En determinados periodos de la historia reciente el papel de algunos colectivos ha sido tan importante como desconocido. Durante los períodos de guerras, ese anonimato ha sido aún mayor, pasando por la historia tan de puntillas que en la mayoría de los casos nunca ha sido reconocido. En el caso de la mujer, aún ha sido más evidente y clamoroso.
La Guerra Civil Española fue una muestra de ello. Las mujeres sufrieron las consecuencias del conflicto bélico como testigo directo, aunque en su inmensa mayoría en un segundo plano. Mientras los hombres eran movilizados para incorporarse al frente, en los pueblos y en las ciudades quedaban las mujeres al cargo no sólo del sostenimiento de las familias, sino también de las casas, tierras, ganado, comercios, y un largo etcétera. Se convertían en la retaguardia más silenciosa.
En medio de este panorama bélico, surge un movimiento ideológico que se mantuvo plenamente vigente entre abril de 1936 y febrero de 1939. Continuaba el camino iniciado anteriormente por la Confederación Nacional del Trabajo (CNT), en defensa de la igualdad de género. El movimiento se organizó bajo el nombre de Mujeres Libres, con el fin de que sus integrantes desarrollaran sus capacidades y lucha política. Según la escritora Martha Ackelsberg, autora del libro «Mujeres Libres. El anarquismo y la lucha por la emancipación de las mujeres» (Virus, Barcelona, 1991)
[su_quote] «Lo que las diferenciaba de otras agrupaciones de mujeres, como las comunistas o antifascistas, era que su principal objetivo, incluso en mitad de la guerra, era la capacitación de las mujeres, no sólo su movilización en las actividades de apoyo al esfuerzo de guerra. Incidían en que la participación de las mujeres en el mercado laboral no debería ser un cambio temporal, debido a las necesidades de guerra, sino un cambio más permanente.» [/su_quote]
Un feminismo con identidad
El nombre surge de la revista mensual con el mismo nombre, cuyo primer número vio la luz el 20 de mayo de 1936 y que fue fundada dos años antes por Amparo Poch y Gascón, Lucía Sánchez Saornil y Mercedes Comaposada. Esa publicación, escrita bajo seudónimos por y para mujeres, servía como portavoz de la Federación de Mujeres Libres que pretendía la defensa de la mujer obrera. Si bien sus objetivos podían parecer sorprendentes para la época (la emancipación de la mujer de la triple esclavitud a la que había estado sometida: esclavitud de la ignorancia, esclavitud como mujer y esclavitud sexual), la Federación consideraba que, mediante la educación y la capacitación profesional, la mujer obrera alcanzaba sus derechos en el ámbito de una formación libertaria.
La mejor definición la hacen ellas mismas en el número 1 de la revista Mujeres Libres:
[su_quote] «Esto es ya más que feminismo. Feminismo y masculinismo son dos términos de una sola proporción; (…) la expresión exacta: humanismo integral. Al feminismo lo mató la guerra dando a la mujer más de lo que pedía al arrojarla brutalmente a una forzada sustitución masculina. Feminismo que buscaba su expresión fuera de lo femenino, tratando de asimilarse virtudes y valores extraños que no nos interesan; lo que queremos es otro feminismo, más sustantivo, de dentro a afuera, expresión de un modo, de una naturaleza, de un complejo diverso frente al complejo y la expresión y la naturaleza masculinos.» [/su_quote]
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Capacitación automovilística
Con el fin de difundir el proyecto ideológico y llevarlo a cabo se establecen escuelas, institutos, ciclos de conferencias, cursillos especiales, etc., tendentes a alcanzar la mayor capacitación posible de la mujer. Estos programas incluían clases para erradicar la ignorancia y el analfabetismo, cursos de aprendizaje industrial y comercial, así como grupos de concienciación diseñados para infundirles el conocimiento y la confianza que necesitarían para participar como ciudadanas de pleno derecho en aquella sociedad.
Ya en 1938, en boca de las fundadoras de Mujeres Libres se escucharon reivindicaciones como “a igual trabajo, igual salario” y “los hombres al frente, las mujeres al trabajo”, esta última una de sus más emblemáticas consignas. En octubre de ese año la Federación tenía más de 20.000 integrantes y 170 secciones locales en todo el país, que no cobraban cuota alguna. También en ese mismo año, la revista dejó de salir a la calle tras una corta vida de 14 números.
