El Mercedes 300 SL es, posiblemente, uno de los modelos más icónicos de cuantos ha fabricado la firma alemana. Incluso por encima del brutal AMG One, que poco se diferencia de un coche de competición. Y eso no ha ocurrido por casualidad, ni mucho menos, pues cuando se lanzó al mercado, hace ya 70 años, superó con holgura a todos sus rivales gracias, entre otras cosas, a ciertos detalles como el empleo de aluminio, un motor con inyección directa y sí, un diseño espectacular.
La puesta en escena del famoso “alas de gaviota” se realizó durante el salón de Nueva York de 1954, celebrado entre el 6 y el 14 de febrero. Un evento que también fue testigo, un año después, de la presentación oficial del Mercedes 190 SL, la versión roadster del imponente coupé y primera iteración de la saga SL que conocemos actualmente y que a pesar de tener cierto parentesco con el 300 SL, resultaba, para ser sinceros, menos espectacular e impresionante, aunque también era más accesible, que no barato.
El Mercedes 300 SL, al igual que el mencionado AMG One, derivó directamente de la competición, lo que marcó su fisonomía –las llamativas puertas que basculan sobre el techo, por ejemplo– y muchas de sus características. Y todo gracias a una persona que acabó por convertirse en uno de los personajes más importantes de su tiempo para el automovilismo estadounidense y también para la industria en todo el mundo: Maximiliam Edwin Hoffman.
HOFFMAN, EL IMPORTADOR VISIONARIO
Max Hoffman, como se le conoce –y se le conocía popularmente–, era uno de los importadores especializados en automóviles europeos más importantes de Estados Unidos, el cual, trabajó con Porsche, trabajó con BMW y por supuesto, trabajó con Mercedes. A él le debemos coches como el Porsche 356 Speedster, el BMW 507 y el Mercedes 300 SL; coches que actualmente son objetos de culto. Incluso se dice que el actual escudo de Porsche fue una idea del señor Hoffman…
Según Max, Mercedes necesitaba un modelo halo, un coche que empleara tecnología procedente de competición, pero que fuera suficientemente cómodo y lujoso para venderlo en el mercado estadounidense. Pero no solo eso, dijo que debería estar listo en solo seis meses y así poder mostrarlo al mundo durante el Salón del Automóvil de Nueva York de 1954. Además, por si fuera poco, encargó 1.000 unidades para distribuir en Estados Unidos.
Hoffman también solicitó un pequeño deportivo constantemente, pues estaba seguro de que mejoraría la imagen de la marca alemana en Estados Unidos, donde ya había ganado una buena crítica tras aplicar algunos cambios que el mismo Maximiliam pidió con anterioridad –colores más claros y tapicería de cuero–.
Finalmente, gracias a sus buenos resultados, fue invitado a una reunión con los máximos responsables de la marca en Stuttgart el 2 de septiembre de 1953, momento en el cual, pudo exponer su idea, cuyo resultado fue el Mercedes 190 SL.
EL MERCEDES 300 SL TENÍA QUE ESTAR LISTO EN MESES
Mercedes encargó el desarrollo del nuevo deportivo al ingeniero Rudolf Uhlenhaut y a su equipo, quienes no vieron problema en crear un automóvil casi único en solo seis meses, como había pedido el señor Hoffman. No en balde, no partirían de cero, sino que tomaría como base el coche ganador de las 24 Horas de Le Mans y la Carrera Panamericana de 1953 –entre otras muchas pruebas–, el W194, y por simplificarlo un poco, lo adaptaron para circular por vías públicas, al tiempo que le añadían algo de lujo.
El resultado, el 300 SL “alas de gaviota”, se presentó en 1954, hace 70 años, y dejó a todo el mundo con la boca abierta. Lo primero que llamó la atención fueron sus puertas, cuyas características no fueron por capricho, era una obligación técnica, pues el chasis, una estructura tubular, no permitía usar otro tipo de puertas. Mientras tanto, Friedrich Geiger se encargó de ponerle cara y un seis cilindros en línea de tres litros y 220 CV, servía de corazón para la espectacular máquina germana. Se fabricaron poco más de 3.200 unidades y muchas de ellas acabaron en Estados Unidos.
No tardó en convertirse en un mito, en un coche de culto y por supuesto, en objeto de deseo, aunque el Mercedes 190 SL, mucho más económico que el “alas de gaviota”, le superó en ventas. Es más, el 190 SL llegó a copar el 18% de todos los turismos entregados en Estados Unidos, aunque nunca alcanzó el misticismo del coupé.