Miguel Sánchez
Nos guste o no, en la industria del automóvil siempre ha habido un alto componente visceral. De esta manera, multitud de modelos pensados por y para la competición no se idearon desde la mesura o la racionalidad. Lejos de ello, nacieron como el fruto de una respuesta instintiva, arrebatadora y, a veces, poco meditada. En este sentido, quizás el ejemplo más visible sea el del Ford GT40. Un modelo nacido con el propósito de humillar a Ferrari en Le Mans. Buscando venganza tras la fallida absorción de la marca italiana por parte de las pudientes chequeras estadounidenses. Algo que, por otra parte, ejemplifica bastante bien el perder pueril de quienes cuentan con la soberbia del dinero.
Llegados a este punto, lo cierto es que ésto también pasaba durante los albores del automovilismo. Una época en la que abundaban ejemplos donde la humillación, la soberbia e incluso la venganza jugaban papeles clave en la génesis de ciertos modelos. Así las cosas, uno de ellos es el Hispano-Suiza Alfonso XIII. Sin duda un coche excepcional, aunque al mismo tiempo fruto y consecuencia de una humillante derrota. Puestos en contexto, lo mejor será situarnos en 1908. El primero de los tres años consecutivos en los cuales se convocó la Copa de Cataluña. La primera carrera organizada de forma oficial en España.
Llegados a este punto, no resulta difícil comprender las expectativas promocionales aquí desplegadas por Hispano-Suiza. No en vano, ésta había echado a andar tan sólo cuatro años atrás con el objetivo de ser referencial en el automovilismo más exclusivo. Un objetivo para el cual las carreras resultaban esenciales. Más aún durante aquellos años donde los avances técnicos se demostraban a golpe de aceleración en las pistas. Por todo ello, cuando Peugeot dominó la Copa de Cataluña durante tres años consecutivos estaba claro que Hispano-Suiza debía tomar cartas en el asunto. Y es que, al fin y al cabo, había sido vencida sin piedad aún en su propio terreno.
Por ello, en 1909 la casa barcelonesa comenzó un plan deportivo con el cual batir a la marca del león. Puestos en esta tesitura, Marc Birkigt diseñó un motor de cuatro cilindros, 2,6 litros y 45CV con la fiabilidad como principal virtud. Gracias a ello, durante la temporada de 1910 los Hispano-Suiza comenzaron a batir a los Peugeot incluso en los GP de Ostende o Boulogne. De esta manera, más allá de sus berlinas de alta gama la marca española logró un puesto de honor entre los aficionados más deportivos. Tanto así que, en 1911, ésta presentó sus Hispano-Suiza Alfonso XIII derivados directamente de aquellos exitosos modelos de carreras.
HISPANO-SUIZA ALFONSO XIII DOUBLE BERLINE, CUSTODIADO EN UNA BODEGA
Más allá de su motor con 3.619 centímetros cúbicos y 64CV, el Hispano-Suiza Alfonso XIII contó con un chasis ligero y escueto para dejar el conjunto en unos 660 kilos. Además, gracias a la escueta distancia entre ejes este modelo resultaba plenamente deportivo. Apto para enlazar curvas con la mayor eficacia posible durante aquella época. Así las cosas, entre las múltiples carrocerías recibidas por las en torno a 500 unidades producidas no cabría esperar más que livianas tipo skiff o torpedo.
Sin embargo, no se sabe muy bien porqué existieron al menos cuatro chasis alargados del Hispano-Suiza Alfonso XIII conocidos como 15T Colonial. No en vano, a pesar de ser un vehículo fabricado en serie, éste se insertaba dentro del altísimo grado de personalización representado por la alta gama del momento. Puestos en esta tesitura, uno de estos chasis fue enviado al carrocero francés Alin & Liautard de cara a ser equipado con una carrocería berlina con doble habitáculo. Todo un refinamiento artesanal donde, a decir verdad, la línea general sigue siendo tributaria al crepuscular mundo de las diligencias.
Es más, detalles como el elevado frontal, las ventanillas propias de una casa o la red portaequipajes en el techo nos invitan a pensar más en el siglo XIX que en el XX. No obstante, este Double Berline es uno de los primeros Hispano-Suiza Alfonso XIII fabricados en 1911. Una época en la que estos vehículos sólo estaban al alcance de magnates y aristócratas. Razón por la cual no nos puede extrañar cómo acabó en las bodegas de un marqués de Sanlúcar de Barrameda.
Lugar donde, entre barricas de vino seco y manzanilla, lo descubrieron dos coleccionistas a mediados de la década de los ochenta. No obstante, no permanecía en su estado original. Lejos de ello, la carrocería Double Berline se retiró y guardó meticulosamente para otorgar así al chasis un habitáculo abierto.
En esta situación, finalmente se rescató y devolvió a su aspecto original con una restauración en la que, de una forma muy interesante, se dejó sin tocar buena parte de la pátina producida por el tiempo. No obstante, su constante viaje por subastas desiertas de pujas evidencia cómo algún tipo de intervención -especialmente en el habitáculo- sería necesaria. De todos modos, esto no le quita ni un ápice de su atractivo e interés. Siendo, sin duda, uno de los ejemplares más originales de entre todos los Hispano-Suiza Alfonso XIII conservados.
Fotografías: RM Sotheby’s
