Sobre este Lancia Aurelia B10 existen no pocas cuestiones a aclarar. Y es que, para empezar, aunque se le ha clasificado como el prototipo del modelo -o al menos de su variante coupé- esto dista bastante de la realidad. Es más, incluso no existe relación alguna entre su creación y la dirección de Lancia.
No obstante, esto no le resta ni un ápice de interés ya que, a fin de cuentas, estamos hablando de uno de los GT artesanales tan relativamente comunes en la Italia previa a los años setenta. Una máquina con detalles únicos en cuya historia, a buen seguro, conviene entrar paso a paso.
Así las cosas, vamos a empezar por su base: un chasis tubular creado en 1949 por el afamado diseñador Giovanni Basso. Antiguo empleado de la propia Lancia, Basso logró una justa fama en el Turín posterior a la Segunda Guerra Mundial gracias a su pequeño taller enfocado, entre otras cosas, a la creación de chasis tubulares en serie corta o única unidad bajo pedido de los principales carroceros del lugar.
Claramente aventajado en este tipo de diseños, las estructuras ideadas por él mostraban de forma pionera las cualidades de ligereza y rigidez inherentes a estos chasis. De hecho, lo hicieron de forma extremadamente pionera, mucho antes de que Mario Colucci crease la base del Alfa Romeo-Abarth 1000 con tan sólo 50 kilos y un comportamiento que, a la postre, sirvió como punto de partida para el desarrollo del Abarth 1000 SP.
DEL CHASIS A LA CARROCERÍA
Examinando la cronología realmente llama la atención lo innovador del trabajo de Giovanni Basso. Y es que, al fin y al cabo, justo para aquellos momentos tanto FIAT como Alfa Romeo acababan de anunciar la adopción del chasis monocasco en sus 1500 y 1900 respectivamente.
De hecho, todavía había no pocos modelos de éxito con chasis de largueros y travesaños a los cuales unir posteriormente la carrocería. Un contexto donde los enrejados tubulares de Basso destacaban aunque, claro está, tanto por su concepto como por su elaboración artesanal siempre quedaban restringidos a creaciones bajo pedido que, las más de las veces, constituían caprichos únicos para clientes de alta gama o equipos de fábrica.
En este sentido, la orden de construcción para este Lancia Aurelia B10 vino del concesionario Lancia de Udine, el cual quiso disponer de dos unidades de un GT artesanal con las cuales satisfacer a clientes especiales de la zona; posiblemente, con citas como la Mille Miglia en el punto de mira. Asimismo, en relación a las carrocerías éstas se encargaron a Stablimenti Farina, la cual moldeó unos volúmenes claramente similares a los del Cisitalia 202 bajo firma de Giovanni Michelotto.
A FALTA DEL MOTOR
Hacia 1950 ambos chasis tubulares ya se encontraban vestidos con sus respectivas carrocerías quedando tan sólo a espera de incorporar motores. Llegados a este punto, en el taller de Giovanni Basso se estaba trabajando sobre la idea de montar uno propio equipado con doble árbol de levas para incentivar así un rendimiento apto para carreras.
No obstante, como sabemos la elaboración desde cero de un motor propio es algo sólo al alcance de fabricantes verdaderamente consolidados. Algo no tan limitado por la capacidad de diseño -el papel todo lo aguanta- sino por la determinante logística necesaria a fin de trabajar miles de horas en pruebas de resistencia y fiabilidad.
Justo el ámbito en el que fallaba aquel motor de Basso, registrando problemas irresolubles tanto en pérdida de compresión como desgaste de piezas. Un contexto bajo el cual lo más sereno fue recurrir al concesionario Lancia responsable del encargo de aquellos dos GT ya que, al fin y al cabo, éste tenía acceso a comprar motores de remplazo sin necesidad de adquirir así un vehículo “donante”.
LANCIA AURELIA B10, LA MECÁNICA ESCOGIDA
En 1950 Lancia renovaba su gama lanzando el Aurelia. Presentado primero como berlina, éste obtuvo al poco la afamada carrocería coupé de su variante GT así como una estilosa versión descapotable a firma de Pininfarina. De todos modos, su principal atractivo estaba bajo el capó, donde se introdujo el primer motor V6 de la historia producido en gran serie.
Diseñado por Franceso de Virgilio, este bloque destacó por su ligereza y ángulo de 60º, pudiendo evolucionar de manera realmente satisfactoria según se variaba la carburación, el índice de compresión o la propia cilindrada.
En suma, otro hito tecnológico en la amplia historia de innovación interpretada por Lancia, la cual ponía así en el mercado una mecánica perfecta para modelos GT como el encargado por su concesionario en Udine.
EL PROBLEMA DEL NOMBRE
De hecho Giovanni Basso la aplicó sin dudarlo a las dos unidades de su proyecto, rematando así el único punto aún en el aire. Eso sí, cómo llamar a aquella creación. Bueno, lo cierto es que habría sido lógico -y hasta deseable- incluir la referencia a Basso ya que éste era el ensamblador y autor del chasis, dejando también el apelativo a Lancia en base al uso del motor del Aurelia.
No obstante, en vez de pasar a la historia como Basso-Lancia B10 nuestro protagonista lo hizo tan sólo como Lancia Aurelia B10, dejando la puerta a suposiciones que lo han calificado como prototipo del que, ya en 1951, sería el Aurelia GT B20; un modelo con el cual, claro está, no tiene absolutamente nada que ver.
Nota: de las dos unidades creadas sólo hemos podido seguir la pista a la que ilustra este artículo, la cual se encuentra a la venta gracias a la empresa holandesa Houtkamp Collection. Su estado es realmente envidiable y, dada su rareza e historia, bien podría ser escogida para eventos como la Mille Miglia.