A fin de concentrar industria automovilística no vale cualquier emplazamiento. Así las cosas, en primer lugar se necesita un fácil acceso a recursos metálicos a través del comercio. De esta manera, contar con un puerto, vías de ferrocarril rápido o buenas carreteras resulta primordial. Además, ya que el ensamblaje de automóviles suma no pocos procesos y elementos, que el sitio cuente con una amplia tradición industrial puede significar varias ventajas. Especialmente en lo relativo a la mano de obra, ya familiarizada con ciertos procesos técnicos.
Asimismo, contar con una amplia red de talleres auxiliares siempre es beneficioso. No en vano, muchas de las piezas montadas en cualquier vehículo -desde los faros hasta las bujías- proceden de empresas externas, recayendo en la marca final la responsabilidad del diseño y la producción del automóvil en su conjunto.
Teniendo todo esto en cuenta, lo cierto es que Madrid no parecía cumplir las más de estas cualidades justo en los momentos en los que la industria automotriz comenzó a florecer en España. Sin embargo, a pesar de ser un núcleo industrial menos vivaz que Bilbao o Barcelona -con altos hornos e industria textil respectivamente- la capital presentó una buena situación geográfica al ser un nexo de caminos. Y, claro está, múltiples posibilidades al poseer un peso político específico.
Con todo ello -y sobre la escueta industria agrupada en la zona sur de la ciudad, actualmente el Distrito de Arganzuela- Madrid comenzó a sumar poco a poco más y más talleres enfocados a la reparación de vehículos. Así las cosas, tras la Guerra Civil en ella florecieron incluso fabricantes locales. Muchas veces apoyándose en licencias de fabricación italianas tal y como haría la propia SEAT en su fábrica de la Zona Franca barcelonesa.
Llegados a este punto, desde Carabanchel hasta Villaverde pasando por la Ronda de Toledo se empezaba a tejer una importancia específica del sector automotriz en Madrid. De hecho, todo aquello tuvo un reflejo evidente en el mundo de las carreras, apareciendo así una cierta cantidad de circuitos temporales e, incluso, fijos. En suma, un amplio patrimonio industrial del cual hoy en día se conservan memorias aunque, en algunos casos, también elementos materiales. Quizás conocer su existencia sea el primer paso para protegerlos y dignificarlos pues, al fin y al cabo, la historia de cualquier sociedad también es la de su economía y producción.