El camino emprendido por Mujeres Libres tuvo oposición. Se argumentaba que el rol propio de la mujer era el de ser madre y ofrecer apoyo a su marido en casa. Matilde Piller escribió en 1934 que «una no puede ser una buena madre y ser una mujer al mismo tiempo… Quizás puede ser una intelectual y una mujer a la vez, pero ¿una buena madre?. No». Otras voces discrepantes contra el movimiento clamaban que ese tipo de organizaciones podrían socavar los principios del movimiento anarquista, que fue creado para promover una sociedad igualitaria donde hombres y mujeres pudieran trabajar juntos.
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Pese a todo, como ya se ha comprobado, el movimiento crece con fuerza en Madrid y en Barcelona, ciudad en el que se conoce como Grupo Cultural Femenino. En septiembre de 1936 ambos grupos se fusionan bajo el nombre de Asociación de Mujeres Libres, diversificando el trabajo entre las dos ciudades. En la Casa de la Mujer Trabajadora de Barcelona se establecen comedores colectivos, se organizan, entre otros, cursillos de conducción y mecánica, y se envían víveres a un Madrid cada vez más asediado. En la capital, mientras tanto, se imparten clases para capacitar a las mujeres como conductoras de tranvía y se abre la denominada Escuela de Chóferes, cuyo principal objetivo era que la mujer cubriera los servicios de sanidad de la retaguardia.
De las aulas de la academia del sindicato del transporte de la CNT salieron mujeres formadas en conducción y mecánica, cuya capacitación les permitió hacerse cargo de vehículos de transporte que rodaban por la ciudad y de su mantenimiento, casi artesanal, en los pocos talleres que permanecían aún operativos.
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Forzadas al exilio
Sin embargo, la guerra comenzó a provocar el exilio de muchas de las integrantes del movimiento. Algunas de ellas siguieron manteniendo contacto fuera de España, y publicaron varios números de una revista llamada Mujeres Libres en el Exilio. La organización se vio abocada a desaparecer en 1939, con el fin de la guerra. Con respecto a sus fundadoras, sus vidas transcurrieron fuera de España sin conocerse en algunos casos detalles de sus actividades. Amparo Poch y Gascón se exilió a Francia, donde ejerció la medicina en Toulouse atendiendo a pacientes españoles. Además, organizó cursillos (dirigidos por la CNT en el exilio) gratuitos por correspondencia de Puericultura, Anatomía y Fisiología Humana. Falleció el 15 de abril de 1968 en Toulouse.
1- De izquierda a derecha: Amparo Poch y Gascón, Lucía Sánchez Saornil y Mercedes Comaposada
2- Varias mujeres arriman el hombro para mover un camión (Cedida por ABC)
Lucía Sánchez Saornil también se exilió a Francia en un primer momento pero, para evitar su deportación, volvió a Madrid en 1942 donde estuvo en la clandestinidad hasta 1954, fecha en la que viajó a Valencia. Allí, por encargo de un marchante, se dedicó a pintar cuadros de artistas conocidos hasta su muerte, el 2 de junio de 1970. Jamás volvió a dedicarse a actividades periodísticas.
Mercedes Comaposada se exilió en París, donde vivió junto a su compañero el escultor Lobo bajo el amparo de Picasso. Intentó hacer un libro, tras la muerte de Franco, sobre Mujeres Libres. Pidió la colaboración de las veteranas para que le enviaran por carta todo lo que recordaran. Llegó a redactar un manuscrito que, junto con la documentación, desapareció tras su muerte en París el 11 de febrero de 1994.
Setenta y cinco años después del final del movimiento, la inmensa mayoría de mujeres que lo integraron han fallecido. Aún no se ha visto reconocida institucionalmente su labor.
El testimonio de Evelyn Hutchins
Paralelamente al movimiento Mujeres Libres llegan a España voluntarias estadounidenses, británicas y australianas para colaborar, durante la Guerra Civil, con sus colegas republicanas en las tareas de ayuda desde otros campos que no eran el de batalla.
El caso norteamericano es el que más estudio ha tenido en décadas posteriores. En 1936 se crea en Nueva York la Oficina Estadounidense para Ayudar a la Democracia Española (a través del American Medical Bureau o A.M.B), integrada dentro de la Brigada Internacional Abraham Lincoln. El 16 de enero de 1937 salen de Nueva York 116 personas, de las cuales se contabilizaron un mínimo sesenta mujeres: 46 enfermeras, 10 técnicas o ayudantes de laboratorio, dos administradoras-intérpretes, una conductora y una doctora. La mayoría eran solteras, con edades comprendidas entre 21 y 49 años de edad, y con una experiencia mínima de entre cinco y quince años en las labores que iban a desempeñar.
