Aunque a priori pueda parecer llamativo, lo cierto es que la historia del Lamborghini Countach se extendió a lo largo de casi dos décadas. Para empezar, la presentación del primer prototipo -posteriormente utilizado y destruido en las pruebas de impacto– llegó al Salón de Ginebra en marzo de 1971.
Tras esto hubo que esperar tres años hasta la llegada del LP400; primera serie en el mercado y a la sazón ya con el imponente V12 de 3.929 cc y 375 CV montado en posición central-trasera. El nacimiento comercial de una leyenda contra la cual Ferrari reaccionó desvelando en 1976 las líneas de su berlinetta 512 BB.
Un movimiento con el cual se dio inicio a una escalada competitiva en la cual los de Maranello presentaban nuevos modelos al tiempo que los de Sant’Agata Bolognese preferían actualizar al Countach debido a las constantes estrecheces financieras por las cuales pasaba la factoría.
Así las cosas, en 1978 llegó a los concesionarios el LP400S sin apenas cambios mecánicos -sólo destacaba la incorporación de unos nuevos carburadores– para dejar así todo el protagonismo a las imponentes llantas Bravo a firma de Campagnolo vestidas con los Pirelli P7; aquellos que durante no pocos años fueron los neumáticos más anchos jamás montados en un automóvil de serie.
DEL TESTAROSSA AL LAMBORGHINI COUNTACH LP5000 QV
Ya que la actualización plasmada en el LP400 no había tocado las prestaciones -es más, elementos como el nuevo y vistoso alerón no tenían más sentido que aumentar la espectacularidad visual-, en 1982 al fin apareció una nueva generación del Countach -LP500S- donde sí se retocaba seriamente todo lo relativo al motor.
Es más, éste incrementaba su cilindrada desde los 3.9 litros originales hasta los 4.7. Asimismo se le aumentó la compresión al tiempo que se mejoraban los árboles de levas y se montaban unos nuevos carburadores Weber. Todo ello con la vista puesta en mejorar el rendimiento tras el aumento de peso ya visto desde 1978 consiguiendo además una entrega de potencia mucho más serena y lineal.
No obstante, en 1984 Ferrari volvía a la carga con la presentación de uno de sus modelos más icónicos: el Testarossa. Dotado con un V12 abierto a 180º partía ya en las unidades europeas no catalizadas con 390 CV; unos 15 CV más que los mostrados por el Countach coetáneo aunque, a decir verdad, el “cavallino” sobrepasaba en más de 130 kilos al renovado Lamborghini.
De todos modos aun así el impacto comercial del Ferrari resultó indudable, apremiando una actualización severa del veterano modelo lanzado en 1974 en forma del LP5000 QV de 1985. Un modelo nacido en un contexto más positivo que la anterior serie, con las finanzas de la empresa algo más desahogadas y el mismísimo Giulio Alfieri dirigiendo el equipo de ingeniería.
LAMBORGHINI COUNTACH LP5000 QV, CUATRO VÁLVULAS POR CILINDRO
La visión de Giulio Alfieri era la de dar un contundente golpe en la mesa frente al Testarossa situando al Countach en la cima prestacional de su segmento. Ahora, cómo hacerlo sin incorporar una mecánica completamente nueva o llevar la presente hasta los límites de su fiabilidad.
En este sentido la primera posibilidad hubiera sido sobrealimentarla con un turbocompresor. Sin embargo, esta opción ya se había planteado sin éxito durante el desarrollo del LP500S prefiriéndose mejorar la alimentación al tiempo que se incrementaba la cilindrada.
Llegados a este punto los ingenieros de Lamborghini aumentaron el cubicaje del motor por segunda vez hasta alcanzar los 5.167 cc sumando además cuatro válvulas por cilindro -de ahí la denominación Quattrovalvole, QV- logrando así 455 CV. Sin duda más que suficiente para el deseado golpe de efecto, dejando muy detrás a Ferrari basando nuevamente la fórmula en una conducción agresiva y contundente no apta para cualquiera.
Es más, a día de hoy las 610 unidades del Lamborghini Countach LP5000 QV son consideradas las más canónicas, las más redondas y perfeccionadas, de entre todas las relativas a las múltiples series del modelo. Un verdadero “capolavoro”.
Imágenes: RM Sotheby’s