Normalmente, cuando se piensa en tecnología viene a la mente algo muy innovador. Algún componente, máquina o diseño de última generación con visos de formar parte de la carrera espacial. Sin embargo, lo cierto es que -en líneas generales- cualquier transformación producida para determinados fines prácticos puede ser considerada tecnología. De esta forma, la humanidad prehistórica ya creaba cultura material al chocar dos piedras con el ánimo de obtener un filo cortante.
Así las cosas, de una forma plenamente inconsciente se iniciaba un largo caminar donde, hoy en día, se insertan las naves espaciales. Un proceso ejemplificado visualmente por Stanley Kubrick. Quien en 2001: Una Odisea en el Espacio traza un sencillo hilo conductor entre los homínidos -descubriendo cómo alterar su entorno usando un hueso a modo de herramienta- y la humanidad futura -echada en brazos de la exploración espacial-. Entendiendo esto podemos comprender y valorar la importancia del diseño.
Y es que hemos vivido rodeados por el mismo desde los tiempos en los que nuestros ancestros decoraban armas y cuevas. No obstante, aún en pleno siglo XXI parece ser necesario seguir reivindicando al diseño industrial como una disciplina perfectamente homologable al resto de las artes. Limitada por el hecho de que aquí la forma ha de seguir a la función. Pero absolutamente necesaria para comprender la manera en que desarrollamos nuestras sociedades.
En este sentido, la exposición Motion, Autos, Art, Architecture incide en la importancia del automovilismo en la historia reciente de la humanidad. Explicando cómo éste ha generado un proceso revolucionario para con la forma en la que interactuamos con el entorno, dando además una buena colección de iconos relativos al diseño industrial. Por todo ello, esta muestra comisionada por el arquitecto británico Norman Foster debería ser un punto de encuentro para todos los aficionados. Desde aquellos que observan al automovilismo como una industria con implicaciones socioeconómicas hasta quienes, sencillamente, pretendan admirar algunos de los mejores ejercicios de diseño automovilístico de la historia.
MOTION, UNA EXPOSICIÓN ENCICLOPÉDICA EN EL GUGGENHEIM BILBAO
Museos estrella como el Guggenheim Bilbao corren el riesgo de caer en la misma paradoja que algunos coches presuntamente deportivos. Muy llamativos por su carrocería a modo de ejercicio de diseño, pero poco dotados en su interior al contar con mecánicas muy normales. Sin embargo, para la exposición Motion han realizado un amplio esfuerzo con el afán de dar un panorama enciclopédico sobre la historia del diseño automovilístico. De esta manera, destaca la convivencia en su catálogo del Benz Motorwagen de 1886 con un F1 de la misma marca producido en el reciente 2020.
Una interesante relación con la cual ver la evolución técnica del automovilismo, narrada a través de diversas salas temáticas que van desde los inicios hasta el futuro. Especialmente tratado en el espacio Future, donde diversas escuelas de diseño abordan la intersección entre los problemas de movilidad, el urbanismo y el automóvil. No obstante, lo que la afición a los clásicos está esperando se encuentra en las salas Visionaires, Sculptures o Beginnings. Los lugares donde aparecen contextualizados algunas de las mejores y más icónicas muestras de pieza única creadas a lo largo de la historia del automovilismo.
SÍMBOLOS DEL RETROFUTURISMO
Con el diseño industrial ocurre algo muy interesante. Y es que, con el paso del tiempo, incluso lo más visionario acaba siendo antiguo al tiempo que conserva sin duda gran parte de aquel modernismo. De esta manera, surge la etiqueta “retrofuturismo”. La cual bien puede aplicarse a los modelos clásicos más impactantes de entre todos los albergados en la muestra Motion. Para empezar, uno de los que mejor representa esta idea es un modelo nacional aunque traído desde el museo en Países Bajos donde se custodia. Hablamos del Pegaso Z-102 Cúpula.
Sin duda uno de esos espectaculares destellos de diseño industrial que no volvieron a repetirse. Pues, aunque parezca mentira tras idear semejante automóvil, resulta harto complejo rastrear las huellas de la carrera de Masgrau. Siguiendo en el mundo de los volúmenes voluptuosos y la curva en Motion también se puede ver un Bugatti Type57SC Atlantic de 1936. Una de las carrocerías más llamativas para el automovilismo de preguerra. Escenificando la creciente importancia de la aerodinámica en unas formas esculpidas por la sensación de movimiento.
Además, en la muestra Motion del Guggenheim se han incluido los prototipos Firebird I, II y III de la General Motors. Así como numerosas maquetas y objetos relacionados con la historia del diseño automovilístico. Con todo ello, merece la pena acercarse a Bilbao antes del 18 de septiembre para admirar esta selección de modelos. Donde se incluyen no pocos de estos prototipos vistos mil y una veces en las revistas aunque muy, muy pocas, en la realidad.
Fotografías de Unai Ona.