Más allá de las filias y fobias expresadas por la afición al automovilismo, lo cierto es que la movilidad eléctrica está presente desde finales del siglo XIX. Debido a ello, aún rebasada por los motores con pistón ésta presentó una interesante panoplia de vehículos incluso antes de aparecer el Model T en 1908. Es más, algunos de ellos jugaron el papel de ser experimentos iniciáticos para dos de los ingenieros más notorios en el campo automovilístico. Ferdinand Porsche y Marc Birkigt.
En este sentido, el primer diseño completo del alemán fue el de un modelo eléctrico allá por 1898. Claro está, aún muy alejado de lo que posteriormente haría en Mercedes, Auto Union o su propia empresa enfocada a los deportivos. Además, en lo que respecta a Marc Birkigt éste también vivió de cerca el desarrollo de un vehículo eléctrico antes de llegar al apogeo de su carrera. En su caso, caracterizada por las excelentes mecánicas Hispano-Suiza aplicadas tanto en coches como aviones.
No obstante, llegados a este punto lo mejor será empezar por el principio. Así las cosas, hemos de situarnos en la España de finales del siglo XIX. Marcada por una industrialización lenta y tardía, en ella aún no se podía hablar del automovilismo como un sector masivo. Sin embargo, gracias a la actividad metalúrgica establecida en algunas zonas del país poco a poco surgían iniciativas relacionadas con la mecánica automotriz.
Llegados a este punto, mientras en Barcelona nacían Bons o Ultramóvil, en Madrid lo hacían Sandford e Iberia. Es más, incluso hay noticias de un modelo eléctrico aparecido en Bilbao hacia 1905 bajo el nombre de Ardiurme. Algo en verdad no tan extraño pues, al fin y al cabo, cada vez eran más las empresas dedicadas a la obtención y abastecimiento de electricidad. De esta manera, durante 1893 el capitán de artillería Emilio de la Cuadra fundaba la Sociedad Eléctrica de Lérida.
Responsable de introducir esta nueva energía en la ciudad, también dio a su creador la oportunidad de expandirse en nuevos y prometedores sectores. Es más, dada su conocida afición al automovilismo éste se convirtió en la cabeza visible de la Compañía General Española de Coches Automóviles Emilio de la Cuadra. Sita en el barcelonés Paseo de San Juan desde 1898, la sociedad contrató a un jovencísimo Marc Birkigt recién licenciado de sus estudios de mecánica en Ginebra.
Eso sí, lo curioso de todo asunto es comprobar cómo aquella nueva empresa apostó por lo eléctrico. De esta manera, en 1900 aceptó el encargo de un hotelero de la ciudad. Necesitado de un ómnibus eléctrico -más silencioso y limpio que los primitivos modelos de combustión- a fin de comunicar su establecimiento con la estación de tren. No obstante, aquello acabó en un sonoro fracaso cuando, durante su propio acto de presentación éste apenas pudo funcionar unos minutos antes de colapsar.
Sin duda, un prólogo nada prometedor de cara a seguir apostando por lo eléctrico. Es más, ya que entre los accionistas de De la Cuadra estaban dos distribuidores de Mercedes en España, Marc Birkigt pudo estudiar en profundidad los motores de esta marca. Gracias a ello, durante aquel mismo año el joven suizo desarrolló dos motores de combustión para modelos turismo. No obstante, las huelgas -así como la falta de capital- dieron al traste con la empresa.
Eso sí, el rol creciente de Marc Birkigt en lo referido a la mecánica generó un evidente prestigio. De hecho, cuando en 1902 se creó una nueva sociedad sobre los restos de De la Cuadra, ésta pasaría a llamarse Constructora Hispano Suiza de Automóviles. El precedente más claro, ahora sí, para la fundación de La Hispano-Suiza dos años más tarde. Todo ello en una Barcelona donde la tradición industrial había de amparar no pocas iniciativas automovilísticas durante el siglo XX.
Eléctricas algunas de ellas. Y no, no tan fracasadas como aquel ómnibus hotelero de 1900. Prueba de ello es la creación en 1943 de Vehículos Eléctricos Autarquía S.A. Liderada por el ingeniero militar Guillermo Menéndez, ésta puso en circulación multitud de modelos industriales propulsados por motores eléctricos. Una vía de trabajo fundamentada por la escasez de aquellos años. Todavía con el régimen franquista alejado de la futura asociación estratégica con los Estados Unidos.
De todos modos, bien por afán de innovación o bien por la necesidad, los vehículos eléctricos han estado presentes en la historia de la industria barcelonesa desde los albores del siglo XX. Y no es de extrañar. Al fin y al cabo, en una ciudad con tanta industria textil los motores eléctricos no eran para nada desconocidos. Un hecho sobre el que, tan sólo dando un paso más, se llega a fórmulas de movilidad alternativas a la combustión. Ahora, más de cien años después, serán SEAT y la propia Hispano-Suiza quienes replicarán aquellos tímidos pasos dados por Marc Birkigt junto a Emilio de la Cuadra. Veremos qué pasa.