Miguel Sánchez
Hoy en día la transición a lo eléctrico domina la escena automovilística. Un proceso al que se han sumado con fuerza fabricantes tan potentes como BMW. El cual llegó a inaugurar en 2011 su división BMWi. Destinada a desarrollar la tecnología eléctrica dentro de la marca, su principal misión es la de dar visibilidad a modelos icónicos con los que ilustrar cuán en serio va la casa germana con los nuevos tiempos. De hecho, en 2013 lanzó su i3 para, tan sólo un año después, rematar la jugada con la presentación del i8. Dos modelos muy diferentes pero, al tiempo, bastante interesantes.
No en vano, mientras el primero representó una refinada apuesta por la movilidad eléctrica en las ciudades, el segundo daba luz verde a la aparición de superdeportivos híbridos. Sin duda, una brillante apuesta publicitaria. Anunciando a las claras no sólo el potencial de diseño eléctrico ejercido por BMW, sino también la capacidad de seducción depositada en estos modelos futuristas. Así las cosas, la casa bávara allanó convenientemente el terreno a la transferencia de tecnología eléctrica hacia el resto de su gama, siendo hoy en día un hecho absolutamente normalizado.
No obstante, lo cierto es que el uso de la propulsión eléctrica en BMW no se remonta a tan sólo una década atrás. Lejos de ello, en 1972 ya estaba dando muestras en este sentido. Ejemplos de ello fueron las dos unidades del prototipo BMW 1602 listas para los Juegos Olímpicos de Múnich. Una cita en la que se usaron como coches de asistencia en la prueba de maratón, evidenciando el posible uso urbano que los eléctricos ya podrían haber empezado a tener desde ese momento. Es más, aquello no fue un hecho aislado a pesar de remontarnos en el tiempo medio siglo.
En este sentido, la preocupación por el diseño de pequeños coches eléctricos urbanos también estuvo presente en marcas como FIAT. Algo muy bien ejemplificado por el 126 Vettura Urbana. El prototipo firmado por Michelotti en 1976 y que, con sus líneas futuristas a modo de monovolumen en miniatura, daba continuidad al X1/23. Uno de los experimentos más exóticos e interesantes en la historia de la casa italiana. Propulsado en 1972 por un pequeño motor eléctrico de 13,5 CV pensado para el atestado tráfico de las ciudades históricas.
Además, también Renault ensayó durante aquellos años fórmulas eléctricas con su R5. Una serie de experimentos que, ya en los ochenta, Audi remató con el Duo. Un diseño híbrido realizado sobre la base de una ranchera 100 C3 y que, a día de hoy, sigue siendo todo un alarde de inteligencia al combinar electricidad y combustión según se estuviera circulando por ciudad o carretera. Otra muestra más a la hora de ejemplificar cómo, más allá del necesario debate, la electrificación es algo que no ha llegado al automóvil precisamente ayer.
BMW 1602, UN ELÉCTRICO EXPERIMENTAL EN 1972
A comienzos de los años sesenta las regulaciones en materia de emisiones se volvieron más estrictas en los Estados Unidos. De hecho, aquello acabó con el programa de General Motors para el desarrollo de motores rotativos. Además, esta nueva normativa vino a poner baldosas sobre la llegada de una nueva era. Una nueva era en la que, sin renunciar a su perfilada personalidad, el automovilismo estadounidense tuvo que aprender a convivir con la llegada de los compactos.
No sólo europeos sino, especialmente, japoneses. Bastante comunes en los Estados Unidos a partir del desembarco nipón realizado por Honda, Nissan-Datsun o Mazda. Además, la creciente inestabilidad política en Oriente Próximo puso a los gobiernos occidentales en alerta sobre su excesiva dependencia del petróleo. Un hecho refrendado por la Crisis del Petroleo de 1973. Responsable de cambiar no pocos paradigmas mecánicos en la industria del motor, siendo la piedra de toque de cara a repensar todo lo relativo a cilindradas generosas y consumos despreocupados.
Con todo ello, incluso los fabricantes más asentados empezaron a tener en cuenta la movilidad eléctrica. Evidentemente de una forma muy tímida pero, al tiempo, constante en sus departamentos de innovación. Un proceso en el que se inscribe la aparición del BMW 1602. Basado en un Serie2 del momento, éste cambió el motor con cuatro cilindros de serie por un ingenio eléctrico Bosch con 43 CV. Además, para su alimentación dispuso de doce baterías Varta realizadas en plomo. Algo que añadía al modelo unos 350 kilos extra alcanzando así 30 kilómetros de autonomía en ciudad y casi el doble a velocidad constante por carretera.
Obviamente, tanto por prestaciones como por peso y autonomía este BMW eléctrico estaba muy lejos de poder llegar a serie aunque fuera corta. No obstante, que una marca como ésta empezara a dar cancha a la tecnología eléctrica hizo pensar a más de uno. Especialmente en una época en la que, a pesar de los problemas políticos y financieros, los fabricantes aún seguían apostando de manera creativa por diversas opciones mecánicas. Desde los motores tradicionales con combustión y pistón hasta los rotativos y eléctricos. En fin, una de las décadas más prolíficas en la historia del automovilismo.
Fotografías: FCA Heritage / Audi / BMW Press
