En teoría vivimos en una era de civilización, de derechos que se deben respetar porque hemos evolucionado como especie y como sociedad. Pero en realidad eso es una utopía y en pleno Siglo XXI, en la era de la tecnología y la digitalización, en un momento en el que se experimenta con Inteligencia Artificial para ayudarnos en los quehaceres diarios, en un momento en el que hemos enviado a Marte varias sondas para estudiar el llamado “Planeta Rojo”, abriendo caminos más allá de nuestra tierra, todavía nos encontramos con aptitudes absolutamente medievales, como es la segregación por sexo. Nacer hombre o nacer mujer puede marcar para siempre la vida que llevarás, algo que resulta completamente aberrante. ¿Acaso un hombre es mejor que una mujer por el simple hecho de ser hombre?
La historia siempre ha tenido a la mujer en la sombra, como si fuera un cero a la izquierda intentado ocultar todos sus progresos y logros, o bien, limitando su libertad para que nunca pueda conseguir más allá de aquello que se le permite. Luego a muchos les extraña que las mujeres se levanten en armas y se vuelvan totalmente radicales, hubo una época en la que ni siquiera podían ir al baño sin permiso de los hombres, ¿qué esperábamos? Por suerte, vivimos en una era donde las cosas se hacen de manera diferente y era rebelión de las mujeres, totalmente justificada, es pacífica y únicamente exigen lo que se merecen, respeto e igualdad. El hombre no es mejor por ser hombre, de hecho, a veces somos bastante más cabezones y bastante más “obtusos” que ellas.
De siempre, la mujer ha tenido una mente más tranquila, con una visión más práctica y capaz de cambiar el mundo. Y si tú, que estás leyendo esto, no crees lo que aquí se dice, permite que te dejemos unos simples ejemplos. Uno de los más destacados, sin duda un suceso que se estudia en las escuelas, es el descubrimiento de la radiactividad, del polonio y del radio, obra de la famosa Mary Curie. Si algo tan importante para la historia no te sorprende, vayamos a nuestro ámbito, al mundo del motor, donde el kevlar es un material que se emplea para muchas cosas y que fue invención de Stephanie Kwoleck; una mujer.
¿Quieres más? Pues quizá, si Florence Lawrence viera que la mitad de los conductores no usan los indicadores de dirección, nos llamaría a todos inconscientes, pues inventó el primer sistema de indicación de dirección como gadget para aumentar la seguridad en la circulación. Menos mal que las luces de freno, inventadas también por la señorita Lawrence, se encienden automáticamente cuando se pisa el pedal del freno (tal y como ella estableció).
Grandes gestas más allá de la practicidad
La mujer, como siempre se ha caracterizado, ha destacado en el ámbito práctico, en la lógica, en la coherencia. Mientras el hombre se dedicada a poner su vida en peligro a velocidades absurdas, ellas ponían la red de seguridad con sus inventos. Un ejemplo muy esclarecedor es el de Mary Anderson, que inventó el limpiaparabrisas mientras los hombres se enfrascaban casi de forma enfermiza en obtener más potencia y más velocidad. ¿Acaso no se emplean los coches cuando llueve? Evidentemente sí, pero por aquellos años el manejo de un vehículo estaba al cargo de un chófer porque los coches estaban al alcance, únicamente, de la clase más pudiente y un chófer era algo así como el criado a cargo del vehículo, si tenía que bajar y mojarse para limpiar el parabrisas era su trabajo y punto.
Pero no todo ha sido coherencia y lógica en la relación de la mujeres con el automóvil, también ha habido pasión y grandes gestas, logrando sorprender a los más escépticos y a los más “cerrados” de mente que sólo por el hecho de ser mujeres ya las catalogan y apartan a un lado. Una situación que podemos ilustrar con el caso de Dorothy Levitt, una mujer que logró alcanzar los 146,25 km/h en 1906 (fue la mujer más rápida del mundo) o que antes de eso, marcó un récord de velocidad en agua llegando a las 19,3 millas por hora, unos 35 km/h, allá por 1903, ganando también el Campeonato de los Mares el mismo año. No obstante, aún y a pesar de su palmarés, los responsables del circuito de Brooklands rechazaron su inscripción en una carrera porque, simplemente, era una mujer y las mujeres no pilotan.
No obstante, si hemos de destacar una gesta lograda por mujeres, debemos viajar a la Argentina de la década de los 60, cuando “las suecas” dejaron sin palabra a todo un país entero derrotando a 257 participantes, todos ellos hombres, a lo largo de más de 4.500 kilómetros. Esas suecas, por lo eran, se llamaban Ewy Rosqvist y Ursula Wirth y la prueba en la que ganaron fue el “Gran Premio Internacional de Autos de Turismo” celebrado en 1962. Llegaron, causaron furor y arrasaron con todos sus rivales. Prensa, aficionados y rivales quedaron sin habla, aunque algunos no se tomaron bien algunas cosas. Una gesta memorable.
