Si las cuentas de Lancia hubieran sido otras este artículo bien podría haber sido bastante más extenso. Y es que, a fin de cuentas, la combinación de mala contabilidad y desastre personal hizo imposible el estreno del Lancia D25 en competición; de hecho, éste abandonó las instalaciones de Pininfarina -donde se le estaba incorporando la carrocería- para ir directamente, sin uso alguno, a engrosar los fondos de la marca siendo hoy parte del FCA Heritage en Turín.
Pero vayamos por partes. Así las cosas, en primer lugar hemos de resaltar cómo Lancia contaba con un ambicioso plan de carreras a comienzos de los años cincuenta. Es más, mientras para la F1 Vittorio Jano ideaba el sensacional D50 -dotado con un diseño revolucionario en lo referido al reparto de pesos- en lo referido al Mundial de Marcas y las pruebas de resistencia el D20 evolucionó hasta convertirse en las barchettas D23 y D24.
Es más, durante 1953 y 1954 el D24 protagonizó éxitos evidentes llegando a cosechar la Panamericana con Fangio al volante o la Mille Miglia con Alberto Ascari. Todo ello para, a fin de cuentas, hacer de Lancia una de las marcas referenciales entre lo más exclusivo del automovilismo deportivo tal y como Gianni Lancia deseaba al margen de la producción de utilitarios.
No obstante, las cuentas asfixiaban cada vez más a la marca a pesar de su excelencia tecnológica. En primer lugar por la enorme suma invertida en el desarrollo de los D20/23/24 y D50 pero, igualmente, por unas ventas de turismos poco boyantes que además se veían aún más comprometidas desde la aparición en 1950 de los Fiat 1400 y Alfa Romeo 1900.
1954, LAS DIFICULTADES ECONÓMICAS SE HACEN PALPABLES
Incluso dedicándose a la producción en serie Lancia seguía siendo una empresa familiar después de la II Guerra Mundial. Sin embargo, la competencia ejercida por Alfa Romeo -actualizada gracias al 1900 con un producto perfecto para las clases medias-acomodas- hizo imposible resistir a nivel contable a pesar de haber lanzado en 1950 el Aurelia; especialmente brillante tanto en carrocería sedán como coupé.
Bajo este contexto los esfuerzos realizados por la viuda de Vincenzo Lancia y su hijo Gianni Lancia resultaron cada vez más agónicos, teniendo que restringir el presupuesto dedicado a competición en octubre de 1954 para centrarse así únicamente en la F1.
Y sí, aquello fue sin duda un golpe muy duro pues, no en vano, en 1954 Ascari había ganado la Mille Miglia confirmando así las posibilidades de Lancia en el Mundial de Marcas frente a Maserati, Ferrari o Jaguar. Algo que, no se nos puede escapar, tenía implicaciones obvias en cuestión publicitaria para la mejor venta de modelos como el Aurelia.
1955, NACE EL LANCIA D25
Centrado en su carrera deportiva Ascari no podía compartir del todo las razones que habían llevado al abandono del Mundial de Marcas. Debido a ello éste negoció personalmente con Gianni Lancia el desarrollo de una evolución más aerodinámica y prestacional del D24.
Gracias a ello a comienzos de 1955 comenzó el desarrollo del Lancia D25 con el objetivo puesto en la Carrera Panamericana, situando en 3.750 cc la cilindrada de su motor V6 con 300 CV a 6.500 rpm para alcanzar así los 275 km/h.
Respecto a la carrocería las líneas del D25 actualizaron las de su predecesor con cambios muy sutiles a cargo de Pininfarina asentados en un bastidor tubular realizado en acero al cromo-molibdeno. Asimismo el correcto reparto de pesos venía asegurado por un esquema transaxle. En suma, una de las barchetta más avanzadas y efectivas de su tiempo.
LA MUERTE DE ASCARI
Tal y como era común en la época Ascari cambiaba de escuadra con gran facilidad según la carrera o especialidad en la que fuera a correr. De esta manera además de Lancia sus habilidades estaban al servicio de Ferrari, para la cual pilotó monoplazas de F1 dando a los de Maranello el título tanto en 1952 como en 1953.
De hecho la muerte lo sorprendió trabajando precisamente para Ferrari, sufriendo un accidente mortal en mayo de 1955 mientras se encontraba probando uno de sus modelos en el circuito de Monza. Un golpe no sólo para los del “cavallino” sino también para Lancia, la cual abandonaba del todo la competición acuciada además por problemas financieros cada vez más terminales.
De hecho aquello acabó en la venta de la marca a la familia Pesenti -propietaria de la cementera Italcementi- a finales de aquel mismo año; eso sí, afortunadamente -y con gestiones de los Agnelli de por medio- los monoplazas D50 fueron comprados por Ferrari -junto al traspaso del ingeniero Vittorio Jano- para utilizarlos con éxito absoluto en la temporada de 1956.
Todo un caos financiero aderezado de tragedia personal en el cual el Lancia D25 preparado para Ascari quedó sin ni siquiera probar el estar en una parrilla de salida; afortunadamente Lancia lo guardó en sus almacenes y, a día de hoy, es una de las principales piezas custodiadas por FCA Heritage en su sede de Turín.