Después de la devastadora II Guerra Mundial la escasa industria japonesa había quedado reducida a escombros. Previo al conflicto el país apenas tenía experiencia en la fabricación de automóviles, pero comenzaba a haber una necesidad por un coche pequeño y económico.
En una de esas curiosas circunstancias en las que se alinean los astros el Renault 4CV se comenzó a vender por todo el mundo, incluyendo Japón, poco tiempo después del final de la guerra. A los franceses les venía muy bien el cambio de divisa mientras que los japoneses recibieron un modelo que se empleó con bastante frecuencia como taxi por las calles del país.
Renault quería seguir promocionando su marca en Japón, y llegaron a un acuerdo que duraría siete años con Hino, un fabricante de camiones y autobuses localizado cerca de Tokio, pero que no tenía experiencia previa en la producción de coches. Con esta alianza se conseguía otra colaboración internacional en la década de los cincuenta como la formada entre Nissan y Austin o Hillman e Isuzu.
1953: NACE EL HINO-RENAULT 4CV
La casualidad quiso que el mismo año en el que salió el primer Renault 4CV de la factoría de FASA en Valladolid, también viese la primera unidad fabricada en Japón. En ambos casos los primeros ejemplares se montaban prácticamente en su totalidad como CKD, con los kits llegados directamente desde Francia. Como curiosidad algún camión Hino llegó a exportarse a España en la década de los cincuenta, siendo éstos probablemente los primeros vehículos japoneses que circularon en el país.
Había ciertas reticencias desde Francia hacia la fabricación japonesa del 4CV, pues existía cierto miedo a que desde Hino se limitasen a copiar la tecnología de Renault, pero el presidente de la compañía Pierre Lefaucheux vio una gran posibilidad para aumentar la influencia de la marca a nivel internacional en un mercado que comenzó un crecimiento acelerado.
Sin ir más lejos la eficiencia japonesa pudo superar grandes obstáculos, como la precaria fábrica en la que solo se podían pintar las carrocerías cuando las condiciones climatológicas lo permitían. Desde la unidad número cien se permitió a Hino emplear piezas de fabricación japonesa, y a partir de 1954 el 25% de los componentes eran de producción local.
Este rápido progreso y la calidad de los coches fabricados por Hino llegó a asustar a los directivos de Renault, aunque el acuerdo decía que no se podía hacer ningún cambio en la fabricación del 4CV sin previa consulta a Billancourt. Con el tiempo el Hino-Renault se distinguió de su homólogo francés, con una bigotera distinta y unos pilotos traseros con otro diseño, así como una nueva ubicación para la boca del depósito de la gasolina en las últimas unidades.
UN 4CV COMPLETAMENTE JAPONÉS
Para 1956 Hino estaba a punto de superar los 10.000 4CV fabricados, con un porcentaje de piezas japonesas del 75%, que incluían componentes tan importantes como la mecánica y el chasis. Tras la repentina muerte de Pierre Lefaucheux en un accidente de tráfico, su sucesor, Pierre Dreyfus, estaba más centrado en exportar coches desde Francia, por lo que Japón dejó de ser una prioridad.
A mediados de 1957 el 100% de los componentes del 4CV se fabricaban en Japón, algo a lo que los franceses no prestaron demasiada atención ya que estaban centrados en el éxito que estaba teniendo el nuevo Dauphine en Estados Unidos. El Ministerio de Industria de Japón desafió a Renault cuando en 1958 se negaron a pagar los derechos para la fabricación del 4CV, e incluso así el coche siguió en producción hasta 1960.
Al final el 4CV de Hino logró adaptarse a los gustos y necesidades de la población japonesa, y terminó por ser un producto más refinado que el original. En total se fabricaron 34.853 unidades hasta 1960, que sirvieron como un importante paso hacia una nueva sociedad industrial en Japón y que valieron para que Hino fabricase otros modelos muy interesantes durante los años sesenta.
Imágenes: Hino