Aquí seguimos, alimentando de manera cómplice la rueda de los clásicos menos clásicos. Esos que entran por los pelos en la matriculación como históricos y además protagonizan cuestionables escaladas alcistas en sus precios. Pero en fin, no dejan de ser una puerta de acceso -predecible y esperada- a la afición por el automovilismo más señero así que bien, vamos allá.
Dicho esto, dejaremos las valoraciones para después a fin de presentar los dos modelos objeto de comparación: el Clio 16V de 1991 y el Clio RSI de 1993. Ambos con el mismo bloque motor pero también con diferencias notables tanto en prestaciones, equipamiento y piezas destinadas a mejorar el comportamiento dinámico.
En primer lugar, el Clio 16V nació con la misión de representar el espectro más deportivo en la gama del popular utilitario cayendo sobre éste una difícil comparación con su antecesor el Supercinco GT Turbo.
Posiblemente el mayor lastre para aquel nuevo modelo, no sólo porque suceder a un mito pueda llegar a ser realmente complejo, sino también por estar hablando de un modelo atmosférico con 16 válvulas frente a otro definido por un elocuente turbocompresor de los años ochenta. A resueltas, dos caracteres muy distintos empezando por sus respectivos valores en la curva de par.
RENAULT CLIO 16V; DEPORTIVIDAD PARA TODOS
Mientras el Supercinco GT Turbo mostraba un comportamiento tan eficaz como inmisericorde respecto a cualquier error de pilotaje, el Clio 16V no sólo entregaba la potencia de una forma gradual y progresiva sino que además su carácter subvirador lo hacía sencillo de conducir al ser predecible y correcto en situaciones comprometidas.
Asimismo, las barras estabilizadoras y de torsión en el eje trasero proporcionaban un comportamiento firme y seguro aun buscando los límites del vehículo. Algo a encontrar sin demasiados esfuerzos, pues el bloque con 1.764 cc y 16 válvulas era capaz de entregar hasta 140 CV para en torno a 1.065 kilos.
Con todo ello el Clio 16V no sólo fue un auténtico deportivo en formato compacto, también ejercía visualmente como tal gracias a los pasos de rueda ensanchados con llantas especiales o su característica toma de aire en el capó.
En suma, encantos sobrados no sólo destinados al público de su época sino también al de ahora, siendo una alternativa perfecta a los costosos Clio Williams al tiempo que su cotización ronda cifras más razonables que las marcadas por modelos GTI de la década anterior; véase el caso de los 205 GTI o sin ir más lejos los picos de cotización alcanzados por el Supercinco GT Turbo hasta hace no mucho.
LA ALTERNATIVA AL CLIO 16V: RENAULT CLIO RSI
Al poco de presentar el Clio 16V, la casa del rombo tuvo a bien crear una versión realmente interesante por mucho que según pasaran las actualizaciones fuera perdiendo su identidad. Hablamos de la S, con la cual la oferta deportiva se abría por el segmento de acceso gracias a su apuesta por lo espartano.
En ese sentido el Clio S de 1992 -e insistimos, aquí es muy importante ceñirse escrupulosamente a la primera serie- fue la oportunidad perfecta para quienes buscasen un utilitario fácilmente modificable con el cual hacer sus primeros ensayos en preparación mecánica y pilotaje.
Así las cosas, se prescindió de comodidades como los elevalunas eléctricos o el cierre centralizado mientras su estética se diferenciaba gracias a unas curiosas llantas de 14» en chapa blanca. Además, en lo mecánico también aquí hablamos sobre algo más sobrio al montar un bloque con 1.390 cc capaz de entregar 80 CV; eso sí, la gama llegó hasta los 92 CV al ofrecer una opción con hasta 1.7 litros.
Llegados a este punto, lo cierto es que entre el Clio S y el Clio 16V existía un vacío bastante amplio, razón por la cual apareció en 1993 una versión intermedia llamada RSI. Dotada con el bloque 1.8 del 16V -aquí con tan sólo 8 válvulas-, ésta rendía unos 110 CV combinando elementos de sus correligionarios tal y como evidenciaba el aspecto de su interior.
EL FRACASO DE AYER, LO ADECUADO DE HOY
Aunque el Clio RSI tenía sobre el papel un sentido comercial plenamente justificado, lo cierto es que pasó sin pena ni gloria por los libros de contabilidad debido a que por muy poco más uno podía comprar todo un Clio 16V.
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De esta manera las ventas fueron más bien modestas y mientras el Clio 16V entraba con éxito en la memoria colectiva de la afición -de hecho hoy en día resulta la alternativa perfecta al cotizadísimo Williams- el RSI cayó en un ligero olvido al tiempo que las versiones S se alejaron de lo que bien podrían haber sido: la respuesta de Renault a la saga del ligero 205 Rallye.
Tras todo aquello el tiempo pasó con premura hasta hoy, momento en el que tras las tres primeras décadas de todo aquello los Clio 16V, los S y los RSI pueden ser calificados en lo objetivo como históricos y en lo subjetivo como jóvenes clásicos.
USTED NO ES JEAN RAGNOTTI
Pero, cuál comprar. Ésa es la cuestión. Bueno, pues si usted nos lee con asiduidad ya intuirá lo que vamos a decir en este momento. Efectivamente: “usted no es Jean Ragnotti”. Es decir, seguramente no va a poder exprimir ni la mitad del potencial rendido por la opción más prestacional y, si lo intenta, posiblemente acabe multado en el mejor de los casos, estampado contra alguna cuneta en caso intermedio o destruyendo la vida a alguna persona inocente en el peor de los mismos.
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Dicho esto el RSI es más que suficiente para pasárselo bien -muy bien- a menos que sus habilidades de conducción le permitan explorar más a fondo las posibilidades del chasis. En ese caso le felicitamos; pero en fin, sabemos lo que hay las más de las veces cuando ustedes leen revistas en la comodidad del hogar: más ilusión y sueños de piloto que capacidades reales.
MÁS ALLÁ DEL CLIO RSI, UN CONSEJO MUY PERSONAL
Puestos en semejantes coordenadas la decisión última entre comprar un Clio 16V o un Clio RSI debería venir por sus respectivos precios en el mercado de ocasión. Pues bien, en ambos casos es sorprendentemente alto. Echen ustedes una mirada porque a este lado del teclado lo acabamos de hacer y sólo hemos sacado una conclusión por otra parte nada novedosa: todo lo que huela a compacto deportivo de los años ochenta y noventa se está yendo de precio injustificadamente.
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Injustificadamente porque por muy interesantes que sean estos modelos -que lo son, hemos manifestado en múltiples publicaciones nuestra profunda querencia hacia los Renault deportivos– no dejan de ser vehículos con fabricación masiva y por ahora una antigüedad que por los pelos los incluye en el ámbito de los históricos y no en el limbo del “coche viejo”.
Bajo este contexto permítanos una sugerencia personal ya manifestada en nuestro artículo de ayer sobre el BSA 3 Wheeler: con estos precios dense el capricho, tengan la imaginación, de considerar otras opciones más originales, imprevistas y apegadas a la definición de “clásico”.