanidad en los últimos ciento cincuenta años. El hombre, como especie, ha llegado a este grado de confort gracias al coche. Un día hablaremos sobre ello. Sentada esta base, hay que colegir que no debemos prescindir de algo que ha resultado tan positivo para el ser humano y, de alguna manera, nos venían diciendo que, para evitar el cambio climático, debíamos hacerlo.
Reflexión intermedia: hace ocho mil años el Sahara era un vergel. ¿tiene alguien el dato del número de motores de explosión que pudieran existir en ese momento histórico? Lo he buscado, pero ninguna fuente lo menciona. El caso es que, con los que hubiera, el Sahara se convirtió hace cuatro mil años en un desierto. Ahora, según los estudios del climatólogo Stefan Kröpelin, las regiones circundantes, como el Sahel, están volviendo a reverdecer.
A VUELTAS CON LAS EMISIONES
Pero sigamos. El problema reside, según parece, en la emisión de CO2 a la atmósfera de nuestros coches, extrayéndolo de los combustibles fósiles, por su condición de gases de efecto invernadero. Que alguien se acerque, mientras yo escribo esto, por favor, y tome una foto del gráfico de la evolución del CO2 a lo largo de la vida de nuestro planeta que está expuesto a la entrada de la cueva de Altamira, en Cantabria…
Ahora bien, ¿y si tuviéramos combustibles con una emisión neta cero? Es decir, que emitieran la misma cantidad de CO2 que ya tenían al ser elaborados. Entiendo que no habría problema ninguno para circular con nuestros vehículos porque, en términos relativos, se podría afirmar que no contaminan absolutamente nada. Dicho en palabras de José Mota: las gallinas que entran por las que salen.
Pues he aquí que una de nuestras más prestigiosas multinacionales, la compañía Repsol, ya ofrece este tipo de combustibles. Lo hace en cuarenta y dos de sus gasolineras en nuestro territorio nacional (según su Buscador de Estaciones de servicio Repsol) y se propone hacerlo en unas seiscientas a final de año. La gran ventaja de estos combustibles renovables, además de su emisión neta cero, es que se pueden utilizar desde ya en los vehículos que tenemos actualmente sin necesidad de ningún tipo de modificación. Tanto los motores de ciclo diésel como los de gasolina pueden emplearlos directamente.
MÁS VENTAJAS DE LOS BIOCOMBUSTIBLES
Los llamados biocombustibles conllevan una nueva ventaja medioambiental asociada, me parece a mí. No es otra que podemos alargar la vida útil de los vehículos que ya están fabricados y, por lo tanto, optimizar el uso que hacemos de materias primas y de la energía necesaria para ello.
Con esta solución absolutamente genial, podemos continuar utilizando, pongamos por caso, un Opel Corsa del año 2001 que, de otra manera, estaría condenado al desguace. Además, puesto que no contamina, usarlo para llegar a cualquier punto de nuestra geografía nacional. Es decir, aquellas personas más vulnerables, los que disponen de menos recursos económicos para comprar un nuevo coche, tendrán la oportunidad de mantener activos los actuales sin ninguna limitación.
Si extendemos esta reflexión hasta el final, ni las etiquetas de la DGT tendrían ya sentido, ni las restricciones que éstas imponen para acceder a las zonas de bajas emisiones de nuestras ciudades soporte lógico alguno. Eso sí, tal y como explica Repsol en su página web, estos combustibles renovables se extraen de restos orgánicos como cáscaras de plátano, de frutos secos y residuos forestales.
Así que ¡todos a comer plátanos (canarios, por supuesto) y cacahuetes a mantas! Con suerte, sería el fin de las pegatinas de la DGT y las Zonas de Bajas Emisiones.
Imagen de portada de yolanda garcia en Pixabay.