Dos pilotos súper profesionales, con Juan Manuel Fangio como director deportivo
El Gran Premio Internacional de Autos de Turismo es una de las carreras más importantes del país sudamericano, disputada desde 1910 hasta 1980. Durante la década de los 50, se creó un complemento a la carrera, el Gran Premio Standard, que pretendía abrir la puerta a un mayor número de equipos extranjeros y así ganar en importancia. Un movimiento que tuvo muchísimo éxito logrando que, año tras año, las marcas participantes aumentaran sustancialmente hasta que, en 1962, se inscribieron marcas como Alfa Romeo, BMW, Mercedes o Volvo como representantes foráneos, mientras que entre las marcas locales más destacadas había nombres como Kaiser Argentina, Industria Automotriz Santa Fe, Autoar Argentina, Israd, IAFA o Borgward.
Mercedes fue la gran sorpresa de la carrera, pues inscribió un total de cuatro coches. Por un lado, dos unidades eran Mercedes 300 SE, mientras que las otras eran Mercedes 220 SE, menos potente rápido. Los primeros fueron destinados a los pilotos Eugen Böhringer (alemán) y Carlos Menditeguy (argentino). Los segundos fueron para el piloto alemán Peter Khunne y sí, la piloto sueca Ewy Rosqvist con su navegante y compatriota, Ursula Wirth. El equipo estaba comandado, a partes iguales, por el ex piloto de Fórmula 1 Karl Kling y por gran Juan Manuel Fangio, quien era presidente honorario de Mercedes-Benz Argentina.
La carrera tenía siete categorías divididas por cilindradas y constaba de un total de 4.624 kilómetros de recorrido, repartidos en seis etapas. Era, a todas luces, una carrera bestial y especialmente dura, nadie pensaba que “las suecas” (así se las llamó desde el primer momento) pudieran conseguir nada destacable pues, como se viene diciendo, eran mujeres y por ese simple hecho ya se las menospreciaba. No obstante, por aquellos años no había tanta facilidad de información ni conexión total entre todas las partes del globo y se tenía un total desconocimiento de estas dos mujeres. Estas dos señoritas que se pusieron a los mandos de un Mercedes 220 SE llegaron a la Argentina tras lograr grandes resultados en Europa. Ewy era Campeona del Rallye de Europa tres veces consecutivas con su navegante y amiga Ursula: 1950, 1960 y 1961. Es decir, no eran precisamente unas novatas y ya tenían tablas en esto de correr con coches.
Ewy escribió un libro llamado “Fahrt durch die Hölle” (Conduciendo por el infierno), donde cuenta algunas curiosidades de sus orígenes, que se remontan a Herrestad, una zona rural al sur de Suecia en 1929, en una familia de granjeros.
“La granja era como una fortaleza. Por un lado el establo, perpendicular al granero. Más allá el garaje y luego la vivienda, que consta de dos pisos y tiene un techo saliente. El mar Báltico se encuentra a veinte kilómetros de distancia y el viento fresco aullaba a menudo cuando jugábamos en la granja con mis hermanos. Pasamos un tiempo feliz juntos, padre, madre, cinco hijos, nuestras 50 vacas, caballos, pájaros… Nuestro padre nos enseñó a montar.
A los siete años comencé en la escuela del pueblo. Cuando llegó la guerra, debimos dejar nuestros caballos. Pero después la guerra pasó. Para el trabajo en el campo mi padre compró tractores y maquinaria. Y cuando terminé mi escuela secundaria mi padre me mandó a una escuela agrícola, donde aprendí sobre la cría de animales. Luego trabajé como asistente de Ernst Palsson, que era nuestro veterinario. Su distrito era muy grande y conocí a muchos granjeros. Poco después me fui a Estocolmo, donde estudié y me recibí de asistente veterinario. Con el diploma, regresé orgullosa a casa y comencé a trabajar en el campo. Pero había que visitar muchas granjas y precisaba un auto. Mi papá metió la mano en el bolsillo y me compró un Mercedes 170 S.
Iba a granjas lejanas, viajaba entre 150 y 200 kilómetros por día, casi siempre por caminos de tierra y grava, por el medio del campo.
En 1952 conocí a Yngve Rosqvist, un joven ingeniero rubio de hombros anchos. Nos casamos en 1954 y nos instalamos en el pueblo de Skurup, entre Malmö e Ystad. Allí compramos una hermosa casita. Mi esposo y mi suegro eran apasionados conductores de autos. Mi esposo participó en carreras pequeñas y mi suegro conducía en rallys. Un día me dieron el papel de “tercer hombre” en el Rally del sol de medianoche. Entonces decidí participar en el mismo rally en 1956. No me fue bien, pero insistí. Firmé contrato con la fábrica Volvo y gané cuatro veces la Copa Damas en The thousand lakes rally de Finlandia, manejando un Volvo P444. A pesar de esos éxitos, comenzaron las dificultades en mi matrimonio. Me pasaba mucho tiempo fuera de mi casa y surgieron desacuerdos con mi esposo, que terminaron en divorcio. Porque creo en el amor, me casé. Y porque creo en el amor, me separé de mi marido… Un gran muchacho que me inculcó la pasión por el automovilismo.”
