Miguel Sánchez
Hoy en día resulta realmente difícil ver un Ford Fiesta Comercial por las calles. Sin embargo, con una producción de en torno a 25.000 unidades -sólo contando su primera serie- éste fue uno de los derivados de turismo más populares entre las flotas comerciales de la época. En fin, una prueba más sobre la poca atención prestada por los coleccionistas a los vehículos históricos; hoy en día tan escasos a pesar de haber presentado tiradas más que respetables en casi todas sus manifestaciones.
De hecho, yendo a un ejemplo más pretérito tenemos a la Siata Formichetta. Con una producción fijada en unas 5.800 unidades y de la cual, hoy en día, resulta casi imposible encontrar alguna de ellas disponible en el mercado. Es más, siguiendo con las furgonetas con base SEAT 600 ocurre prácticamente lo mismo con la realizada por Costa aunque, a decir verdad, de ésta no se llegaron a ensamblar más que unas 2.000 según los cálculos más optimistas.
En fin, podríamos estar un buen rato glosando ejemplos relativos a la historia del automovilismo en España pero el resultado siempre sería el mismo: las furgonetas y derivados de turismo con base en modelos populares lograron unas ventas tan notables como hoy en día es su escasez dentro del parque móvil relativo a los históricos. Una pena pues, al fin y al cabo, aquellas versiones comerciales y de reparto también narran la historia de una oferta cada vez más diversificado desde los años sesenta.
DE LO PRAGMÁTICO A LO DEPORTIVO, LAS POSIBILIDADES DE UNA BASE POPULAR
Siendo el automóvil más vendido en España durante 1979 y 1980, el Ford Fiesta MK1 es todo un símbolo de la industria nacional por derecho propio. Es más, sobre su base la filial europea de la casa estadounidense desplegó una amplia gama con diversas motorizaciones y acabados a fin de llegar a públicos muy diferentes.
Y es que, no en vano, el Fiesta fue lanzado en 1976 con la ambición de ser un producto global apto para países muy distintos. Todo ello bajo el contexto de la Crisis del Petróleo, la cual se había desencadenado tres años antes para generar, entre otras consecuencias comerciales, un enorme impacto a la baja en relación a las ventas de automóviles provistos con motores de gran cilindrada.
Así las cosas, Ford planificó al Fiesta como una opción versátil con las clases populares europeas en el punto de mira. También de las residentes en Italia o España ya que, según indicaban los datos económicos, la tendencia alcista del consumo en los países del sur seguiría creciendo de manera exponencial tal y como ya lo había hecho durante la década anterior.
En fin, una oportunidad excelente para ofrecer, sobre una base de por sí económica, diferentes versiones capaces de abarcar los nichos de mercado más sobrios -como el que compete al Fiesta Comercial- junto a los más deportivos y juveniles cubiertos por las futuras variantes Super Sport y XR2. Junto con la Ghia -provista de la mejor equipación- posiblemente las más deseadas por la afición actual.
1976, “AMERICANOS OS RECIBIMOS CON ALEGRÍA”
Revisando las hemerotecas digitales encontramos menciones a las contactos entre Ford y el gobierno franquista ya desde comienzos de los años 70. Algo que no puede sorprendernos puesto que, en primer lugar, la empresa estadounidense ya tenía una evidente relación con España tras haberse establecido allá por 1920 en Cádiz.
Tres años después trasladó sus cadenas de montaje a Barcelona y, a la postre, de las mismas emergió en 1954 Motor Ibérica S.A que, aún no teniendo ya a Ford en su accionariado, seguía fabricando diseños industriales de la marca bajo patentes de su filial en el Reino Unido. Tras todo esto, la necesidad de crear una nueva factoría en Europa a fin de cubrir la producción masiva de un utilitario popular puso de nuevo los ojos de la compañía en la Península Ibérica.
Más aun tras los problemas laborales experimentados en el Reino Unido, donde las fuertes huelgas convocadas por los sindicatos de clase llegaron a parar las cadenas de montaje durante varias semanas. Asimismo, dadas las ansias de capitalización mostradas por los gabinetes del tardofranquismo Ford habría de encontrar una alfombra de facilidades a la hora de asentarse de nuevo en España. Hecho éste, claro está, bastante interesante a oídos de sus ejecutivos.
Así las cosas, a finales de 1973 la empresa estadounidense tomaba la decisión formalmente y el 26 de marzo del año siguiente era el propio Franco quien recibía a Henry Ford II en el Palacio de El Pardo. Además, para aquellas fechas ya se había escogido a la localidad de Almusafes como el lugar donde se instalaría la nueva factoría, siendo también visitado por el director de Ford durante aquel mismo viaje.
FORD FIESTA COMERCIAL, FABRICADO DESDE 1977
Volviendo a las hemerotecas vemos cómo a mediados de octubre aparecieron en la prensa los primeros anuncios del Ford Fiesta fabricado en Valencia. Exaltado como “¡nacido fuerte!”, la campaña de lanzamiento del modelo insistió en la fiabilidad junto a la seguridad y el bajo consumo. En suma, todo iba dirigido a fortalecer argumentos de compra plenamente racionales pues, no en vano, con este utilitario práctico y eficaz se quería desbancar al SEAT 127.
Eso sí, este carácter práctico no era óbice para lucir una amplia oferta de opciones así como un nivel de acabado nunca antes visto en un utilitario de producción nacional. Si a esto se le añade su habitáculo espacioso, su notable visibilidad y su gama con tres motores -dos de los cuales fueron llamados Valencia- se tenía, y perdón por las comparaciones, algo claramente superior al modelo homólogo ofertado por SEAT. A la sazón, aun líder del mercado español en vísperas de ser rebasada por FASA Renault.
Asimismo, dado el crecimiento de las pequeñas y medianas empresas la Ford de Almussafes comenzó en 1977 con el ensamblaje del Ford Fiesta Comercial. Basado en la versión más económica del modelo, éste sólo se ofrecía con el motor gasolina de 957 cc para rendir así 40 CV o 45 CV según la compresión fuera alta o baja. Eso sí, el consumo medio se situaba en tan sólo unos 6,8 litros, pudiendo portar hasta 400 kilos de carga.
CAMBIO DE NOMBRE PARA LA SEGUNDA SERIE
Cualidades más que suficientes para que, como ya mencionamos al comienzo de este artículo, este derivado de turismo llegase a vender en torno a 25.000 unidades entre 1977 y 1983. Año en el cual renovó la apuesta con el lanzamiento de su segunda serie pasando a comercializase como Ford Fiesta Van. Provista de un nuevo aspecto, bajo el capó ya se daba -junto al gasolina con 957 cc- la posibilidad de montar un motor diésel con 1.608 cc y 54 CV. La actualización necesaria para seguir en los concesionarios españoles hasta 1989. No está nada mal.
