Miguel Sánchez
Más allá de ser una referencia indiscutible para el automovilismo deportivo, Porsche es una empresa con múltiples intereses más allá de su propia gama de vehículos. Así las cosas, ésta es bien conocida por su labor de consultoría gracias a trabajos como la puesta a punto de los Mercedes-Benz 500E o Audi RS2 e incluso la creación de la caja de cambios instalada en los SIMCA 1000.
Es más, dejando a un lado el ámbito automovilístico la casa de Stuttgart tuvo una actividad especialmente pródiga en todo tipo de asuntos mecánicos cuando después de la Segunda Guerra Mundial decidió cuadrar sus primeras cuentas diseñando incluso bombas de extracción.
Una actividad justificada y justificable por las estreches del momento, con el propio Ferdinand Porsche internado en una cárcel francesa por actividades bajo el III Reich mientras su hijo gestionaba la actividad de la marca -entonces más una consultoría tecnológica que una auténtica marca de automóviles- desde los talleres de la misma provisionalmente radicados en Austria.
En suma, un contexto complejo donde no se decía que no a prácticamente ninguna posibilidad de negocio, siguiendo así por otra parte el propio espíritu versátil e ingenioso del fundador, en cuyo haber podemos situar desde vehículos híbridos realizados antes de acabar el siglo XIX hasta el increíble desarrollo de los Auto-Union V16 con motor central-trasero para el Campeonato Europeo de Pilotos.
UN TRACTOR PARA EL PUEBLO
La trayectoria de Ferdinand Porsche hasta el estallido de la Segunda Guerra Mundial es realmente impresionante. No sólo por la brillantez de sus diseños de competición -desde la potencia bruta de los SSK sobrealimentados hasta la ligereza y eficacia del Sascha– sino también por la variedad de los mismos, encontrando desde vehículos industriales -durante la Primera Guerra Mundial desarrolló un tractor a fin de mecanizar los campos germanos- hasta utilitarios masivos como el KdF Wagen -futuro Volkswagen Tipo 1-.
Es más, resulta interesante descubrir cómo el pliego de condiciones impuesto por el gobierno nazi al proyecto del KdF Wagen tuvo un reflejo muy similar en el ámbito de la maquinaria agrícola, donde al igual que lo realizado con el popular automóvil compacto se quiso producir un pequeño tractor sencillo y fiable con el cual dotar de mecanización sencilla a los pequeños propietarios agrícolas.
Sobre aquel proyecto -archivado bajo el nombre de Volksschlepper– desconocemos bastantes cuestiones a día de hoy, aunque en realidad gran parte de esas lagunas vienen provocadas por la propia exuberancia del mismo, concitando en torno al mismo a una gran cantidad de escuelas de ingeniería que, bajo la coordinación de Ferdinand Porsche, presentaron posibilidades mecánicas de todo tipo.
TRACTORES PORSCHE, UNA AVENTURA EMPRESARIAL YA EN LA POSGUERRA
La llegada de la Segunda Guerra Mundial sorprendió al Volksschlepper en fase de desarrollo. Desgraciadamente aquello imposibilitó su llegada a la gran serie al haberse orientado todo el potencial industrial de Alemania hacia el esfuerzo de guerra.
Asimismo, tras el final de la contienda -y al contrario de lo sucedido con el futuro Tipo 1, el cual sería felizmente rescatado por técnicos ingleses en la fundación de Volkswagen- aquel pequeño tractor cayó en el olvido de quienes estaban al mando de la reconstrucción inherente a la posguerra.
Eso sí, en relación a las actividades de la naciente Porsche -al fin actuando bajo su propia empresa tras haber estado a sueldo de Mercedes-Benz, Auto-Union, Lohner y claro está el propio gobierno nazi- aquel proyecto de maquinaria agrícola había sentado un jugoso precedente no desaprovechado por la casa de Stuttgart.
Gracias a ello, en 1948 la nueva Porsche -la cual iba mucho más allá de lo relacionada con el 356- se atrevió con el diseño de un tractor producido bajo licencia por la empresa de utillaje Allgaier.
TRACTORES PORSCHE, DEL ÉXITO COMERCIAL AL CIERRE POR LA EXCESIVA COMPETENCIA
La decisión de externalizar la producción en un socio capaz de actuar bajo licencia venía precedida por la propia definición de aquella Porsche iniciática, caracterizada por una enorme habilidad tecnológica -no olvidemos proyectos como el del monoplaza con tracción total desconectable creado para Cisitalia– junto a una más que evidente limitación en su capacidad productiva al tener unos talleres prácticamente artesanales.
Llegados a este punto, la presentación del AP17 en 1950 supuso el inicio de una hoy en día cuasi desconocida aventura empresarial a firma de Porsche a pesar de sus innovaciones técnicas; a saber: sistemas oleohidráulicos, un precio competitivo y -siguiendo la estela del 356- un peso más que contenido en comparación con el de la competencia.
De hecho, la oferta de tractores Porsche producidos por Allgaier creció durante los siguientes años tanto en potencia como en número, dando lugar así a una de las referencias en material agrícola germano de la posguerra.
Es más, hacia 1955 Allgaier tuvo que abandonar su asociación con Porsche debido a la imposibilidad de seguir el ritmo en materia de inversión; en fin, imposible no acordarse de Eduardo Barreiros y cómo cambiaron las tornas en su relación con Chrysler.
A partir de aquí fue Porsche la que gestionó en solitario el destino de sus tractores, fundando para ello en 1956 la Porsche Diesel Motor Construction responsable de lanzar al mercado en torno a 120.000 unidades de sus diferentes modelos tractor. Todo ello antes de cerrar en 1963 no sólo en base a la competencia creciente por parte de otras marcas especializadas sino también debido al excelente rendimiento comercial de los deportivos Porsche en los Estados Unidos.
Imágenes: Porsche