Ursula, por su parte, había nacido en Sundsvall, sobre el golfo de Botnia, en Suecia. Tenía la misma profesión que Ewy, pero además, tenía también la necesidad de conducir a todo trapo con los caminos que había por aquellos años, muy lejos de las carreteras actuales. Eso les llevó a compartir su pasión por los coches y algunos meses después de conocerse, ya estaban compitiendo en rallyes. Una pareja de lo más variopinta que combinaba una espectacular pericia al volante por parte de Ewy, con una meticulosidad propia de los japoneses por parte de Úrsula.
No se dejaba nada al azar
“Manejen como siempre… vayan tranquilas y dejen que los rivales se eliminen entre ellos, ya que la carrera es muy larga. Piensen sólo en el coche y en el camino”. Así les alentó Juan Manuel Fangio el mismo día de la carrera, sabiendo que estas dos heroínas suecas eran tremendamente meticulosas, no dejaban nada al azar, eran dos profesionales como no había por entonces. Nada más llegar a Argentina, recorrieron previamente la ruta que recorrería la prueba. Hicieron una etapa diaria, descansando y anotando las características del camino. Es decir, se recorrieron los más de 4.500 kilómetros de prueba con el único objetivo de tomar notas y tener un “road book” detallado y preciso.
Desde la primera etapa, las dos compañeras suecas iban marcando tramo a tramo a una velocidad respetable. Según parece, consultando medios argentinos, Carlos Menditeguy iba primero con su Mercedes 300 SE logrando sacar más de dos minutos a Böhringer, su compañero de equipo con el mismo coche. Mientras tanto, las dos chicas mantenían su ritmo y recordaban las palabras de Fangio mientras iban viendo como los rivales caían por sí solos. El empujón llegó en uno de los tramos, donde Böhringer intentó pasar por vado cubierto de agua sin pensar en velocidad ni en las posibles consecuencias. ¿Resultado? la toma de aire se llenó de agua y ahogó el motor y tuvo que abandonar, la misma situación que sufrió Menditeguy, aunque gracias a que su copiloto logró poner en marcha el motor, pudieron seguir la carrera aunque con media hora perdida.
Justamente esa media hora perdida sirvió para que Ewy y Úrsula se pusieran al frente del pelotón. Menditeguy apretó y arriesgó hasta alcanzar a las suecas, a quienes pudo superar casi sobre la línea de meta. No obstante, ellas ganaron por tiempo, con un segundo de diferencia (recorrieron más distancia en menos tiempo) pero Menditeguy protestó afirmando que les había sacado 300 metros, lo que equivalía a cinco segundos. Mientras se quejaba, se entretuvo a firmar autógrafos y a saludar a sus admiradores, no en balde, era uno de los pilotos más famosos de Argentina. Fangio le apremió para que dejara de pavonear y llevara el coche al parque cerrado, para lo que tenía sólo 10 minutos.
No se sabe muy bien porqué, pero Carlos Menditeguy llegó minuto y diez segundos tarde siendo descalificado. Por supuesto, el piloto montó en cólera y dijo que un alemán le había entretenido. La dirección de carrera no hizo caso de sus quejas y Menditeguy, a gritos y sin ningún control en sus palabras y su forma de reaccionar, tomó sus cosas y se marchó de allí a su residencia en Buenos Aires. Las competidoras suecas se pusieron en ese momento al frente de la carrera y nunca más volvieron a dejar esa plaza, ganando con autoridad.
Años después, cuando le preguntaron a Ewy sobre aquella carrera en 1962, contó:
“¡Argentina es un país enorme, parece que no se termina nunca!… Y recuerdo especialmente el afecto de la gente… Donde parábamos nos rodeaba el público. Y en los hoteles, el recorrido hasta nuestro cuarto estaba lleno de flores… Y como la gente se agolpaba afuera, en la calle, nosotras salíamos al balcón y le tirábamos flores… Y lo otro que me quedó grabado es el avión de la radio que nos seguía por toda la ruta… Jamás vi algo igual, ni en Europa ni en ninguna otra parte donde corrí…”
Las suecas, Ewy y Úrsula, completaron la prueba de 4.624 kilómetros en 34 horas, 51 minutos y 3 segundos, con un promedio de casi 127 km/h. El segundo clasificado llegó 3 horas, 8 minutos y 25 segundos después, que era de otra categoría. En su misma categoría, tuvieron un margen de 12 horas 1 segundos con el siguiente corredor, ¡espectacular!.
Como curiosidad, estas dos mujeres amantes del automovilismo, en un derroche de altruismo y humildad, estuvieron a punto de abandonar la carrera cuando se enteraron que su compañero de equipo, Peter Khume, había fallecido en la segunda etapa por un grave accidente. Gracias a Fangio, que las convenció de seguir corriendo, podemos contar esta historia.