Evelyn Hutchins fue una de esas mujeres. Nacida en Snohomish, Washington, en 1910, llegó a España en abril de 1937 en el tercer grupo del A.M.B. Experta en conducción de todo tipo de vehículos, al principio fue rechazada para realizar esos trabajos considerados como masculinos por su aspecto físico menudo y frágil. Finalmente consiguió su propósito, y comenzó conduciendo ambulancias, pero según las necesidades transportaba, en todo tipo de vehículos, municiones, provisiones o tropas.
Por su manera de ser extremadamente alegre y jovial llegó a ser conocida en todos los frentes, lugares en los que encontró a mujeres que comenzaban a desempeñar tareas como conductoras y mecánicas. Hutchins destacó, en una entrevista concedida en 1938 al periodista norteamericano Lelan Stowe para la Harper’s Magazine la tarea de dos conductoras de entre otras muchas: la canadiense Jean Watt y la española Soledad, una veinteañera que condujo once meses durante la guerra hasta que pasó a formar parte del personal sanitario en un hospital de Tarragona.
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Unas chicas extraordinarias
Evelyn relató, en un fragmento de su entrevista titulada por Stowe como Evelyn the Truck-driver: An American girl with the Spanish Armies, el encuentro que tuvo en Reus con un grupo de españolas aprendices de mecánica. El párrafo relata perfectamente su admiración por estas mujeres:
[su_quote] «He encontrado unas chicas españolas extraordinarias. Hay muchas en Reus. Son muy jóvenes y muy fuertes y aprenden a ser mecánicas en el garaje de reparaciones.
Son engrasadoras, ¿sabes?. Sus brazos y sus monos están cubiertos de grasa, pero tendrías que ver su orgullo, su dignidad y su porte. Es emocionante simplemente verlas tan concentradas, ayudando a sacar motores, cambiar ruedas y limpiar bujías. Si me rompo una pierna y no puedo conducir, veré si no podré hacer algo similar. ¡Qué diferencia entre la manera de andar de esas españolas y la de las chicas normales de nuestro país! Tienen todas tanta… elegancia en el porte. Y lo ves en sus ojos.»[/su_quote]
Evelyn Hutchins falleció de cáncer en julio de 1982, a los 72 años de edad.
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Mujeres en el frente también en Estados Unidos
También en otros países se produjeron movimientos de colectivos de mujeres influenciados por un conflicto bélico. Sin alejarnos del tema que nos ha ocupado, tan sólo mencionaremos un ejemplo similar al ocurrido en España que, si bien nacido una década más tarde, tuvo mucha influencia en la industria aeronáutica. Este hecho, aunque de forma tardía, fue finalmente reconocido y valorado por el gobierno norteamericano.
Tras el ataque a Pearl Harbour el 7 de diciembre de 1941, que desembocó en la entrada de Estados Unidos en la Segunda Guerra Mundial, muy pronto se evidenció la falta de hombres para pilotar aviones. Las factorías incrementaban la producción de nuevos aparatos que iban destinados a los distintos frentes, pero antes había que trasladarlos desde las fábricas hasta los lugares de conflicto y traerse los que habían recibido daños pero que aún estaban en situación de volar y de ser reparados para volver a sus destinos.
De esa función se ocupó la WASP (Women Airforce Service Pilots, antes WAFS, Women’s Auxiliary Ferrying Squadron), organización surgida por la iniciativa de dos mujeres piloto, Jacqueline Jackie Cochran y Nancy Harkness Love, en el verano de 1941. Ambas crearon las bases de lo que sería el servicio civil de las «ferry pilots» que estaría vigente hasta 1944, año del desmantelamiento de la WASP. En ese año, un total de 915 mujeres finalizaron su compromiso, y 38 perdieron la vida en ese cometido. Nunca participaron en operaciones de combate.
El 1 de julio de 2009 el presidente Barak Obama y el Congreso de los Estados Unidos concedieron a la WASP la Medalla de Oro del Congreso. Un año después, las 300 supervivientes recibieron dicha Medalla, y el reconocimiento público a la tarea realizada más de seis décadas atrás.
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