La visita a Interclassics Maastricht en los Países Bajos es un aliciente porque, cronológicamente, abre el fuego de los grandes salones de clásicos que se celebran en Europa cada año y permite definir la tónica general en comparación con los eventos que han clausurado la temporada anterior. En Maastricht, cabría aplicar el dicho «quien pega primero, pega dos veces».
La célebre ciudad del Tratado de la Unión Europea tiene resonancias históricas para España y para personajes que se creen de ficción pero que existieron en la vida real, como el mosquetero D’Artagnan, herido mortalmente durante el asedio de la ciudad por los tercios españoles.
Hoy, la presencia de aficionados españoles en Maastricht es más pácifica, admirando y disfrutando los numerosos clásicos excepcionales expuestos en «Interclassics and Topmobiel». Celebrado del 11 al 13 de enero de 2013, la reciente edición ha confirmado la estabilización de precios que se habían mantenido al alza en 2012. Algunos modelos para los que se preveían pérdidas en su cotización después de las celebraciones de sus cincuentenarios, como Jaguar E, se mantienen estables, con buenos ejemplares de la serie 1 en versión roadster que no bajan de los 80.000 euros.
Del mismo modo, Porsche, que hace los preparativos de las festividades del cincuentenario del 911, toma posiciones entre los aficionados que hacen subir el precio de un modelo deportivo tan característico de mediados y finales de los años sesenta. El alza de los precios de los modelos anteriores a 1974 se confirma ahora en versiones mucho más recientes. Los 3,2, especialmente los mejor equipados de 1988 y 1989, si tienen poco kilometraje, ya se negocian superando los 50.000 euros. Una cifra que todavía parece razonable frente a los 150.000 euros por término medio alcanzados por el Dino 246. Como ejemplo, el autor fue testigo de la venta inmediata por 55.000 euros de un 911 3,2 de 1988, aunque es cierto que se trataba de un ejemplar con tan sólo 38.000 Km.
Más caro sería sin duda un Porsche 911 3,2 Cabriolet en su versión de carrocería ancha o Turbolook que se ponía en venta con el reclamo de haber pertenecido a Robert Redford. En efecto, un certificado que aporta el vendedor asegura que el actor fue el primer propietario del coche, lo cual nos recuerda las imágenes de la película Juego de Espías (Spy Game, 2001) en la que el actor conducía un 911, coupé en aquella ocasión. Recordemos que, en agosto de 2011, un 911 superó en subasta el astronómico precio de un millón de dólares (1.375.000, para ser exactos), por la circunstancia de aparecer en la película Le Mans (1971) conducido por Steve McQueen, a quien también pertenecía en la vida real.
El centro de atención de Interclassics and Topmobiel era doble en esta ocasión. Por un lado, se rendía tributo al centenario de Aston Martin y, por otro, se había reunido una muestra excepcional de vehículos Bugatti de Gran Premio, algunos de ellos cedidos por el conocido museo de Mulhouse.
Aunque entre los Aston Martin había ejemplares mucho más interesantes y raros que ver, como por ejemplo el Atom, el coche más popular entre los visitantes era el DB5, del famoso agente secreto 007. Uno de los genuinos coches utilizados en la película Goldfinger había llegado a Maastricht procedente de la colección Louwman, con sede en la La Haya. El coche lucía con alguno de sus artilugios desplegados, como la pantalla antibalas protegiendo la luneta trasera o los parachoques retráctiles. Más interés tenía para los interesados por la historia de la marca el A3 de 1921, que era el más antiguo de los que componían la muestra y el primer Aston Martin que participó en un Gran Premio (Estrasburgo, 1923). El coche pertenece en la actualidad al Aston Martin Heritage Trust.
En lo que se refiere a Bugatti, la mayor expectación se levantaba alrededor del Tipo 32 «Tank» de 1923, con un diseño aerodinámico muy avanzado para su época. El coche participó en el Grand Prix de Tours de 1923 y podía alcanzar los 170 Km/h. Cerca del «Tank» contrastaba un Tipo 13 Brescia de tan sólo 1.496 cc que, a pesar de ser de 1925 tenía un aspecto mucho más conservador. Con el capó desmontado, el Brescia dejaba admirar las interioridades de la mecánica.
Entre las colecciones y comerciantes de prestigio, la Houtkamp Collection se unía a las festividades del centenario Aston Martin con varios vehículos en venta dignos de cualquier concurso de elegancia, entre ellos, la tarjeta de visita de la firma, un DB2 de 1952 perfectamente restaurado. Como suele decirse, quien necesite preguntar el precio no podría adquirirlo.
Por su parte, los Mercedes-Benz 190SL, frecuentemente relegados a un papel de segundón por su hermano mayor el 300SL, empiezan a sacar los dientes y, cuando se trata de restauraciones costosas como las que se admiraban en Maastricht ya sobrepasan los 100.000 euros y amenazan con seguir aumentando en su cotización, aunque no sean considerados deportivos, sino coches de recreo.
Un coche que no deja lugar a dudas en cuanto a su deportividad es el Arnolt-Bristol, con su ligera y agresiva carrocería de Bertone, sus llantas Borrani y su escudo luciendo un llamativo Pegaso alado (el Pegaso de ENASA, por si no se han fijado, está desprovisto de ellas). Una gran parte de la producción total de este coche encontró su destino en las competiciones de clubes de los Estados Unidos; y uno de estos magníficos ejemplares, habiendo sido vendido a su primer propietario por el importador de Chicago, despertaba el interés de varios posibles compradores.
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