Hoy en día la industria del automóvil está plenamente marcada por la transición a lo eléctrico. Sin embargo, la disputa entre la combustión interna y la electricidad no es algo precisamente nuevo. Lejos de ello, los inicios del automovilismo estuvieron, precisamente, marcados por esta misma confrontación. Y sí, aunque pueda parecer sorprendente por momentos parecía ganarla la opción electrificada.
No en vano, ésta desplegaba un comportamiento mucho más limpio, sencillo y silencioso que el demostrado por los primitivos ingenios de gasolina. Para empezar, la suavidad dada por una mecánica eléctrica resultaba mucho más eficiente que el intenso traqueteo aportado por un motor de combustión.
Un hecho que, además, tenía diferencias evidentes en materia de contaminación acústica. Y eso por no hablar del encendido. Seguramente, el punto de mayor divergencia si nos enfocamos en el uso cotidiano.
Dicho esto, lo mejor será situarnos en la rutina diaria del propietario de un vehículo a combustión interna a comienzos del siglo XX. En primer lugar, éste debería reservar un amplio margen de tiempo antes de proponerse cualquier tipo de desplazamiento. Todo ello con el fin de poder llevar a cabo un complejo ritual en el que, desde cebar los carburadores hasta calentar la mecánica, nada acaba siendo precisamente sencillo. Es más, al tener que realizar el encendido por manivela el proceso acababa siendo también sucio y físicamente exigente.
Frente a esto, echar a andar un vehículo eléctrico -por ejemplo de la masiva Detroit Electric- resultaba increíblemente más sencillo, cómodo y limpio. De hecho era tan simple como ahora. Es decir, llegar, encender y salir rodando. Obviamente, con este contexto a sus espaldas los automóviles a gasolina partían con claras desventajas respecto a los eléctricos. Algo que, finalmente, cambio cuando en 1911 Cadillac aplicó por primera vez el motor de arranque a un modelo de combustión.
Gracias a ello el automovilismo entraba en una nueva época, quedando atrás la única ventaja evidente de los eléctricos frente a los de gasolina. Sin duda, uno de los hitos fundamentales en la cronología de esta industria. Más aún si nos enfocamos en los Estados Unidos, donde el uso del automóvil despuntaba de una manera claramente más masiva que en Europa.
Eso sí, dada la importancia de aquella novedad era cuestión de tiempo que algún fabricante del Viejo Continente diera el paso de aplicar a una de sus creaciones un circuito eléctrico integrado.
LANCIA THETA, CONFIRMANDO EL CARÁCTER INNOVADOR DE LA MARCA
Tras años como piloto probador en Fiat, Vincenzo Lancia fundó su propia marca de automóviles en 1907. Marcada por su constante afán de innovación, ésta no sólo llegó a convertirse en una de las referencias más claras para el prolífico panorama italiano sino, al mismo tiempo, en un verdadero símbolo en relación a la mejora tecnológica.
Es más, a Lancia le debemos avances tan evidentes como el primer chasis monocasco montado en serie gracias al Lambda de 1923. Asimismo, incluso en tiempos más pretéritos fue la primera en mostrar al público novedades como el circuito eléctrico integrado.
En este sentido, el Lancia Theta -lanzado al mercado en 1913- fue el primer automóvil en contar con semejante elemento en lo que se refiere al panorama europeo. Un elemento en el que se incluía no sólo el motor de arranque eléctrico -accionable con un pedal-, sino también las luces tanto de conducción, posición y salpicadero.
De hecho, en base a esto el Lancia Theta fue un modelo dirigido a los bolsillos más desahogados. Algo que, en términos comerciales, dio a este vehículo un gran éxito comercial en los Estados Unidos y el Reino Unido con su motor de 4.940 centímetros cúbicos y 70 CV a 2.200 revoluciones por minuto. Por cierto, mercados estos mucho más pudientes que el italiano. Es más, su producción entre 1913 y 1918 llegó las 1.700 unidades.
Una cifra respetable para la época aunque, a día de hoy, se calcula una cantidad de supervivientes no superior a las 25 unidades. Así las cosas, este Lancia no sólo es una verdadera pieza de colección para quienes se enfoquen en los modelos más veteranos, sino también otra muestra del carácter pionero de Lancia en no poco terrenos. Seguramente, la marca con un pasado más creativo y prolífico.
Fotografías: Bonhams