Los orígenes del FIAT 500 se remontan a los años 30, cuando Italia busca crear un pequeño coche popular para las clases medias, que daría como resultado el FIAT 500 original, nacido en 1936 diseñado por Dante Giacosa, y un modelo que fue conocido como Topolino, nombre por el que era conocido Mickey Mouse en el país.
El diminuto biplaza de apenas 3,2 metros de longitud contó de un gran éxito en el país, con una producción que continuaría una vez terminada la Segunda Guerra Mundial. Sería precisamente en 1948 en el contexto de la posguerra cuando nace la variante familiar del modelo, llamada FIAT 500 Giardiniera, característica por su carrocería fabricada parcialmente en madera, y que a partir de 1952 cambiaría su nombre por el de FIAT 500 Belvedere.
En total se fabricarían más de 520.000 del querido Topolino hasta 1955. Ese mismo año se presenta otro diseño de Dante Giacosa el FIAT 600, que, con un tamaño similar, lograba alojar a cuatro adultos, esto se conseguía al alojar la mecánica de cuatro cilindros en línea refrigerada por agua en la parte trasera del vehículo.
La Nuova 500
El 4 de julio de 1957 se presenta en Turín un nuevo FIAT 500, el cual es bautizado como Nuova FIAT 500. El recién llegado modelo de la firma turinesa era el sucesor del popular Topolino, reduciendo aún más sus dimensiones hasta situarse por debajo de los tres metros de longitud, y al igual que el 500 original, la primera serie de finales de los 50 también era de dos plazas.
De nuevo, este FIAT 500 era obra de Dante Giacosa, en un diseño especialmente reseñable por sus soluciones que permitían una producción económica, como un techo de lona que permitía al fabricante ahorrar un porcentaje importante de chapa por coche, un material escaso y caro durante los años 50.
El 500 de 1957 contaba con una moderna construcción monocasco, característica que lo diferenciaba el antiguo Topolino. Otra diferencia era el motor bicilíndrico refrigerado por aire situado en la parte trasera del vehículo.
Pero esta primera serie del nuevo 500 no cautivó a los compradores. El motor de 479 centímetros cúbicos desarrollaba tan solo 13 caballos de potencia que permitían alcanzar una velocidad máxima de 85 kilómetros hora, cifras similares a las del Topolino, pero con un precio similar al del novedoso FIAT 600.
A los pocos meses de la presentación del modelo aparecieron las nuevas versiones del coche que incrementaban su potencia y de precio más económico. No sería hasta 1959 cuando el pequeño FIAT 500 es finalmente homologado para cuatro plazas.
La Cinquecento Giardiniera
Pese a la reciente incorporación del 500 de cuatro ocupantes, una de las mayores críticas que se le seguía atribuyendo al FIAT era su pequeño tamaño, con un espacio nulo para equipaje y bultos de gran tamaño.
Precisamente en 1959, Fracis Lombardi desarrolla una variante familiar del 500, que terminaría siendo muy similar en formas a la Giardiniera, pero no en sus soluciones técnicas, como el motor situado de forma vertical, que dejaban poco espacio de carga en la parte posterior del coche.
Por este motivo, y coincidiendo con la salida al mercado del FIAT 500 D, nace en 1960 una versión ranchera de tres puertas del modelo que recuperaría el nombre de Giardiniera que estrenaron los Topolino. Junto a la Giardiniera nació una versión comercial con las ventanillas traseras paneladas llamada Giardiniera Furgoncino.
La Giardiniera emplearía la misma mecánica que el 500 D, el propulsor de dos cilindros era ahora de 499,5 centímetros cúbicos y desarrollaba 17,5 caballos. Pero resulta llamativa la creación de una ranchera de motor trasero, situado en la zona de carga del vehículo.
