Ferrari Testa d'Oro de 1993
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Ferrari Testa d’Oro, el primer cavallino en superar los 350 km/h

Diseñado por el extravagante Luigi Colani se basaba en el Testarossa y batió el récord de velocidad máxima para vehículos con catalizador en 1991.

Cuando hablamos de Luigi Colani, lo hacemos de un genio. Y sólo alguien de su talento podría haber concebido un automóvil tan superlativo como el Ferrari Testa d’Oro. El objetivo era crear un coche para batir récords en el lago salado de Bonneville, situado en Utah (Estados Unidos). Para ello, se tomó como base el Testarossa, el modelo de producción más poderoso de la marca italiana en aquel entonces. El F40 era inalcanzable en aquel momento.

Por supuesto, las líneas rectas del Ferrari Testarossa se suavizaron hasta quedar completamente irreconocibles, siguiendo las preferencias de Colani, que siempre mostró un gusto desmesurado por las formas curvas. No se conservaron ni las ópticas ni tan siquiera la característica toma de aire lateral. En la trasera, incluso se incorporó una suerte de alerón continuador de una estructura con rejillas. Un trabajo que hizo que el peso creciera hasta los 1.650 kilos.

Cualquier que viera el denominado Ferrari Testa d’Oro, tendría muy complicado, por no decir imposible, descubrir qué coche había debajo. Colani había hecho una labor de camuflaje, enfocada a la aerodinámica, de primer nivel. Las sorpresas no acaban ahí, pues la parte mecánica también se trabajó a fondo.

CON CULATAS DE ORO

Para las mejoras en el apartado mecánico, Colani colaboró con el preparador alemán Lotec Racing Team, que incorporó dos turbocompresores a la mecánica V12 a 180º del Testarossa. Los turbos soplaban a 1,25 bares para que la potencia alcanzara los 750 CV a 6.400 vueltas y el par máximo se fuera por encima de los 800 Nm. Estas cifras prácticamente doblaban las del coche en origen, que eran 381 CV y 470 Nm con catalizador. Conviene aclarar este punto porque los récord que buscaban batirse eran precisamente en la categoría de catalizador.

Además, las culatas se bañaron en oro con la excusa de protegerlas del calor, igual que los colectores. Por lo tanto, si el Testarossa se denominaba así por sus culatas rojas, el nuevo modelo sólo podría llamar Testa d’Oro. Dado que no estaba pensado para la venta, respecto a su marca se le conoce también como Colani e Lotec, normalmente con Ferrari en la denominación. En el interior, que también se modificó al gusto, se instalaron dos enormes baquets y un nuevo cuadro de mandos.

Entre los relojes, todos con fondo blanco, destacaba el velocímetro, tarado hasta 500 km/h, cifra evidentemente optimista. En todo caso, en 1991, el Ferrari Testa d’Oro cumplió el objetivo con el que fue concebido, pues alcanzó los 341 km/h en Bonneville. De esta forma, se batió el récord para coches con catalizador, aunque el equipo volvió en 1992 para elevar esa cifra hasta los 351 km/h, pilotado por el especialista en carreras de dragster Mike Strasburg.

EL FERRARI TESTA D’ORO CAMBIA POR COMPLETO

Después de aquel récord, Luigi Colani decidió cambiar de arriba abajo el Testa d’Oro. Se acabaron los compromisos, por lo que el coche se convirtió en un auténtico concept car en el que desaparecieron la mayoría de los apéndices aerodinámicos. Se alargaron el splitter delantero y el parabrisas de forma inimaginable, mientras el resto de la carrocería también se cambió del todo.

Las puertas se abrían hacía arriba y eran diferentes, la parte posterior se cubrió por completo y se desplazó hacia atrás la entrada de aire. En el interior, se le instalaron unos baquets azules de dudoso gusto. Aunque se pensó que aquella versión de 1993 estaba destinada a correr en Bonneville, lo cierto es que nunca lo hizo y realmente no parece que aquel fuera el objetivo. El coche quedó de esa guisa para la posteridad, y casi mejor así, pues resulta infinitamente más bonito que en la versión original.

Tras años entre olvidado y desaparecido, el Ferrari Testa d’Oro se vendió en 2015 por 1.760.000 dólares, cifra que tan espectacular como el coche. Lutz Colani, pues tal era su nombre real, falleció en 2019 a los 91 años, dejando tras de sí un legado inolvidable en varios campos del diseño industrial, no solo en el automovilístico.

Imágenes de Colani y Wikimedia.

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Escrito por Iván Vicario Martín

Tengo la suerte de haber convertido mi pasión en mi forma de ganarme la vida. Desde que salí de la Facultad de Ciencias de la Información en 2004 me dedico profesionalmente al periodismo del motor. Arranqué en la revista Coches Clásicos en sus inicios, pasando a dirigirla en 2012, año en el que también me puse al frente de Clásicos Populares. A lo largo de estas casi dos décadas de carrera profesional he trabajado en todo tipo de medios, incluyendo revistas, radio, web y televisión, siempre en formatos y programas relacionados con el motor. Me vuelven loco los clásicos, la Fórmula 1 y las 24 Horas de Le Mans.

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