TEXTO: JAVIER ROMAGOSA / FOTO: UNAI ONA / VIDEO: MANAGE MOTOR Y KUKFILMS
Le Mans Classic está teniendo lugar ahora mismo, y el sonido que llega a mis oídos desde la pista es indescriptible. Una mezcla de ritmos que van desde la melodía más o menos pausada de los preguerra al estruendo escandaloso de los prototipos sport de finales de los años 70. Ha sido así durante todo el fin de semana, mientras caía sobre mí un sol abrasador y me bañaba en sudor, intoxicado a la par por los fuertes olores de la benzina.
Bendito olor. Con tanta eficiencia energética nos estamos olvidando de cómo huelen los dinosaurios de la modernidad. Es inevitable, el espíritu de los tiempos; pero por eso es tan importante sumergirse en este tipo de experiencias, para reconectar con un universo mecánico que ha quedado atrás. Y, sobre todo, con una de sus vertientes que entraña mayor genio y conciencia artística: el automovilismo.
El Circuito de las 24 Horas Le Mans no necesita presentación, se trata de una de las mecas del automovilismo. Un lugar al que peregrinar al menos una vez en la vida. Y aquí estamos, cuatro compañeros que hemos viajado 1.200 kilómetros en poco más de un día en una Fiat Ducato y que llevamos rezando desde entonces por alimentarnos con algo más que unos sandwiches. No es fácil la vida aquí, las distancias son muy largas y hay mucha, mucha gente. Hay que coordinarse muy bien para no perderse nada.
Porque hay mucho que ver: Desde las carreras hasta el paddock, pasando por la feria y el aparcamiento de clubes, entre otras cosas. Si os perece, voy a empezar contandóos un poco cuáles son las diferentes parrilas:
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Las Carreras de Le Mans Classic
– Plateau 1: 1923-1939. Dedicada a los pioneros de las 24 Horas. Acaban de terminar de correr los camiones Bentley, los Bugattis (hay un enorme Tipo 50), Talbot, Aston Martin, Delahaye, Alfa Romeo 8C, BMW 328 o incluso un Mercedes SSK, entre otros. Son más bien lentos, tal y como debían ser las 24 Horas en sus comienzos: Rectas interminables en las que llevar las máquinas al límite y probar así, en caso de conseguir terminar, una resistencia inquebrantable.
– Plateau 2: 1949-1956: De vuelta a Le Mans después de la II Guerra Mundial. Es la época gloriosa de pilotos como Luigi Chinetti, Hermann Lang, Froilán González o Mike Hawthorne, y del predominio casi incontestable de Jaguar y sus Tipo C y D. Aquí las cosas van ya mucho más rápido; las preciosas bachettas de la marca del felino, de Maserati y de Ferrari vuelan sobre el asfalto. También lo hacen los Cooper y Lotus de la primera época, con otro tipo de belleza mucho más moderna.
En esta categoría, cuya carrera se está disputando ahora mismo, hay además un gran número de expedientes X. ¿Sabéis lo que es un Kieft, un Deutch-Bonnet, un Monstruo, un Jowett o un Callista? ¡Mirad las fotos de arriba!
– Plateau 3: 1957-1961: Parrilla cuya salida a pista se está preparando en estos momentos y en la que, si bien es una extensión de la anterior, aumenta por ejemplo el número de Porsche y Alfa Romeo presentes. En opinión de este humilde servidor, destacan los Ferrari 250 GT, un Aston Martin DP 212 -rarísimo-, un Porsche 718 o varias Giulietta Zagato de la casa de Arese, entre otros. Mención obligada es el Abarth-Simca del equipo español Repsol, un auténtico matagigantes cuyo habitat natural es la zona roja del cuentavueltas.
– Plateau 4: 1962-1965. Ejemplifica el comienzo de la mutación del automóvil de competición hacia un prototipo alejado de los coches de serie. Bajo la influencia de Cooper, Lotus y Porsche, los motores pasan progresivamente a ser intalados en posición central, entre los asientos y el eje trasero. Poco a poco, esto los irá transformando en las bestias que conocemos hoy en día. El Ferrari 250 LM o los Ford GT40 son coches de transición que convivieron con ejemplos de la vieja escuela como los Shelby Cobra. Una curiosa variación es la de los Bizzarrini, cuya mecánica se encuentra colocada prácticamente en posición central delantera, o los aerodinámicos Alpine (¡!) M65.
– Plateau 5: 1966-1971. Es la legendaria época de los Porsche 917, pero también de los impresionantes Chevron y Lola ingleses que tomaron el relevo a los Cooper y Lotus. En las carreras de esta categoría ya empiezan a ser necesarios los tapones de los oídos si se va a estar un buen rato cerca de los coches…
O de los aviones, porque ¡hay un Howmet TX con motor de turbina! Se trata de otro de los intentos de los años 60 por aplicar esta tecnología aeronáutica al automóvil. Su procedencia es americana y, hasta ahora, ha sido el único prototipo de turbina en ganar una carrera (concretamente dos en el SCCA). 350 CV, 57.000 rpm en el cuentavueltas y sin caja de cambios. ¿Qué os parece (mirad arriba)?
– Plateau 6: 1972-1981. Parrilla salvaje que sigue en la línea de la anterior, repleta de Porsches, Lolas y Chevron. Hacen su aparición los BMW M1, CSL y Alpina, y también rarezas como dos Mirage, un Cheetah o un Toj.
¿Sabéis que llevan compitiendo casi 19 horas? Las carreras empezaron ayer a las 4 de la tarde y, aunque se hacen mangas de alrededor de 45 minutos, éstas se sucederán ininterrumpidamente hasta las 4 de hoy. Los participantes que así lo han querido han estado corriendo toda la noche. Y hasta las dos o las tres de la madrugada aquí había un ambientazo, lleno de gente y de coches desfilando por el paddock. Sin duda, la noche es uno de los componentes de la magia de La Sarthe, y PeterAuto sabe aprovecharla muy bien.
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Los Mil Alicientes de Le Mans Classic
Por último, respecto a las carreras, decir que también hay mangas de Grupo C, los protos más extremos de los 80 y 90; y de coches infantiles animados por motores de dos y cuatro tiempo que os dejarían con la boca abierta. ¡Son tan parecidos a los originales! Juguetes sin duda para niños ricos, pero verlos por centenas simulando una salida tipo Le Mans es realmente impresionante.
Porque, como decía al principio, en Le Mans Classic no sólo hay carreras y un paddock de infarto, sino también gran cantidad de servicios y una feria retro dedicada al automóvil en la que se puede encontrar desde productos específicos a tiendas de ropa y, por supuesto, gran cantidad de coches, motos y autobuses expuestos. En las inmediaciones del circuito Bugatti hay además una inmensa zona de aparcamiento atestada de clubes de clásicos; en realidad, hay mil atractivos fuera de pista que justifican por si sólos la compra de la entrada.
En definitiva, os recomendamos que no dejéis de asistir a la próxima edición que tendrá lugar en 2020. Realmente, merece la pena, por los menos una vez en la vida.