Miguel Sánchez
Una de las mejores iniciativas museísticas dadas en los últimos tiempos es el Museo de la Moto en Alcalá de Henares. También conocido como Motos Made in Spain, en su amplio espacio expositivo podemos contemplar la evolución del motociclismo con producción peninsular. Desde los ciclomotores pensados para el día a día hasta las máquinas Off-Road más prestacionales, lo realizado por marcas como Montesa, Bultaco u OSSA cuenta aquí con un lugar referencial.
Además, la competición también está representada con algunas de las mejores motocicletas de carreras españolas ya sea en pieza original o réplica. Algo a agradecer pues diseños como el de la OSSA 250 Monocasco nunca deberían caer en el olvido. Y bueno, por si todo esto fuera poco también nos encontramos con algunos derivados imprevistos de la industria motociclista.
Entre todos ellos -y a falta de uno de los frigoríficos fabricados por Bultaco, si es que aún queda alguno- destaca el Hispakart F IV con motor TSS 350. Creado en torno a 1966, este diseño a cargo de la empresa fundada por Ramón López Villalba es una de las piezas más interesantes de cara a entender la historia de la marca y, además, un buen ejemplo sobre lo versátil de ciertos motores Bultaco.
Pero vayamos por partes. Así las cosas, lo mejor será trasladarnos a mediados de los años cincuenta. Una época todavía marcada por la escasez de la posguerra aunque, en virtud a los acuerdos firmados con Estados Unidos en 1953, la economía franquista empezaba a conectarse poco a poco con los mercados internacionales.
Gracias a ello actividades como la aeronáutica civil echaban a volar con un sentido cada vez más generalista, empleando así a multitud de jóvenes formados en las escuelas de mecánica. De hecho, uno de ellos fue el propio Ramón López Villalba quien, sin embargo, abandonó el mundo de las alas al no encontrar un puesto como mecánico de vuelo.
Un infortunio clave para el automovilismo deportivo en España pues, no en vano, lo llevó a trabajar en el taller de su padre sito en la madrileña calle Padilla. Lugar donde se fogueó no sólo en el manejo de los motores, sino también en la fabricación de piezas propias usando el torno. Dicho esto, en 1958 llegó un momento crucial pues el piloto Demetrio del Val le descubrió el concepto del karting.
Es más, tan interesado se mostró Ramón López Villalba por el mismo que en muy poco tiempo logró fabricar uno utilizando las ruedas de una Vespa y un motor Montesa. Asimismo, en 1960 otro kart fabricado por él mismo -esta vez con motor Bultaco- logró la victoria en una de las pruebas seminales para esta especialidad en España.
A partir de aquí los pedidos se sucedieron e incluso llegó a producirse una partida de 12 unidades destinada a las Islas Canarias. Y vaya, como la fiebre por el karting se encontraba en pleno despegue Ramón López Villalba vio la ocasión perfecta para montar la que sería su empresa Hispakart.
Por cierto, complementada en 1962 con la creación de un equipo conocido como Los Diablos Rojos. Una de las referencias básicas para entender los inicios del karting en la Península Ibérica.
HISPAKART FIV, UN BÓLIDO CON MOTOR DE MOTO
Aunque cuenta con pocas referencias, la fabricación de automóviles con cuatro ruedas equipados con motores de moto representa una historia de lo más interesante. De hecho, en lo referido a tiempos recientes resulta imposible olvidar al Volkswagen XL Sport con propulsor Ducati. Un más que llamativo prototipo con motor V2 que, junto a su diseño propio de un superdeportivo, entregaba datos de consumo realmente eficientes.
Además, en lo referido a la competición los motores de moto han servido para llevar todo tipo de monoplazas a las categorías inferiores y fórmulas de promoción. Un campo donde, durante los años sesenta, destacó bastante la Fórmula IV con sus máquinas de creación artesanal para pilotos cobijados en pequeñas escuderías privadas.
Un nicho de mercado al cual se dirigió Hispakart inspirada por los Tecnokart Tecno K250 FIV. Todo ello para vérselas con los incipientes Selex catalanes que, más adelante, estarían al igual que las creaciones de la casa madrileña también presentes en la Fórmula Nacional 1430 organizada bajo el apoyo de la propia SEAT.
De todos modos, la competición en España nunca ha sido algo del todo estable, por lo que la historia financiera de aquellos Hispakart F IV fue realmente apurada. Es más, sólo se llegaron a fabricar unos 26 chasis junto a piezas de recambio válidas para hasta unos 50.
Todo ello con pedidos que nunca llegaban a pagarse del todo así como otras cuestiones con las cuales, en palabras del propio Ramón López Villalba, la empresa quedaba al borde de la ruina.
Sea como fuese, lo cierto es que los primeros bólidos se estrenaron en 1966 con buenos resultados en carreras en cuesta. De hecho los Hispakart lograron ser una referencia importante en materia de Fórmula IV y, además, la buena relación entre la marca y Francisco Xavier Bultó hizo que ésta pudiera contar con motores Bultaco en muchas de sus unidades.
Motores que aunque en un principio fueron realmente desastrosos debido a las incontables roturas, finalmente dieron buenos resultados gracias a cambios drásticos en la carburación. Y es que, al fin y al cabo, las mecánicas TSS 350 con dos tiempos necesitaban una evidente adaptación al mundo del karting.
De todos modos, lo cierto es que las carreras de Fórmula IV apenas lograron predicamento en aquella España de finales de los años sesenta. Una situación terminal en la cual Hispakart dio salida a sus monoplazas enfocándolos a las populares carreras en cuesta, especialmente en Cataluña.
Sin embargo, como testigo de todo aquello queda conservado en muy buen estado esta unidad de un Hispakart con motor Bultaco en el Museo de la Moto en Alcalá de Henares. Digno de visitar.
Imágenes: Museo de la Moto Made in Spain de Alcalá de Henares
