En gran medida, las zonas orientales de Rusia son un territorio ignoto. De hecho, hasta hace muy poco no se había logrado realizar una cartografía más o menos completa de la zona. De esta manera, los bosques de la taiga siberiana han sido durante siglos un quebradero de cabeza para el estado ruso. El cual se arrojó su propiedad frente a pueblos como el de los Yakutos aún sin conocer exactamente la extensión de aquellos dominios. Por ello, el envío de expediciones geográficas desde Moscú o San Petersburgo ha sido una constante en los últimos doscientos años, encontrando todo tipo de dificultades asociadas al transporte. Más ahora inclusive. Con el calentamiento global derritiendo el permafrost a marchas forzadas convirtiendo así vastos terrenos en barrizales incontrolados.
Con todo ello, no es de extrañar que una de las principales preocupaciones de la industria automotriz rusa haya sido la de los todoterrenos. Esenciales en un país no sólo eminentemente agrícola, sino también caracterizado por una compleja geografía aderezada con inviernos verdaderamente complicados. Así las cosas, el modelo más asociado a esta problemática es el incombustible Lada Niva. Posiblemente uno de los todoterrenos más longevos y fiables jamás diseñados, poniendo para el uso civil las cualidades ensayadas en multitud de modelos 4×4 creados por y para el ámbito bélico.
Y es que, militarizada desde sus primeros días, la Rusia soviética invirtió enormes recursos en crear y desarrollar unas fuerzas armadas capaces de controlar la totalidad del territorio. De esta manera, en 1929 el gobierno revolucionario dio los primeros pasos junto a la Ford Motor Company para la creación de GAZ. Una de las empresas clave para entender el desarrollismo en la URSS, la cual presentó sus primeros modelos en 1932. Basados en esquemas técnicos de Ford, la mayor parte de ellos se destinaron al uso civil o administrativo. Aunque la fábrica fue recibiendo cada vez más y más encargos procedentes del ejército. El caldo de cultivo perfecto para la aparición de vehículos 4×4 como el GAZ-69, equivalente del Jeep en la URSS.
DEPURANDO LAS FORMAS, LOS PRIMEROS 4X4 SOVIÉTICOS
Aunque la URSS fue capaz de poner en órbita tanto al primer satélite como al primer cosmonauta, su tecnología para el día a día estaba muy por debajo de la occidental. Toda una paradoja. Y es que, mientras en tan sólo unos años se había producido la transición de ser un país cuasi feudal a convertirse en una potencia atómica, los bienes de consumo diario seguían siendo extremadamente rudimentarios. De hecho, huelga decir cómo aquella sobrefinanciación de las necesidades militares en detrimento de la vida cotidiana terminó por hacer colapsar la economía. Todo ello bajo el peso de la carrera armamentística y la ineficacia en la provisión de necesidades básicas.
No obstante, debates históricos aparte, lo cierto es que para los años treinta uno de los elementos vitales para el desarrollismo en la URSS fue la industria automotriz. Un campo en el que destacó el diseño de todoterrenos, necesarios para hacer llegar la administración estatal a los rincones más aislados. Eso sí, los primeros de estos modelos fueron sumamente rudimentarios. Ejemplo de ello es el GAZ-61 de 1938. Capaz de vadear profundidades de hasta 70 centímetros y afrontar ángulos de ataque de hasta 38º. Aunque al mismo tiempo dotado de un aspecto aún más desproporcionado que el presentado hoy en día por no pocos SUV de alta gama.
Así las cosas, GAZ no logró hacer diseños 4×4 realmente modernos hasta la llegada de la Segunda Guerra Mundial. Más en concreto hasta la aprobación por parte de Roosevelt de la Ley de Préstamo y Arriendo. Firmada en marzo de 1941, gracias a ella Estados Unidos suministró alimentos, combustible y armamento a diversas potencias ya en lucha contra la Alemania Nazi y sus aliados. Una situación desesperada en la que la Unión Soviética recibió numerosos Willys MB para mejorar así el transporte ligero de sus tropas. Un hecho que cambió radicalmente los diseños 4×4 de GAZ, replicando en su GAZ-64 el todoterreno norteamericano.
GAZ-69, EL JEEP SOVIÉTICO
Tras la rápida aparición del GAZ-64 al calor de la Ley de Préstamo y Arriendo, en plena Segunda Guerra Mundial nació el GAZ-67. Más ancho, con un chasis reforzado y un mayor tanque de combustible, este modelo podía alcanzar los 90 kilómetros por hora gracias a su motor de cuatro cilindros y 54CV. Llegados a este punto, la fábrica estatal soviética al fin contaba con un 4×4 idóneo para las necesidades de un ejército moderno. Justo a la forma y manera que estaba cumpliendo el Willys-Overland entre las filas occidentales.
Sin embargo, acabada la contienda el gobierno de la URSS requirió a GAZ la realización de un nuevo 4×4 completamente diseñado por ella. Así comenzó en 1946 el proyecto del GAZ-69. Uno de los vehículos más simbólicos no sólo en la URSS, sino también en todos los países del Pacto de Varsovia. Eso sí, el lanzamiento del GAZ-69 se retrasó hasta 1953. Siete años de espera debidos a dos motivos. El primero de ellos tuvo que ver con las necesidades de reconstrucción nacional. Y es que, con una gran parte del país en ruinas, lo primera era rehacer las casas y remontar la actividad económica. Situación en la que, lógicamente, debían tener prioridad las cadenas de montaje destinadas a vehículos industriales.
Así las cosas, el segundo motivo se derivó del primero. Ya que para el desarrollo del GAZ-69 se pudo tomar tiempo sin prisa. De esta manera, multitud de unidades preserie fueron enviadas a los rincones más abruptos de la geografía soviética. Experimentando pruebas en todo tipo de situaciones climáticas. Tras esto, al fin en 1953 las primeras unidades del GAZ-69 fueron servidas al ejército. Caracterizadas por su motor de cuatro cilindros con 2.1 litros y 55CV, nueva caja de transferencia y suspensiones de ballesta. Todo ello con un grado de fiabilidad extremo. Ampliamente demostrado con una larga lista de conflictos armados donde al GAZ-69 se le pudo ver como uno de los todoterreno militares más exitosos del siglo XX con más de 600.000 unidades producidas.
Fotografías: GAZ