El sonido de sus motores de gran potencia, la deportividad de su comportamiento, sus carrocerías aerodinámicas… Con el historial de Ferrari en la mano, nadie pone en duda que la marca del “cavallino” es el mayor exponente del automovilismo deportivo. Y de repente… un SUV. Sí, uno de esos modelos que inundan los concesionarios con su mezcla imprecisa de familiar, todoterreno, turismo… Algo que no se sabe muy bien qué es y si realmente no será más que una moda pasajera, pero que en este momento ha llegado a seducir incluso a una marca tan definida como es Ferrari.
Aún no se conocen muy bien los motivos por los cuales Ferrari da este giro de 180º en su esquema perfectamente definido de estilizados vehículos de dos puertas normalmente con tracción trasera. Nunca ha sido una empresa que haya necesitado satisfacer a un consumidor medio. Es cierto que ha tenido tensos momentos económicos… pero nunca ha alterado su esencia, ni siquiera cuando fue comprada por Fiat.
Suposiciones aparte, lo cierto es que Ferrari ya coqueteó una vez con la posibilidad de sacar un modelo muy apartado de su esquema tradicional. Un modelo que, aunque seguía teniendo el centro de gravedad muy bajo… ¡Contaba con cuatro puertas! El fruto de aquellos planes fue la única berlina que ha llevado el sello del “cavallino rampante”. Y no sólo como modelo, sino como ejemplar, ya que del curioso Ferrari Pinin sólo se fabricó una unidad.
LA MENTE INQUIETA DE SERGIO PININFARINA
Don Quijote y Sancho. Sherlock Holmes y Watson. En la historia hay nombres que van indisolublemente unidos, también en la del automóvil. Y es que si hablamos de Ferrari… Tenemos que hacerlo igualmente de Pininfarina. La mítica casa de diseño fundada en el Turín de 1930 por Giovanni Battista “Pinin” Farina, responsable de haber moldeado y firmado gran parte de las carrocerías con las que Ferrari viste sus mecánicas.
Una firma legendaria que en 1980 cumplía 50 años con la intención de celebrarlo por todo lo alto en el Salón de Turín. Para ello, Sergio Pininfarina -hijo del fundador y continuador de la saga- decidió reunir una selección de los diseños que la empresa había elaborado para Alfa Romeo, Lancia, FIAT, Maserati o Ferrari. Sin embargo, también deseaba presentar algún prototipo absolutamente radical e inesperado. Era el momento de ponerse a pensar.
Y pensando, Sergio Pininfarina advirtió que el motor italiano no contaba con ninguna berlina de gran potencia capaz de competir con los Jaguar XJ o los Mercedes 450. Bueno, ninguna… No. Estaba la tercera generación del Maserati Quattroporte, equipada con un V8 de casi 300 CV… Pero como éste era un diseño de SU rival Giugaro, no lo tenía en cuenta.
Así las cosas, Sergio Pininfarina decidió dirigirse al “commendatore” a fin de proponerle algo totalmente inesperado: una berlina Ferrari. Un proyecto que, lejos de indignar a Enzo Ferrari… parece que le encantó.
EL CHASIS DE UN 2+2 CON EL MOTOR DE UNA BERLINETTA
Ferrari nunca había fabricado una berlina, así que cuando sus ingenieros recibieron los diseños de Leonardo Fioravanti… Estaban ante el reto de hacer algo desconocido para ellos. ¿Cómo llevar esa carrocería a la práctica sin perder un ápice de la deportividad de Ferrari? Para dar respuesta a este interrogante empezaron desarrollando el modelo a partir del chasis de un 400GT, el rectilíneo coupé 2+2 fabricado entre 1976 y 1979.
La idea fue brillante, porque aunque el 400GT es un coupé deportivo de dos plazas, su batalla de 2746 mm daba de sobra para asentar una carrocería de cuatro puertas. De hecho, el Pinin es sólo unos centímetros más largo que el 400GT, llegando a los 4821 mm de largo. El problema estribaba en la altura, concretamente en la del capó: Ésta no podía ser excesiva a fin de no romper la línea aerodinámica de una potente berlina, así que… Se necesitaba de un motor lo más “plano” posible.
Ésta fue la razón por la que el Pinin sí heredó del 400GT el chasis pero no su motor V12. Y es que, para ese hueco necesariamente afilado que dejaba el capó delantero de esta berlina… Ferrari pensó en un motor de cilindros opuestos. Sí, concretamente en el mismo que propulsaba al mítico y rabioso 512 Berlinetta Boxer. Por ello las prestaciones de este cuatro puertas se fijan en 360CV proporcionados por un motor de 5 litros con doble árbol de levas y cuatro válvulas en cada uno de sus 12 cilindros. No está nada mal…
Para adecuar el reparto de pesos se optó por una configuración “transaxle”, con la que el motor delantero envía su fuerza a la caja de cambios manual de 5 velocidades situada en el eje trasero. En suma, que aunque de puertas para afuera estemos ante una berlina… Bajo esta singular carrocería se encuentra un auténtico “cavallino” echado al galope.
UN EJERCICIO DE DISEÑO A LA ALTURA DEL 50 ANIVERSARIO
Más allá del excelente trabajo de Ferrari, lo cierto es que Pininfarina hizo una verdadera maravilla futurista con el diseño del Pinin. Y es que, analizándolo tranquilamente, vas descubriendo detalles de diseño de lo más innovadores. Como por ejemplo disimular el pilar central detrás de los cristales ahumados, eliminando así esa forma que parte claramente a las berlinas en dos cuando las ves de lado.
En el interior, el cuero tratado combina a la perfección con un salpicadero prudentemente futurista en cuyo panel de mandos sólo se podían ver los indicadores cuando el coche se encendía y con éste, las luces del mismo. Igual que con las ópticas traseras firmadas por Carello, las cuales se camuflan en el metalizado de la carrocería hasta que, encendidas, vislumbras dos generosos rectángulos luminosos.
En conjunto, el diseño del Pinin es una elegante suma de líneas rectas pero no necesariamente angulosas. Un soberbio ejercicio de estilo muy propio de los 80, el cual nunca llegó a producirse en serie a pesar del entusiasmo de Enzo Ferrari por el prototipo. ¿Temerían iniciar la década que marcó la plenitud de los superdeportivos con una berlina? ¿Quizá pensaron que ese nicho de mercado ya estaba cubierto por la cercana y casi hermana Maserati?
Aún a día de hoy desconocemos las razones que dejaron al Pinin en el estado de prototipo. Sólo se fabricó un único ejemplar que durante años perteneció al piloto y coleccionista de Ferrari Jacques Swaters, siendo revendidido por última vez en el pasado 2015 por más de 1.200.000 euros. Una verdadera rareza que suele estar expuesta en el Museo Ferrari dentro de una sección dedicada a Pininfarina en la que, cuando al fin veamos el SUV de Ferrari, podremos recordar que ya en 1980 circuló por Maranello la idea de hacer un Ferrari algo distinto pero no sacrílego.
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