Aunque parezca contradictorio, muchas veces lo más difícil es no destacar. Así las cosas, multitud de automóviles cuentan con diseños sobrios, proporcionados y útiles para con su uso. Características que, aún haciendo de ellos algo francamente acertado, los condenan a pasar inadvertidos en el tráfico del día a día.
Sin embargo, otros modelos optan por estéticas rupturistas y diferenciadoras. Un terreno arriesgado donde, las más de las veces, la sorpresa comulga con un evidente mal gusto. No obstante, esto no debe hacernos caer en la condena de estas iniciativas. No en vano, algunos de estos vehículos no dejan de ser tan sorprendentes como recordados en el imaginario del motor.
Algo en lo que el diseñador Franco Sbarro ha llegado a ser todo un especialista. Y es que, al fin y al cabo, desde los años sesenta hasta la actualidad ha presentado algunos de los conceptos más llamativos -e ineficaces- en toda la historia del automovilismo.
Una vía de trabajo tan original como discutible. En la que destacan las ruedas de un Jumbo 747 aplicadas al chasis de un Range Rover con motor Mercedes V8, compactos equipados con dos motores de motocicleta Kawasaki e incluso algunos vehículos con seis ruedas y espacio para un piano, literalmente.
En suma, mientras multitud de diseñadores optaron por el estudio de las formas y la adecuación, Franco Sbarro decidió llamar la atención con creaciones en serie corta sin sentido ni estética.
Pero triunfó. De hecho, su nombre es conocido gracias a la excentricidad de creaciones como la Renault Espace a cielo abierto o un Citroën Picasso con puertas de ala de gaviota. Asimismo, de su taller en Grandson han salido multitud de réplicas y recreaciones. En este sentido, llama la atención su Turbot Rhino 1. Plasmando en un modelo real el automóvil imaginado en las viñetas del popular cómic Spirou.
Asimismo, haciendo gala de una evidente contención Franco Sbarro lanzó en 1979 su Ferrari 250 MM en una serie corta de siete unidades. Inspirado en los modelos con carrocería abierta exhibidos en el Mundial de Marcas durante los años cincuenta, éste tomó como donante al 400 GT diseñado por Pininfarina en 1976. En fin, sin duda una creación polémica por el sacrificio que supone. Más aún para llegar a algo cuestionable en no pocos aspectos. Y vaya. Aún así, de una extraña forma, guarda cierta capacidad de atracción.
FERRARI 250 MM SBARRO, A VUELTAS CON LAS RECREACIONES
En el mundo de los clásicos las réplicas cuentan con un interesante nicho de mercado. Prueba de ello es lo realizado en Argentina por Pur Sang. La fábrica que, cada año, produce unas 25 réplicas del Bugatti Type 35 bajo un notable éxito comercial y mediático. Además, este tipo de negocio no es en absoluto nuevo. De hecho, ya en 1965 la propia Alfa Romeo comercializó en colaboración con Zagato réplicas del 6C 1750 usando la mecánica de una Giulia TI sobre un chasis de nueva factura.
Sin duda, un caso curioso en el que, a día de hoy, la propia réplica ya resulta un vehículo con interés histórico en sí mismo. Así las cosas, no resultó extraño ver aparecer a este llamado Ferrari 250 MM en los años setenta. Eso sí, aquí hemos de hacer no pocas consideraciones. Para empezar, el nombre utilizado hace referencia a un cavallino especialmente notorio en carreras y, a la sazón, visto en bajo diferentes líneas tanto abiertas como cerradas.
En este sentido, la creación de Sbarro podría ser la réplica de alguna unidad barchetta en concreto. Pero realmente no es así. De hecho, buscando en los archivos fotográficos del 250 MM sólo encontramos una unidad en la que atisbar detalles similares a los presentados por esta recreación. Además, y al igual que en otras réplicas de Sbarro como la realizada a partir del Mercedes 540-K, desde los volúmenes hasta multitud de elementos como las ruedas se evidencia un remate final no muy certero. Eso sí, cuenta con el indudable encanto de una recreación.
Asimismo, una de las cuestiones más polémicas detrás del Ferrari 250 MM Sbarro es el uso de un 400 GT como donante. De aquellas, recién salido al mercado con un V12 de 4.8 litros, tres carburadores de doble cuerpo y 340 CV. Todo ello bajo una carrocería realizada por Pininfarina en la que, con el tiempo, las líneas rectas de este 2+2 han ido ganando en reputación dentro de la afición a la marca. En suma, como siempre a Sbarro se le puede juzgar desde diversos ángulos a cada cual más polémico. Sin embargo, siempre logra su objetivo: destacar.
Fotografías: Sbarro / Ferrari / Speed 8 Classics