Pero sorprendentemente el motor del 500 Giardiniera no resta apenas espacio al maletero, pues a diferencia del resto de versiones del 500 la mecánica se colocó de lado y en la parte más baja del vehículo. Otra diferencia con respecto a los otros modelos de la familia del Cinquecento era la suspensión trasera, más rígida y reforzada para la carga en un vehículo de tan solo 560 kilos de peso.
El techo de lona característico de los 500, aumenta su tamaño en la Giardiniera, alargándose hasta las plazas traseras, y que sorprende por la facilidad con la que se abre y cierra, requieriendo esta operación apenas unos segundos.
Con el fin de proporcionar aire al motor se incorporan unos aireadores en el pilar C del vehículo, situados en una posición alta con respecto al suelo para evitar que entrase cuanta menos suciedad fuese posible.
Evidentemente, la mayor diferencia con respecto al 500 normal es el espacio interior, con unos asientos muy pequeños, pero que permiten alojar a cuatro adultos con facilidad. Además, los asientos traseros se abaten hacia adelante, multiplicando así la capacidad de carga de la Giardiniera, que de por sí cuenta con un maletero generoso para un vehículo de su tamaño, un maletero al que se accede por una puerta de apertura lateral.
Esta amplitud se consigue alargando la longitud del vehículo, que se sitúa en 3,181 metros de largo. Por comparar con el 600, el 500 Giardiniera sigue siendo 11,4 centímetros más corto.
El 500 Giardiniera desde su interior
Una vez dentro del coche todo recuerda al 500. El salpicadero metálico cuenta con dos indicadores luminosos, y dos pequeños interruptores que accionan las luces y el limpiaparabrisas. Sobre estos se encuentra el cenicero y en mitad del tablero hay un tapón que tapa el hueco en el que iba la llave en las primeras versiones, ya que en esta unidad va alojada en la columna de la dirección.
Junto a la llave se encuentra un botón de goma que acciona el agua de los limpias según se pulse. Sobre el volante que aloja el claxon se encuentra el cuadro, que sigue con la filosofía minimalista del 500, que marca una velocidad máxima de 120 y cuenta con indicaciones a cada velocidad sobre cuanto se pueden alargar las marchas.
Sorprende por ejemplo la ausencia de una aguja indicadora de combustible, en su lugar hay una luz en el cuadro indicando “benzina” que se enciende cuando se alcanza la reserva. Junto a esta hay otros indicadores para las luces, otro para la dinamo y un último para el aceite.
Como última parte del equipamiento en las plazas delanteras es una pequeña bandeja portaobjetos situada entre el conductor y el copiloto.
En la parte trasera las ventanillas posteriores se pueden abrir unos milímetros gracias a un compás, una característica de las últimas Giardiniera, pues las primeras unidades empleaban ventanillas traseras correderas.
El 500 que no evolucionó
Pese a lo queda parecer la Giardiniera del reportaje fue fabricada en 1977, y es una de las últimas unidades fabricadas del último año de producción, cuando el FIAT 500 en su versión turismo había dejado de fabricarse dos años antes, en 1975.
De hecho, la unidad protagonista no fue tan siquiera fabricada por FIAT, es una Autobiachi, fabricante del grupo FIAT que se encargó de producir la Giardiniera desde 1968 hasta 1977, marca que a finales de los 60 fabricaba el Autobianchi Panoramica, un vehículo de concepción muy similar.
Lo que hace llamativa a la Giardiniera siendo un coche de 1977 son sus puertas de apertura contraria o suicidas, y más si se tiene en cuenta que el FIAT 500 en su versión turismo ofrecía puertas de apertura normal desde la presentación del FIAT 500 F en 1965.
Pero por alguna razón el FIAT 500 Giardiniera, y posteriormente los Autobianchi Giardiniera, se quedaron estancados en el acabado de los FIAT 500 D de 1960: mismas puertas, mismo motor, misma cilindrada, misma potencia…
Finalmente, en 1977 cesa la producción del 500 Giardiniera fabricado por Autobianchi, dejando unas 330.000 unidades del modelo vendidas desde 1960. Una cifra importante y exitosa incluso cuando se compara con el total de 3.893.294 de FIAT 500 vendidos entre 1957 y 1975.
