Ford Sierra Cosworth RS500
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Ford Sierra Cosworth RS 500, la versión definitiva de la berlina más macarra

El Ford Sierra fue uno de los modelos más polifacéticos de la marca en la década de los ochenta, ya que entre su variada oferta de versiones se incluían modelos tan extremos como el Cosworth RS 500.

Cuando la división europea de Ford lanzó el Sierra al mercado en 1982 era uno de los automóviles con un moderno diseño avanzado a su época. Tanto fue así que sus formas aerodinámicas no fueron del agrado de todo el mundo, y aunque con el tiempo el resto de los fabricantes adoptaron unas siluetas más redondeadas en sus vehículos, tuvieron que pasar unos cuantos años hasta que el Sierra aumentó en popularidad.

Ford sabía que gran parte del éxito de algunos modelos dependía de la deportividad y un pedigrí deportivo, algo que ya había ocurrido con algunos coches en el pasado como los Mustang, Cortina y los Escort. Con una larga tradición de estrellas de la competición el Ford Sierra estaba destinado a convertirse en el nuevo integrante en la larga dinastía de Ford deportivos.

LA BERLINA QUE SE CONVIRTIÓ EN DEPORTIVO

Aunque el Ford Sierra se ofreció desde un inicio en una variante de tres puertas la gran mayoría de unidades eran berlinas más convencionales, pero quedaba claro es que si el Sierra se quería convertir en un auténtico deportivo tendría que basarse en la versión hatchback. Este coche sería el encargado de devolver a la marca a las carreras de berlinas que tan populares eran en Reino Unido y que estaban siendo dominadas principalmente por Rover en los ochenta.

Un año después del lanzamiento del modelo, en 1983, y con unas ventas algo inferiores de lo previstas, en Ford se pusieron manos a la obra para desarrollar un Sierra con unas prestaciones insólitas. En este proyecto colaboró de lleno Cosworth, compañía que ya había colaborado con Ford desde los años sesenta.

Ford Sierra RS Cosworth
Ford Sierra RS Cosworth

Esta firma británica formada desarrolló un impresionante motor para el Sierra de 16 válvulas y doble árbol de levas de dos litros de cilindrada, y que originalmente estaba diseñado para ser atmosférico, algo a lo que desde Ford se opusieron, ya que la marca consideró oportuno añadir un turbocompresor a esta mecánica para multiplicar la potencia hasta llegar a los 204 CV, creando así el genial Ford Sierra RS Cosworth.

FORD SIERRA COSWORTH RS 500, CUANDO LO BUENO MEJORA

Los primeros Sierra RS Cosworth comenzaron a competir a finales de 1985, aunque su producción, y por lo tanto su venta al público, no arrancó hasta el año siguiente. Desde un primer momento el coche estableció una gran dominancia en muchas de las competiciones en las que participaba, pero lo mejor estaba aún por llegar.

Para 1987 se presentó el Ford Sierra Cosworth RS 500, un nombre que venía del medio millar de unidades que la marca iba a producir. Esta nueva versión evolucionada del modelo mejoraba en todo, especialmente en potencia, logrando alcanzar los 224 CV gracias a un turbocompresor de mayor tamaño, que en versiones de carreras lograban rendir hasta 550 CV, y también elementos como el alerón trasero se rediseñaron para mejorar la eficiencia del vehículo.

El manejo del vehículo mejoró notablemente gracias a una nueva suspensión y a los frenos ABS que ahora se ofrecían como equipamiento de serie, además de lograr que la refrigeración del motor fuese mucho más efectiva. Todo esto lo que convirtieron en uno de los vehículos más temidos dentro y fuera de los circuitos durante los años ochenta, ya que su dominio era prácticamente absoluto, al menos en su categoría.

No es extraño que esta versión tan exclusiva y legendaria del Ford Sierra sea muy venerada entre coleccionistas y aficionados a coches clásicos, dato respaldado por los resultados en subasta más recientes, que alcanzan las seis cifras y el medio millón de euros.

Imágenes: Ford

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Escrito por Javillac

Esto de los coches le viene a uno desde niño. Cuando otros críos preferían la bicicleta o el balón yo me quedaba con los cochecitos de juguete.
Recuerdo aún como si fuese ayer un día en el que nos adelantó un 1500 negro por la A2, o la primera vez que vi un Citroën DS aparcado en la calle, los paragolpes cromados siempre me han gustado.

En general me gustan las cosas anteriores a la época en la que yo nací (hay quien dice que estoy reencarnado), y en el top de esa lista están los coches, que junto a la música, hacen la combinación ideal para un rato perfecto: conducción y una banda sonora acorde al coche correspondiente.

En cuanto automóviles me gustan los clásicos de cualquier nacionalidad y época, pero como mi debilidad están los coches americanos de los 50, con sus exageradas formas y dimensiones, razón por la que mucha gente me conoce como "Javillac".

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