Una Giardiniera en la Toscana
El entorno elegido para la prueba no puede ser más apropiado para la Giardiniera, la Toscana, en una carretera rodeada de viñedos próxima a la localidad de San Gimignano.
Como muestra de la popularidad de estos coches a día de hoy es que durante el reportaje fotográfico varios FIAT 500 clásicos se cruzaron por esa carretera. Muchos de estos coches sobreviven a día de hoy como coches de colección, pero muchos de estos se usan prácticamente a diario, haciendo que encontrar un 500 en Italia sea fácil en cualquier lugar.
Pero curiosamente, frente a las decenas de 500 en uso que nos encontramos durante el viaje, ninguno de estos fue una Giardiniera, lo cual hace evidente la rareza del modelo a día de hoy.
Conduciendo el 500 Giardiniera
Una vez sentados en el 500 llama la atención su procedimiento para arrancarlo. Tras accionar el contacto el conductor debe situar su mano entre los asientos delanteros, donde se encuentran dos palancas. La izquierda es el estárter, y la derecha el arrancador, un mecanismo que en España se vio en los SEAT 600 más primitivos, y que en Italia heredarían los FIAT 126.
Con el coche ya arrancado comienza la conducción, en inmediatamente llama la atención los pequeños pedales, que además están situados muy juntos. Esto solo se ve acentuado por los pasos de rueda delanteros que invaden gran parte del habitáculo, algo común a muchos productos de FIAT de la época, pero que es especialmente aparente en el 500 debido a su pequeño tamaño.
El cambio de marchas es de cuatro velocidades, con la primera sin sincronizar. El funcionamiento de éste puede resultar algo duro, y una práctica común a estos FIAT 500 es el doble embrague al reducir, para evitar que las marchas rasquen.
Pero a pesar de lo que pueda parecer, el 500 Giardiniera tiene un comportamiento muy alegre, especialmente en entornos urbanos. Sin embargo, en carreteras de montaña de gran pendiente, obligaban al pequeño coche a parar por completo para meter primera y continuar lentamente hasta el final del repecho.
Así pues, el FIAT 500 obliga al conductor a apurar las marchas cuando se viaja por carretera, siendo esta la mejor opción si no se quiere que el vehículo se venga abajo.
Cabe recordar el pequeño tamaño del motor de dos cilindros y su potencia de 17,5 caballos, unidos al peso extra de la versión ranchera, factores que sin lugar a dudas afectan a sus prestaciones, pero que permiten al cochecito viajar a un ritmo de 85 kilómetros por hora con bastante soltura, e incluso llegamos a superar los 100 kilómetros hora de marcador en un tramo de la autostrada cuesta abajo, un logro teniendo en cuenta que el fabricante anunciaba la velocidad máxima en la Giardiniera como 95 kilómetros hora.
Aunque durante el viaje quedó claro que la alta supervivencia de los 500 frente a otros modelos italianos, aparte de su estatus como icono, se debe a que muchos de estos coches se limitaron a hacer trayectos por recorridos urbanos, evitando así el castigo de las velocidades de autopista.
Pero las aparentemente limitadas prestaciones del coche no le impidieron realizar un viaje de cientos de kilómetros desde Piacenza, en el norte de Italia, hasta Roma y Civitavecchia, para tomar un ferri de vuelta a Barcelona, donde Erik Alarma, puede presumir de uno de los pocos ejemplares de este simpático y raro modelo que ya circula por la ciudad condal.
Por último, mostrar mi reiterado agradecimiento hacia Erik Alarma por organizar el maravilloso viaje a Italia que ha servido como fondo para las fotos de este reportaje, y a todas las personas fantásticas y amantes de los clásicos que nos han acompañado durante el mismo. Grazie!
Fotografías: Javier Ramiro / FIAT